Psicosis (2/2)

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Háblate de mí, cuéntate mis obsesivos hábitos y extraños vicios. Por favor ilustra tu mente en las posibilidades que creas con mi poder. Que no te de pena contarte todos los pecados que ansías que protagonice.

- De todos los amantes que he tenido eres sin duda el más extraño Flug.

Aquello lo había dicho con sorna, un chiste mañanero para romper las cuerdas tensadas que rodeaban al científico. Casi con seguridad sabía que éste había tenido una de sus ocasionales pesadillas y era algo así como su deber el mejorar ligeramente su estado.

- Querrás decir el mejor, Blackye.

La sonrisa de medio lado dibujada en aquella boca sarcástica solía recordarle la esencia de las femme fatale de las películas policiacas que gustaba de ver. Pero este ente estaba completamente mejorado.

Poseía cierta astucia en sus ojos que usualmente se relacionaba con femeninas curvas y prominentes bustos, una figura de mujer ondeante como serpiente que mata a sus víctimas en una sanguinaria ráfaga. Sin embargo él, entre todos los seres, poseía el perfecto contraste entre angulosas facciones masculinas y ondeantes curvas, sus finos labios sólo evocaban un veneno discreto y sobrio. Una daga más que una pistola.

- Pues había cierta prostituta que no estaba nada mal ¿sabes?

Luego esa mueca en la que se lamía los labios como señal de aceptar un reto, era determinación de un guerrero, fuerte y tosco, pero el ademán que solía hacer con las manos lo elevaba a una condición de divina genialidad. Alguien que en el fondo sabía que no le ganarías nunca.

- Adivino, se fue cuando descubrió el fetiche con los lunares.

Y ahí estaba esa otra faceta, la cara de quien muerde gustoso una yugular y se contonea en el dolor del otro.

- No cariño, esa fue la de las caderas pronunciadas. Aquella se fue porque no pudo seguirme el ritmo.

Flug ante la mención de las caderas, casi instintivamente se aseguró sutil con su mano de que el edredón que lo cubría marcara las suyas, se había vuelto muy consciente de aquello que enloquecía al contrario.

- Es difícil mantener el ritmo cuando quien te acompaña es una anciano.

Y ahora Flug contenía un poco la risa ante su propio comentario. Había aprendido también a coleccionar como pequeños logros personales el desarmar a los demás con palabras. Black Hat sólo reía, era realmente feliz de ser él quien sacaba la mejor parte del científico, quien invocaba la seguridad, la calma absoluta. Quien antes que regalarle el mundo, le enseñaba a conquistarlo por sí mismo.

Un beso de buenos días fue lo siguiente en ese protocolo extraño que se habían inventado para pasar el rato las mañanas.

- Dime con qué soñaste esta vez.

Usualmente Black Hat no rompía la rutina con preguntas del estilo. Pero notaba en todo el ser del científico cierta reticencia a la realidad que hacia que ignorarlo no fuera una opción.

Flug sonrió y suspiró ruidosamente mientras se estiraba. Él sí se acogía al guión que tiempo atrás habían trazado.

- ¿Qué más poderes posees cariño?

- ¿Soñaste con eso?

Entre el vasto abanico de temores plausibles para protagonizar una pesadilla, Black Hat nunca pensó que sus poderes entraran como opción. No le pasaba por la mente una idea de cómo su versión de pesadilla utilizaba sus poderes sobre Flug.

- Soñé que tenías un extraño tipo de telequinesis, y con ella me inducías a un ataque cardíaco, rompías mi columna y mis costillas - tomó una breve pausa para perder su mirada en algún punto de la habitación, como rememorando los acontecimientos de su mente durante la noche, luego con rostro serio volvió la vista al mayor - Creo que me estoy volviendo loco.

KHAOS •paperhat•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora