Capítulo 6

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Les invito a escuchar una lista de canciones, las cuales han sido mis musas al crear esta historia.

https://open.spotify.com/user/armandoferret/playlist/4N7DY2WQx5ZCTSBBso2lUs

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¿Has tenido aquellos momentos de paranoia en los que sabes que estás solo (sea donde sea que estés) pero sientes esa pesadez sobre tu espalda de que alguien o algo te está observando?

Pues así es como me siento en estos momentos.

El sendero parecía no tener fin, la imagen del estrecho camino que se perdía en el horizonte recordaba a aquellos días en los que mi familia y yo viajábamos a las montañas de Blue Rose en Poniente por las vacaciones de invierno. El viaje lo realizábamos en camioneta por la carretera, esta se estrechaba y difuminaba en el horizonte convirtiéndose en la punta de un delgado alfiler. Al llegar a Blue Rose nos hospedábamos en una caballa en medio del bosque y por dos semanas nos la pasábamos explorando, escalando, pescando, y respirando aire fresco de montaña. El lugar era perfecto para tomar fotografías.

Eran días geniales la verdad. Cualquier otro chico pediría viajar a Bahía del Peregrino, o a una de esas paradisíacas playas al sur del Caribe, nadie desearía ir a algún lugar frío en invierno, bueno, pues yo sí. Tengo playas a los cuatro puntos cardinales del país, a solo horas si tomas el tren bala Mercurio, ¿para qué gastar miles de talentos para ir a otra playa aparentemente distinta y gastar todavía más en bobería y media?

Me gustan los lugares fríos y boscosos, no sé, me fascina esa sensación de misterio y serenidad, sin olvidar el adictivo olor a madera y tierra mojada. Pero ahora no son más que recuerdos.

Según yo llevaba horas recorriendo el sendero, a mis pies y al horizonte había piedras blancas pulidas que marcaban el camino. Ni siquiera me escurría una sola gota de sudor o me sentía cansado, a este punto debería de estar exhausto.

Ya hacía tiempo que notaba la molesta sensación de estar siendo observado. Volteé a mi derecha, volteé a mi izquierda, a ambos lados veía hileras perfectamente plantadas de rosales de intenso color rojo. No se les veía fin.

¿Quién sería capaz de plantar tantas rosas en un lugar así?, no eran rosas silvestres, se veían cuidadas ¿y para que propósito?

Quería regresar, jamás llegaría a donde fuera que llevara este camino.

El cielo estaba totalmente despejado, ni una sola nube surcaba en lo alto, era extraño, ni si quiera había viento, ni un solo soplo de aire de ninguna dirección. El sol brillaba en su punto más alto justo sobre mi cabeza igual que una luz incandescente. Igual que el aire, el calor del sol no se sentía ni irritaba la piel, a decir verdad, era frío lo que sentía. De hecho, tanta luz molestaba.

Giré a mis espaldas para regresar sobre mis pasos.

—Mierda...

El panorama era el mismo, no se veía el fin del camino.

Y ahora, ¿cómo se supone que voy a regresar?

Solté un suspiro de frustración dando media vuelta y en un parpadeo el arco de la entrada de una cerca de maderas blancas apareció de pronto. Era el acceso a un bello jardín, dentro un caminito de ladrillos rojos le atravesaba hasta llegar al pórtico de una pequeña casa estilo campestre.

—Esto no estaba aquí... —susurre.

El césped del jardín se veía cuidado con perfección; verde, brillante, casi como si acabara de ser regado. Junto a la casa había una fuente de agua con un querubín en la cima el cual dejaba caer el agua de una vasija, en otra esquina alcanzaba a ver algo parecido a unas estatuas de piedra blanca, aunque no se distinguían bien desde mi lado.

PAR [normal] - Nuestras distintas fotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora