Psicosis (1/2)

459 49 14
                                    

Una breve revisión del hecho que conduce al desastre absoluto.

Flug se había acostumbrado a un hermoso mundo idílico donde las alucinaciones, esas que ocultaba con llave bajo su lengua usualmente ocupada en otras cosas, giraban en torno al único objetivo de hacer su utópico mundo aún mejor.

Cuando abrazaba a su jefe, el whisky los envolvía, algo así como agua refrescante cayendo del cielo, una lluvia ácida que embriagaba sus sentidos, mientras su respingada nariz se hundía aún más en la suave textura de la gabardina negra.

Cada vez que su jefe tocaba su desnuda piel, podía sentir una combinación de aterciopelados pétalos de rosa hundirse en las heridas imaginarias que recorrían toda su piel, cual caminos de un laberinto cuyo centro era su agrietado corazón.

La lengua de su jefe por otra parte, era una extraña especie de nitrógeno líquido que se vertía viscosamente en toda la extensión de sus heridas y como si cauterizara la zona le hacía sentir calidez donde antes sólo sentía dolor. Sin embargo, pese a curar con un exquisito ardor, era también portador de un viento invernal, que hacía temblar cada partícula de su ser y paralizaba su cerebro en placentero paroxismo.

El ver a su jefe en cualquier lugar generaba espejismos engañosos, en la mayoría de los cuales todo su alrededor se trastornaba en las sublimes catástrofes del mundo molecular. Veía cada pliegue de la ropa como tenues fracturas en el espacio tiempo que le invitaban a perderse en su tacto una y otra vez sin que existiera consecuencia alguna.

En definitiva Flug estaba trastornado, un poco loco y completamente enamorado.

Por ello se había acostumbrado al lado lindo de la moneda que lo encerraba en un paraíso de maravillas, pero no había domado a ese lado opuesto del espejo que lo llamaba a formar parte de un recorrido infinito por las cavernas del infierno.

Fue hasta una madrugada, entre los edredones de seda y la sofocante ternura de un abrazo que Flug sintió los rayos de la locura venir a cobrarle cuentas por la felicidad añadida en el último tiempo.

Ahí donde las manos contrarias se habían hundido, el dolor se abría paso. Sentía la adrenalina quemar en sus venas, como si un peligro inminente estuviera rozando su anatomía en aquellos momentos e indudablemente el miedo recorría toda terminación nerviosa obligándolo a alejarse ligeramente de su amada fuente de calor. Alejando sus brazos curadores para perderse en la penumbra de una habitación que en el silencio parecía estar vacía.

Mareado por las texturas del ambiente y los sonidos incongruentes que venían de su mente, caminó unos cuantos pasos lejos de esa tranquila respiración que podía calmar cualquier paranoia. Y chocando levemente contra la pared se recostó en la punzante estructura, deslizándose después al suelo. Sintiendo las espadas clavarse en su espalda y llevando sus manos a sus ojos, como si frotarlos pudiera llevarse semanas enteras de sueños terribles que lo atacaban mientras estaba consciente.

¿Cuánta adrenalina podía soportar un cuerpo sin colapsar? Flug quiso saber aquel dato cuando vio a su jefe removerse entre las sábanas y levantarse con una mirada vacía mientras se dirigía a su maltrecha persona.

¿Cuántos "te amo" sinceros habían salido de esa boca dentada que ahora amenazaba con despedazar su carne?
No llevaba una cuenta, pero eran tan intimidantes sus recuerdos que temió que su jefe realmente se hubiera levantado.

¿Cuánto dolor podía aguantar una persona antes de caer en la inconsciencia? Sentía que estaba rozando ese límite cuando las zarpas se abrían paso en la oscuridad para tomarlo con fuerza y doblar duramente su columna.

Su espina dorsal mandaba señales de auxilio a un cuerpo que pronto estaría muerto. Y sus ojos cristalinos, crédulos y nublados, sólo pedían contemplar una vez más a su adoración.

KHAOS •paperhat•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora