Capítulo 2: Apariciones en mi vida

146 15 6
                                    

De tantas mañanas secas y frías, por fin tenía una motivación para ser feliz, o al menos para levantarme, porque feliz no soy.

—Hola, amor. No te vi ayer. ¿Qué pasó?
Di la vuelta para mirar, y sí, era mi novia Claytin.
—Disculpa, ayer me fui temprano. Tenía cosas que hacer.
—Nunca tienes cosas que hacer. ¿Por qué te fuiste temprano?
—Mira, Claytin, estaba un poco agotado, ¿sí? Además, si te interesa, no recibí ni una llamada tuya esta semana.
—Emm, disculpa, estaba algo ocupada. Podemos salir hoy, no tengo planes para este fin de semana.
—Ok, te recojo a las 9PM.
—Estaré lista, tengo un lugar que mostrarte.

Sí, así era, tengo novia. Es la chica más guapa de la escuela, todos querían estar con ella, con esa típica chica rubia con las mejores calificaciones. Pero eso decían las personas, yo pensaba diferente. Me sentía incómodo al lado de ella. A pesar de ser la más guapa, no la amaba, y estar cada día de mi vida con ella me hacía sentir una mala persona. En realidad, no me hacía feliz.

Llegaron las 9PM, y estaba arreglado desde las 6, y me sentía frustrado y pensativo, porque me seguía dejando manejar de mi manipuladora novia, y Nahara no fue a clases.  Pasé a recoger a Claytin a su lujosa casa, salió y me besó.
—¿Estás listo, amor? —No estaba listo para nada y ya no me deleitaban sus besos.
—Sí, claro. ¿A dónde vamos? —contesté.
—Ya verás...

Nos dirigíamos por la ruta que Claytin me decía y llegamos a un restaurante muy lindo y bastante caro por apariencia. Era tipo para parejas, se veían parejas entrando.
—Estaciónate rápido.
—Dame un segundo.

Empecé a estacionar el auto y de repente vi a una pareja que llegaba en un Ferrari 458, y no podía creerlo... era Nahara con un chico, la misma Nahara que había conocido. Entramos, y no podía quitar la vista de ella. Nos sentamos justo atrás de la mesa de Nahara y su novio, o el chico con quien venía. Espero no esté en una relación... Pasé toda la cena mirando, y por fin entendí que me había enamorado, pero de un amor que no era mío. Eran las 11PM y ya estaba terriblemente agotado.

—No has dicho ni una sola palabra desde que llegamos. ¿En quién piensas?
—Lo siento, estaba terminando la comida.

Seguí mirando a la mesa de Nahara y vi que de repente su acompañante, el chico del increíble Ferrari, salió del restaurante molesto, y Nahara quedó en la posición de tristeza agachada en su mesa. En ese instante, sentí las mayores ganas de averiguar qué le pasaba.

—Amor, llegó la champagne —el mesero empezó a servir.
—No, no quiero. Gracias. —Era mi champagne preferida Dom Pérignon Rose Gold. Solo se fabricaron 35 botellas del Dom Pérignon Mathusalem chapado en oro de 6 litros, pero seguía prefiriendo más a Nahara.
—Vámonos, Claytin, mi madre ha llamado de urgencia.
—Pero, ¿qué pasa?
Dejé dinero al mesero incluyendo el cambio.
—Vayámonos. Mañana te diré qué pudo haber sido.

Dejé a Claytin en su casa, y me dirigía de nuevo al restaurante teniendo esperanza que Nahara se encontrara allí. Puse toda la velocidad del auto para llegar, entré desesperadamente, busqué la mesa, y no estaba. Fui a la recepción y pregunté:
—¿Han visto una chica que llegó en un Ferrari rojo, pelo crespo, ojos marrones claros? —como si la conocieran...
—Disculpa, chico. No tengo información acerca de ella. 

Salí más frustrado de lo que estaba, quité el seguro del auto. Espera... me dije.
—¿Nahara?
—Qué causalidad encontrarte aquí.
Me senté junto a ella en una banca fuera del restaurante.
—¿Qué ha pasado?
—¿No deberías estar saliendo con tu novia en estos momentos?

La observé y tenía ojeras demasiado notables. Me di cuenta que las ojeras son la sonrisa de la tristeza.

—¿Qué ha pasado? —repetí.
—Pues, Nathan, ilusiones rápidas, decepción segura.
Fue ahí donde me di cuenta que no era el color de sus ojos, era la forma en que me miraban, y eso me deleitaba. Seguía escuchando su historia, y también pude darme cuenta que ella era poesía y él no sabía leer. Me ofrecí a llevarla a su casa. Se negó muchas veces, pero después aceptó...

—Voltea a la derecha, y déjame aquí.
—¿Por qué aquí? Puedo llevarte a casa, no veo el problema.
—Nathan, no insistas —puso mi mano junto a la suya. —Gracias por comprenderme.
Bajó rápidamente y siguió su camino.

Entendí que no era un abrazo, una caricia, un beso... era su mano junto a la mía, y para mí eso era amor.

Seguí hasta mi casa, me duché y fui a "dormir"... No podía dejar mi mente de dar vueltas con el nombre Nahara. Yo la miraba, y puedo jurar que no me quedaban ganas de mirar a nadie más. En ese preciso momento comprendí que, los ojos siempre le pertenecen a la persona que los hace brillar, y ella hacía brillar y vibrar mi cuerpo entero.

No aguantaba más, quería estar con Nahara, ella era mi parte favorita del día. Fue ahí cuando me llené de valor y decidí llamar a Claytin.

—Hola, amor, ¿sí pasó algo malo?
—Claytin —respiré, tomé valor. —¿Puedo decirte algo?

Eras TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora