Capítulo 5.

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—¡No puedo creerlo!— Susurró Natalie soltando un gritito, mientras yo me percataba de que la señorita Brooks —que era famosa por tener un oído biónico para oír las conversaciones estudiantiles— no nos descubriera hablando a hurtadillas.

—¡Sí!— Le solté, mientras rodaba mis ojos—. No sé que rayos haré. Tu hermano resultó ser un fracaso como actor, si se dedicara a eso moriría de hambre. ¿Qué se supone qué haga? ¡Mike lo descubrió todo!

Natalie miró al frente un segundo, para luego poner sus orbes sobre mí—. Está bien, escucha. Ya no hay otra opción, Ryan irá actuando otra vez, solo que está vez le advertiré que si no hace las cosas como le digo se quedará sin dinero, y de paso, le dejaré sin hijos con una patada allí abajo.— Susurró.

Mientras la señorita Brooks explicaba la forma química de las moléculas gaseosas, yo me martilleaba la cabeza tratando de hayar otra salida a aquel maldito laberinto. Lamentablemente, no veía otra opción.

—Si tu hermano la vuelve a cagar, créeme que lo mataré y huiré del país luego de tirar su cuerpo a una zanja.— Le advertí.

—¡Hecho!— Soltó, para luego escupir en su mano.

—¡Puaj! ¿Qué rayos?— Le pregunté asqueada, mientras ella seguía observándome con atención.

—Es un trato de saliva. Si lo rompo, se me caerá la mano, ¡ahora estrechala!— Ordenó con sorna, mientras su mano ensalivada seguía extendida.

—Señorita Natalie, Robin, ¿algo qué quieran compartir con la clase?— Dijo la señorita Brooks, parando su aburrida explicación para darnos un reproche.

—Robin no quiere tomar mi mano ensalivada. ¿Cree qué la clase necesite saberlo?— Preguntó Natalie, mientras la clase reía en voz baja.

La señorita Brooks frunció el ceño, mientras nos calaba con su mirada de arpía en celo—. Pongan atención, o las sacaré a ambas de la clase.

Asentimos, mientras yo volvía a rodar los ojos.

Miré a Natalie, mientras ella ponía una sonrisa graciosa.
¿Por qué presiento qué todo saldrá mal?



—No, me gusta más el amarillo. Te hace ver menos pálida.— Opinó Natalie, mientras se revolvía en mi cama.

Llevaba quince minutos frente a ella, mostrándole dos prendas de ropa que quería usar para la cena de 'mamá/falso novio/tipo alocado que acabo de conocer'. Los nervios me atenazaban el estómago con cada segundo que pasaba, mientras me sentía cada vez menos optimista.

—Iré entonces a...— Empecé a decir, retrocediendo en dirección al baño. Entonces, a mi amiga le dio un ataque epiléptico de quinta categoría mientras observaba su teléfono.

—¡Oh mi Dios, Ryan ya viene para acá! ¡Ve a bañarte, maldición! ¡Apestas a albañil!— Dijo, echándome a empujones de la habitación.

Con el vestido amarillo en las manos, entré al baño, echando el cerrojo. Me desvestí con prisa, maldiciendo a mi mejor amiga internamente. Cuando estuve desnuda, el sudor me corría por la cara, mientras el cuarto parecía un horno microondas a toda potencia.

Suspirando, me metí a la ducha. Luego de enjabonar y enjuagar mi cuerpo, me sequé, mientras oía los gritos estridentes de Natalie en mi habitación. Era como si dos gatos estuviera procreando allí.

Cuando estuve peinada y lista con aquel horrible vestido amarillo, suspiré una vez más. Santo Dios, que mi novio falso haga de nuestra relación falsa una telenovela mexicana, por favor.

Al salir, el timbre sonó por arte de magia. Miré de reojo a Natalie, la cual esperaba inquieta en la puerta de mi habitación.

—Estaré aquí hasta que la cena acabé. Tú solo baja y rompete una pierna.— Dijo, mientras me mostraba el pulgar en modo de ánimos. ¿Se suponía qué eso me alentaría?

Ignorándola, bajé por la escalera, mientras oía los murmullos de mi madre y el olor de su comida en la cocina. Si la cena no sale bien, al menos podré comer algo antes de entrar en depresión por ésta fallida relación inventada.

Al abrir la puerta principal, quisé darme golpes en la cabeza contra la pared. Allí estaba Ryan, llevando su estupidez al límite. Vestía un perfecto traje negro, acompañado de un ramo de lilas perfumadas.

—Es una simple comida, no la cena del consejo.— Bromeé, recibiendo las flores.

—Solo quiero hacer un buen trabajo. Créeme, cuando Natalie advierte que me dejará sin entrepierna si no lo hago bien, no bromea.— Dijo en un tono nervioso.

Cuando iba a dejarlo pasar, el sonido estridente de una motocicleta cortó el silencio sepulcral que tenía nuestro ambiente. La motocicleta estacionó frente a casa, dejando ver a Mike Robinson, vestido igual que en la mañana escolar y con su infaltable sonrisa burlona. Dios, este chico si que es estrafalario a morir.

—Buenas, noche, señoritas.— Saludó, retirando sus gafas de aviador—. ¿He llegado a tiempo?

—Pues, contando con que vienes básicamente a arruinarme la vida, haz llegado a tiempo.— Dije, con una sonrisa retórica.

Los dejé en la entrada, mientras me sumergía en la casa camino a la cocina. Al cerrar la puerta, ambos me siguieron, mientras oíamos los cantos de mamá.

—¡Oh, queridos! Llegaron por fin. ¿Y qué tenemos por aquí?— Dijo, viendo a Ryan especialmente, mientras yo jugueteaba nerviosamente con el ramo de lilas. Juro que estoy a punto de vomitar.

—Soy Louis. Un gusto.— Dijo Ryan educadamente mientras saludaba a mamá.

Ella sonrió, mientras lo miraba—. ¡Oh, cariño! Es un gusto conocerte. Déjame decirte que eres el primer chico que Robin trae por aquí, y bueno, espero que te sientas como en casa, yernito.— Dicho eso, le guiñó un ojo con torpeza. Como podéis ver, mi madre es la peor suegra de la historia.

Mientras saludaba a Mike, Ryan y yo tomábamos asiento, tratando de parecer una pareja normal. Aunque en primer lugar no éramos una pareja, ni amigos, mi conocidos y nisiquiera sabíamos alguna cosa del otro.
Bueno, todo sea por humillar a Robinson.


—Esta cena esta fantástica, Abby.— Dijo Mike haciendo un gesto digno de un orgasmo perfecto. ¿Desde cuándo la llamaba por su nombre de pila?

—Gracias Mike... Y dime, Ryan, ¿cuánto tiempo llevas con Robin?— Cuestionó mamá, metiendo un gran bocado de pasta en su boca. He aquí el inicio de aquel inesperado y aterrador interrogatorio.

Sentí que me ahogaba con la salsa de la pasta. ¡Nunca planeamos eso!

—Aproximadamente tres meses. Es como si fuera mi alma gemela.— Tomó mi mano por encima de la mesa y sonrió. Bien jugado Ryan, algo exagerado pero bien jugado.

Mike rió, como si fuera el remate de un chiste—. ¿Ah, sí? Hoy parecía como si acabarás de conocerla.

—Pues estás equivocado. Tú la conociste anoche ¿no? Ella me lo contó, parecías chico con síndrome de down babeando en ese suéter verde. ¿Tu madre te viste y te baña o algo así?— Remachó Ryan, mientras bebía de su vaso. Juro que en aquel momento quisé pararme sobre la mesa y hacer un baile de la victoria.

Sonreí levemente, mientras mamá se atragantaba con el vino.

—Pues..., la verdad no. Tengo a mil chicas que pueden hacer eso, mamá no es una de ellas.— Dijo Mike, mientras fruncía los hombros.

—¡Bueno! ¿Alguien quiere postre?—  Dijo mamá, tratando de rescatarnos a todos del incómodo momento.

Oh, tranquila mamá. Estoy disfrutando de éste dulce momento. Por primera vez en muchos años, el postre está de más.

Fattie © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora