D E P E N D E N C E

960 124 24
                                    

El científico ha durado en la misma posición por largo rato, sólo observando su laboratorio, completamente abstraído, como quien traza un plan maestro en su mente.

La pastilla color amarillo arde a la vista.

Mira cansado a la puerta.

Escucha calmado el silencio que se abre paso en la noche.

Su laboratorio bajo la tenue luz roja y azul de las luces de neón luce tan desolador.

Se está dando cuenta de lo insignificante que parece la realidad cuando poco a poco se acostumbra a salir de ella.

Se le hace extraño no ver el universo colapsar y las paredes venirsele encima.

Casi parece imposible para su mente que el aire no sea tan pesado como el hierro y que sus ojos desorbitados sólo busquen la oscura presencia de quién lo hunde cada vez más.

Imagina todo lo que podría ver con aquella puerta amarilla a otro mundo.

Ve látigos y collares, disfraces y dos esposas a cada lado de una cama tan grande como la combinación de todo lo que alguna vez a estudiado.

Se imagina dos estrellas orbitando sobre su piel, la fría mirada de su jefe llenando de calidez su alma y los golpes provocando una extraña sensación de gratitud.

El silencio hace que sus oídos zumben ligeramente, la realidad es en serio aburrida.

Se acerca un poco a su bata, ese botón amarillo lo llama.

Su fuerza de determinación se hizo más débil desde que comenzó a vivir en aquel oscuro lugar.

En menos de cinco minutos un girasol sale de su boca al tiempo que su techo se vuelve todo el cosmos.

Saturno lo rodea de joyas al tiempo que una apoteósica lluvia de estrellas amenaza con acabar todo su laboratorio.

Recostado en la cama espera su final a manos de los meteoros que impasibles caen a su alrededor, no dañan nada; pero consiguen crear un cambio radical, que por más que no se pueda distinguir bien es tan extremo como el ambiente roto.

En la habitación contigua Black Hat está sentado ante su escritorio, sólo pensando.

Juega con sus manos frente a su rostro, suspirando frustrado de vez en cuando.

Piensa en lo vacío que resulta para su aturdida mente la realidad que el mismo creó.

¿Siempre se veía tan falso su reino?

Tal vez sólo era la luz de neón que se colaba por las ventanas, tal vez sólo era ese infinito sentimiento de vacío y odio que lo había acompañado toda la vida.

Tal vez lo único que necesitaba era una blanca piel en la cual hundir su mente para distraer su melancolía.

Quizás era un dulce aroma o unos rasguños en su espalda lo que necesitaba para apaciguar su conciencia.

Todos tenemos ataduras, unas cuantas más ligeras que otras.

Mientras unos se distraen viendo el cielo, otros tantos miran el suelo esperando caer en cualquier momento.

Mientras el neón sigue encendido y algunas bombillas titilan llamando la atención, algunos mueren en manos de sus propias distracciones y otros tantos agregan un eslabón a la larga cadena de placeres culposos que ata sus pies a la realidad.

Somos seres enfermos y peor aún, dependientes de dicha enfermedad.

Nos atamos indiscriminadamente y regalamos pedazos de alma por doquier.

Mientras te pierdes en el cosmos, me pierdo en el recuerdo de tus lunares.

Un girasol sale de tu boca y una duda entra en la mía.

¿Qué tan dependientes podemos llegar a ser? ¿Qué puedes apostar si tu alma y cuerpo ya son míos?

Siempre tendremos únicamente esto... Esta atadura a aquello que nos destruye.

¿Sabes?

Estar atado es un interesante juego erótico cuando no es tu alma quién agita las cadenas.

KHAOS •paperhat•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora