D E C A M E R O N

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Cuando dos almas llegan a conocerse, ya sea en la calma o en el completo salvajismo van a complementar sus acciones. Somos lo que somos sea una noche cálida y estrellada o la más estremecedora tormenta.

Era una tarde lluviosa, últimamente el cielo lloraba sin cansancio desconcertando a quienes no sabían si tomar esto como presagio de abundancia o de la terrible y abrumadora tragedia.

Desde hacía un tiempo, las tardes se habían vuelto tiempo de palomitas y chucherías, de calor humano y café.

Aquella tarde bajo las mantas, se vieron obligados a contener los sublimes deseos que estimulaban las escenas de la película.

Desnudos y sexo explícito estaban retratados en la película con tanta exactitud como crueldad, y la condición humana se veía desnuda entre cuerpos imperfectos que siendo objetos de arte se convertían en sublimes revelaciones de una naturaleza inexplorada y salvaje.

Desde su reducido e inexperto club de cine, habían aprendido ciertas cosas sobre varios creadores. El director de turno era Pasolini, quien de manera magistral hacia saltar a la vista la naturaleza animal implícita en todo comportamiento humano y también el uso de los medios apolíneos, en banales y superficiales necesidades carnales.

Las historias sobre monjas que tenían el diablo dentro y amantes escondidos en jarrones, daban pie a una coquetería sutil pero directa, una insinuación constante de la posibilidad, que en aquel momento parecía irrealizable y lejana conforme en el silencio se alzaba un acuerdo de respetar el arte. Contemplarlo para luego buscar entenderlo, para dejar que se adueñara de sus carnes.

- ¿No quieres meterte a un jarrón conmigo?

La imágen en exceso sexual se mostraba en la pantalla, tan real y a la vez exagerada.

- Depende de qué tan grande sea ese jarrón.

Sí bien podía sonar como una obsena insinuación, no pasó a mayores. Flug sabía lo que estaba provocando: la esencia de la posibilidad y limitación en su jefe, quien se ponía en constante evidencia.

Las incesantes caricias entre su espalda y su cintura, daban a entender cierto nerviosismo. Y la manera como el mayor burlaba algunos momentos cruciales en la posibilidad o realizaba comentarios fuera de lugar, sólo resaltaban aún más la fiereza con que las imágenes estaban posesionandose de sus intenciones.

Flug estaba acostumbrado a sentir frío, pues por más que se envolviera en mantas o usara ropa gruesa y abrigadora, su temperatura corporal jamás ayudaba. Pero en vista de lo frío que se encontraba el calmado chico, el mayor acercó su cuerpo y rodeó con su brazo el que en esos momentos parecía un cuerpo frágil, posicionando el rostro del muchacho en su pecho.

Flug ubicó su cabeza con el propósito de que le fuera fácil ver la película, coincidiendo accidentalmente su posición con la de su jefe de tal manera que el guión y argumento pasaron fácilmente a segundo plano. Dejando a Flug desarmado ante los fuertes e insistentes latidos que se desarrollaban bajo aquel cálido pecho que le otorgaba calor.

El retumbar de un órgano que creía inexistente, opacaba cualquier sentimiento que fuera más allá de el momento y el instinto.

Las alteraciones de frecuencia captadas por Flug, con cada escena reveladora, con cada instancia de viabilidad. Encendían su intencionalidad primaria.

El sentir la sangre correr bajo la carne y captar su temperatura, lograba despertar a los dos entes primordiales del ser humano. Un eros que desea ser devorado o verse depredador, entre jirones de ropa, movimientos animales, una pequeña muerte y un gemido ahogado que invite al renacer.
Y un tanatos que incita al desbordamiento, al fin último de la depredación: La muerte definitiva.
La violencia y la necesidad de sexo, surgen como fuerzas en la mente del científico, y son estas mezclándose y cambiando entre sí, las que de manera astuta provocan al depredador que duerme plácidamente dentro de su acompañante.

KHAOS •paperhat•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora