Don't let me be misunderstood (1/3)

295 40 37
                                    

I'm just a soul whose intentions are good.

¿Cuánto había pasado? ¿Dos semanas? ¿Un año? ¿Mes y medio quizás? Mientras Black Hat jugaba con el cráneo que ahora adornaba el lúgubre despacho desde donde dirigía un imperio de cenizas, miró sobre el destrozo de muebles raídos y polvo hacia el calendario que colgaba a duras penas de la pared oscura que lo separaba de un mar de muertos, cuya pieza final había liberado su último aliento hace apenas un día o dos. Los cálculos mentales le hicieron caer en cuenta de que llevaba casi dos semanas encerrado en aquel lugar, abusando de sus finos vicios mientras la soledad lo consumía por dentro. Saliendo sólo cuando la sangre de futuras víctimas llamaba a la violencia desmedida de su naturaleza.

El aire estaba viciado por completo, los tiroteos no sólo sacaban sangre a flote, también levantaban infinidad de escombros, el concreto destrozado había liberado toneladas de polvo en torno suyo y a veces provocaba en sí tos y cierto molesto malestar, acordes a su híbrida naturaleza que aún conservaba una pizca del amasijo de debilidades que son los humanos.

Cuando un malestar muy diferente comenzó a rondar todo su cuerpo Black Hat fue consciente de que no se debía al polvo, ni mucho menos a los números que ahora bailaban por toda la hoja del calendario pasando de cuadro a cuadro sin detenerse.

Aquel ser convaleciente en dolores tanto físicos como mentales sabía muy bien que la ansiedad que marcaba sus tendones y mareaba su cerebro se debía única y exclusivamente a una pequeña estrella pegada en una de las fechas, exactamente dos semanas atrás.

Aquel sería «El gran día» y Flug, emocionado como sólo él podía demostrarlo había decorado el pequeño cuadrito mientras tomaban un pequeño descanso de la planificación del proyecto que había desencadenado la catástrofe.

— Aún estando lejos logra moverme el mundo por completo Doctor.

Sólo la soledad que acechaba en la oscuridad de la habitación había escuchado aquél excelente juego de palabras. Pasó entonces un largo rato de silencio, en que dejando el cráneo de lado Black Hat sólo se había dedicado a sentir el dolor fluyendo, mirando la pared de frente como si en ella se hallara la cura de su dolor. Como si contra ella estuviera posado un hermoso chico rubio, vestido en pijamas con el aspecto descuidado de quien disfruta lo suficientemente la vida como para no notar el color de los calcetines que se coloca.

Mirando sin mirar aquel recuerdo que le devolvía coqueto una sonrisa, tomó la botella de whisky casi vacía que yacía sobre el escritorio y se sirvió abundantemente en el vaso que la acompañaba. Su guante rasgado contrastaba notoriamente con el ademán de elegancia que solía hacer con la mano cuando bebía este líquido.

— A su salud Doctor, porque al menos uno de nosotros salga del infierno.

Alzó su vaso, sin esperar respuesta del recuerdo más feliz de su vida y pasó aquel trago amargo, pensando que el escozor que sentía cuando el ambarino líquido bajaba por su garganta no le daba la talla al ardor conjunto de la serie de heridas que atravesaban toda su anatomía.

Algunas de las cortadas eran superficiales, otras tantas, debía reconocer, le habrían llevado a la muerte en pocos minutos de no ser por la fortaleza de un cuerpo modificado a base de magia negra.
Pese a ello su apariencia era terrible, con su ropa elegante desgarrada y maltrecha, con heridas descubiertas por donde quiera que mirara. El líquido carmesí que manchaba un poco todo aquello que tocaba empeoraba la perspectiva de su situación.

La sangre como los sentimientos es escandalosa.

Se relajó lo más que pudo contra la suave superficie del respaldar y permitió que su mente vagara en recuerdos que como morfina lo distraían del hecho de que estaba muriendo.

El último deje de conciencia que vio en el Flug que conocía había sido una sonrisa cálida y dulce, un simple gesto con la boca típico de los enamorados que tras una maravillosa aventura se arrojan anhelantes a los brazos de Morfeo.

Le gustaba que fuera así, pues era ese amable chico que sonreía el que le había doblegado y había arruinado su vida de la forma más maravillosa. Aquel ligero movimiento de labios representaba el último regalo de parte de un personaje que ya no existiría más para cuando el rubio despertara.

Fue duro dejarle inconsciente sobre el escritorio, pero cuando los hombres del desagradable sujeto que había dañado sus planes llegaron, su ira contenida se liberó junto a la serie de demonios que habitaban su cuerpo desde hacía tanto tiempo que no conseguía recordarlo.

Black Hat prefería ver aquel rostro herido y hermoso perdido en ensoñaciones, prefería eso a que los ojos que le miraban con admiración presenciaran la bestialidad con que su ocasional sed de sangre se manifestaba. Black Hat prefería todo a que el único ser que había concebido amarle le repudiara al conocerle realmente.

Enfrentar a aquellos maleantes no estuvo mal, las heridas iban y venían en su cuerpo. Laceraciones sangrantes recorrían largos tramos de piel bajo su usual traje de gala. Black Hat había procurado llevar consigo sus mejores ropas aquel día, no porque quisiera morir dignamente, sino porque nada lograba agitar tanto su fuero interno como ver las telas caras manchadas de sangre, nada podía ser más satisfactorio que el que sus zapatos perfectamente lustrados patearan una cabeza. Nada excepto ver al chico con su ropa o tan siquiera jalar esos cabellos de oro cuya suavidad aún conseguía sorprenderlo. Black Hat se estaba perdiendo en la barbarie y la brutalidad por desahogar un poco su ira, pero ni siquiera poseído por los demonios conseguía sacar de su mente a aquel impertinente.

Persona tras persona rebajó medio ejercito a un puñado de cuerpos convalecientes en un suelo sucio de sangre y concreto. Cuando la primera horda terminó se aseguró de que sus heridas no fueran lo suficientemente graves y se tomó una copa de vino, la sangre sobre sus labios y el alcohol hacían un buen conjunto después de todo.

Pasaron más personas por aquel lugar, más cadáveres, más heridas. Cada vez era más difícil mantenerse en pie cuando los disparos llegaban, entre más enfrentamientos pasaban sus demonios más se ofuscaban. Ya no importaba su parte mortal y las heridas irreversibles que ésta podía sufrir, lo único que importaba era no morir, que esos desgraciados no llegaran al sitio donde reposaba su más grande tesoro.

Dio un par de giros elegantemente al vaso cuyo único contenido eran unas cuantas gotas al fondo. Lo miró con detenimiento y volvió a subir su rostro hacía la pared donde el calendario y el recuerdo seguían intactos.

  — Vacío, se parece mucho a la manera como siento este sitio sin usted aquí, doctor.  

Pese a que se sorprendió ligeramente por sus propias palabras notó cómo el exterior del vaso también se veía mancillado por su propia sangre. No tardaría en desangrarse si las cosas seguían así, pero nada parecía importarle menos.

Sentado en la oficina, con heridas en el peor estado posible. Así fue como Flug le vio al despertar, tras un disparo programado a dos meses del arma que él mismo había creado. No pasó por alto la preocupación que cruzó por su mirada en un primer momento, pero luego notó que no había motivo para que ésta tuviera que ver con él. Después de todo, éste Flug no era el culpable de que el mundo se cayera bajo sus pies, éste Flug no le amaba, éste Flug adolorido, confundido y cansado ni siquiera le conocía.

(...)

Al menos ya sabemos que Flug no está muerto, resta esperar que Black Hat no se suicide, digo ¿qué?

Hoy no tengo nada que agregar así que espero le haya gustado aunque se aun poco ésto. 

Nos leemos pronto.



KHAOS •paperhat•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora