Capítulo 13.

29 3 3
                                    




El camino a la cita de mi mejor amiga fue un aburrimiento infinito. Y no lo digo únicamente porque tuve que verlos todo el camino besándose y llamándose con apodos ridículamente cursis, si no por el hecho de que me sentía como una tía amargada y solterona con cara de trasero en la parte trasera del auto. Realmente patético, pero tal vez ese era mi destino: ser la tía con dinero y licor que le regala obsequios a sus sobrinos.

Lo único que me animaba era el hecho de que a Bradley se le ocurrió la original y revolucionaria idea de que nuestra cita de tres (Sí, cita de tres. Ríanse) fuese en un atractivo McDonald's. Admitanlo, de sólo pensar en un McDonald's se les hace la boca agua.
Vale, a mi también, pero no es el punto.

—Dios, Robin, tu estómago está rugiendo como un tractor desbocado.— Se quejó risueña mi mejor amiga. Su novio la siguió en la burla, y yo me sonrojé a más no poder. Sentía como si estuviera recibiendo miles de bofetadas—. Estamos a punto de llegar, rélajate.

Suspiré, y miré por la ventana, percatándome de que tenía razón. El pequeño local de comidas con la M gigantesca en el techo estaba en frente nuestro, solo debíamos estacionarnos.

—Me debes una por esto... Incluso deberías pagarme.— Le susurré a mi amiga mientras ambas bajábamos del auto.

—Tú solo no te despegues de nosotros y te daré mi..., ehm, infinito amor a cambio.— Negoció tontamente.

—Tu amor no me sirve. Necesito dinero— Repliqué—. Tu amor no me alcanza para nada.— Le dije, pero en el fondo quería reír.

Ella rodó sus ojos, para luego separarse de mi y agarrar el brazo de su príncipe amado de sangre azul.

Aunque les cueste creerlo, me sentía realmente feliz por ella.
Usualmente éramos las dos contra el resto, ahuyentado comentarios e evadiendo opiniones; éramos solo las dos contra todos los demás.
Ver a alguien más hacerla feliz me hacía sentir extrañamente alegre. La verdad solo la quería tal y como estaba ahora; divirtiéndose y pasándola bien. Temía que el estar tanto tiempo conmigo podría contagiarle mi pesimismo; no quería eso.

Al abrir las puertas del establecimiento, un olor a fritos y carne sobre parrilla invadió mi nariz.

Sentía que había muerto y estaba en el cielo de las reses muertas y papas fritas. ¿Qué? Es cruel pero delicioso.

—Dios, mi estómago se está auto-digiriendo, necesito comer.— Me quejé, a lo que ellos se rieron. Bradley en cambio se puso de pie y nos dejó a ambas sentadas allí en una de las mesas libres.

—Iré a ordenar lo nuestro, no tardo.— Le guiñó un ojo a mi amiga y se fue trotando a la caja registradora. Ella lo siguió con la mirada.

—Tranquila, vaquera. No se te va a escapar.— Me mofé. Era verdaderamente tierna.

Ella ocultó una sonrisa detrás de sus nudillos—. Es solo que..., se ha portado muy bien. No creí que tuviera esa faceta.

—Si sigues así, tendrás una catarsis.— Ella se rió, para luego dirigir sus orbes a mi espalda. Algo detrás de mi estaba llamando su atención—. Adivinanza. ¿Qué se ha estado comportando cómo una zorra por años, para ahora portarse relativamente bien? Pista: viene hacia acá.

Me volteé curiosa y vi a nuestro pequeño secreto andante dirigirse a la mesa con una sonrisa radiante. Vaya, no sabía que esta chica tenía tantos dientes.
Caramelo vestía un short oscuro, acompañado de unos zapatos bajos y una chaqueta de cuero. Se veía bien, pero lo que más me llamó la atención fue su repentina cercanía a nosotras. Era extraño.

—¡Hola, chicas! ¿Qué hacen tan solas? Bradley está en la caja, y ustedes aquí esperando... ¿Algo nuevo se está cociendo por aquí, eh?— Bruscamente se tiró a mi lado, para después darme un codazo. La observé, y la verdad me pareció mejor ésta faceta a la habitual.

—Sí, Bradley y Natalie planean casarse y tener mil hijos para luego vivir en la pradera. Muy tierno.— Solté, a lo que mi amiga respondió mostrándome su dedo medio.

—¡Own! Son tan lindos, sabía que algo pasaba entre ambos. Bradley suele ser un hijo de puta la mayoría del tiempo, pero al final del día es buen tipo; bueno, no tan buen tipo, pero se esfuerza.— Se encogió de hombros y las tres soltamos una risita.
¿Quién lo diría?

Fue entonces cuando noté que Caramelo estaba tan imperativa como un niño pequeño. Parloteaba y bailaba levemente en su asiento como si le hubiesen inyectado un gramo de azúcar directamente en el cuello. Era divertido verla tan entusiasmada.

Una canción empezó a sonar por los parlantes del establecimiento a todo volumen. La conocía, era 'Something In The Way You Move'. Era realmente pegadiza, lo cual hizo que la inyección de azúcar de Caramelo se incrementara.

—¡Oh, Dios! Amo esa canción.— Chilló aleteando las manos, y entonces se puso de píe, con los ojos de Natalie y los míos sobre ella—. Espero no me arresten, pero tengo que hacer esto.

Dicho eso, se subió a la mesa. Sí, lo sé, una locura. ¡Se subió a la maldita mesa a bailar esa canción!

Todos en el local la miraban, pero ella seguía cantando y bailando. Bradley apareció con la comida, pero solo se dedicó a mirar a Caramelo. Natalie y yo seguíamos intactas en nuestro lugar. La música seguía sonando.

—¡Ven aquí, Robin! Te reto a bailar conmigo. Sube tu trasero aquí y muévete.— Me soltó con una sonrisa bobalicona.

Yo apreté los labios, pero lo que hice a continuación es algo de lo que no me arrepiento.
¡Vamos! ¿Cuántas veces tienes la oportunidad de alocarte y divertirte sin importar lo qué piensen los demás? Muy pocas. Así que contra todo pronóstico y modal existente sonreí, para luego levantarme y montarme en la mesa junto a ella.

Recobré torpemente mi equilibrio, y empecé a bailar de cualquier forma. Natalie y Bradley reían a carcajadas, mientras la música seguía sonando y la gente miraba curiosa nuestra escena.

Caramelo se agachó levemente y bailó como una tonta, solo para divertirnos. Y fue efectivo, porque me sentía genial. Éstas son el tipo de cosas de las que alguien debe acordarse diez años después y reír. Son los recuerdos alocados e intrépidos que hacen que nuestra adolescencia sea memorable.

Por primera vez, no hubo problema que pudiera opacar el momento. Estábamos bailando sobre una mesa de McDonald's, y jamás me había sentido tan bien.

De la nada, la música cesó, y ambas paramos de bailar. Miré de reojo y vi a dos guardias fornidos acercarse a la mesa. Entorné los ojos y observé a Bradley acercarse con lentitud a la puerta con Natalie, y entonces lo noté: ¡huían sin nosotros!

—Señoritas, bajen de la mesa, deben acompañarnos.— Abrí los ojos, y con lentitud, observé a Caramelo, pidiendo a gritos ayuda.

Ella bajó lentamente de la mesa con una cara asustada, y cuando estuvo frente a ellos, enloqueció—. ¡Jamás podrán atraparme, cerdos!

Dicho eso corrió como si no hubiera un mañana hacia la salida, con sus piernas flacuchas y cabello en movimiento. Al verla desaparecer por la puerta, estrellé la palma de mi mano contra mi frente, admirando el plan de huida de mi amiga estúpidamente. Recuérdenme jamás planear alguna locura con ella.

Me bajé con lentitud en silencio y me encaminé a la puerta, sin ser detenida. No podían arrestarme por bailar sobre una mesa en McDonald's, ¿no es así?

Pero con una sonrisa juguetona, me imaginé lo divertido que hubiera sido que lo hicieran.





Fattie © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora