Capítulo 10.

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El resto del día me la pase atontada, completamente englobada en mis pensamientos; pero no precisamente los habituales pensamientos auto-destructivos que solía tener. Lo único en lo que podía pensar era en el maldito embrollo en el que estaba metida de cabeza.

En cambio, Natalie estaba saltando en una pierna. La emoción de asistir a una fiesta oficial del instituto, digna de nuestros alocados compañeros la emocionaba a mil; por mi lado, en lo único que podía pensar era en el inminente viernes, el cual se acercaba con prisa. No sabía que haría allí, o como debía comportarme para poder cerrarle la boca a Bradley y a Caramelo. Decir que no estaba nerviosa sería una mentira gigantesca.
Lo más realista que podía decir es que me sentía a punto de vomitar.




Pasados el martes y el miércoles, me vi atascada en aquel jueves previo al 'gran día D' y por día D me refiero a 'día del desastre'. ¡Vamos! No hay que ser un experto en psicología adolescente para darse cuenta que ese viernes solo traerá problemas.
Por alguna extraña razón, el jueves estaba libre de mis dos habituales 'admiradores': Caramelo y Bradley no se veían por ningún lado, por lo cual me pregunté si tendría que ver conmigo y con la fiesta. Debido a que mi suerte es la peor del universo, podría apostar hasta mis tetas a que esos dos traman algo.

Y aquí estoy después de un largo día de estudio, sentada en mi cama mientras Natalie revuelca mi armario de lado a lado buscando algo digno para aquella fiesta a la cual yo no quería ir. Pero, a pesar de eso, sé que Natalie sería capaz de llevarme a rastras si fuera necesario.

—Debes usar un vestido— Ordenó—. Me daría vergüenza si yo fuera la única allá en vestido, así que usa uno.

Me revolví en la cama, mientras soltaba un quejido. ¡Realmente no quería ir!—. ¿Enserio es necesario? Puedo mandarle un mensaje a Caramelo y decirle que no iré. Puedo lidiar con el matoneo otro rato.

Natalie rodó los ojos. Prepárense para el sermón de sus vidas, señores—. ¿Enserio te rendirás tan fácilmente? Tenemos a esa tipa comiendo de la palma de nuestra mano. Ir, embriagarnos, bailar un poco y divertirnos no nos hará daño.

Por un momento lo consideré. Natalie siempre había estado conmigo, era mi mejor amiga. Su vida era el triple de aburrida que la mía, posiblemente solo quería salir de su rutina por una noche.
¿Qué clase de mala amiga sería si no la complaciera?

Me tiré boca arriba en la cama y suspiré—. Está bien, pero si llego a ver sexo en vivo me largaré de allí. Es solo una advertencia.

—¿Acaso oí "sexo"?— Preguntó una voz en la jamba de la puerta. Cuando crean que algo no puede empeorar, recuerden ésta parte de mi vida. Mi madre oyéndome hablar de sexo es la prueba viviente de que todo puede ir de mal en peor.

Me erguí rápidamente, mientras Natalie seguía mirando a mamá—. Oh, no es nada señora Smith. Solo estábamos hablando idioteces, ya sabe.— Explicó mi amiga, mientras yo casi me tragaba la lengua de los nervios. Mi madre y su habilidad milenaria para interrumpir conversaciones ajenas.

Mi madre cruzó los brazos, mientras una sonrisa suspicaz le brotaba en los labios.— ¿Qué hacen, chicas? Hace un rato las esperaba para comer.

—No es nada, solo estamos aquí.— Expliqué vagamente, tratando de no sacar el tema de la fiesta a colación.

—Muy lista.— Me reprochó Natalie. ¡Mierda, no! ¡Lo va a decir!—. Robin y yo fuimos invitadas a una fiesta mañana. Espero que no le moleste.

La cara de mi madre se iluminó por completo, mientras una expresión de sorpresa le florecía. Maldición—. ¿Una fiesta? Nunca invitan a Robin a fiestas ¡Genial! ¡Me alegra tanto! Oh Dios, Robin necesita lucir algo bonito. ¡Debieron decirlo antes! Ahora mismo iré a comprar un vestido bonito, o algo. ¡Que emoción!

Fattie © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora