No sé muy bien cuál es la razón por la que están leyendo esto, pero les recomiendo que dejen de hacerlo. No es la clase de historia que uno simplemente tiene ganas de escuchar. No se trata de un cuento macabro, ni un intricado cuento terrorífico, ni nada por el estilo. No es más que la historia de mi vida. De la vida en general. Y eso es todo. Pero la vida no siempre resulta tan fácil de confrontar. Así que sí. Vuelvan a cualquiera sea la cosa que estaban haciendo antes de ponerse a leer estas palabras. A mirar televisión, estudiar para la prueba de historia de mañana, o a observar el techo sin saber muy bien qué hacer. Lo que sea. Sólo dejen de leer esta historia, y háganlo lo antes posible. Es más, les recomiendo que lo hagan justo ahora.
¿Siguen aquí? ¿En serio? Bueno, en ese caso, supongo que van a hacer lo que se les plazca. No tiene mucho sentido que continúe insistiendo. Lo que sí, llegado el momento, no pueden decir que no se los he advertido. Porque he tratado de hacerlo.
Dado que están, al parecer, tan jodidamente empecinados en conocer mi historia, supongo que lo mejor es que comience a contárselas. Lo que es un verdadero problema, en realidad. Porque no tengo ni la menor idea de por dónde comenzar a hacerlo. Nunca sé dónde empezar a contar algo. Soy una escritora que no puede iniciar una historia. Sólo un astronauta con miedo a las alturas resultaría más irónico.
El problema es que las cosas no tienen, en realidad, un principio, así como tampoco tienen un final. Las cosas comienzan antes, mucho antes de que podamos siquiera dar cuenta de ello. Y siguen ocurriendo, infinitamente, sin detenerse jamás. Mientras el mundo siga girando, las cosas seguirán pasando, y el pequeño granito de arena que cada uno de nosotros ha colocado en ellas seguirá ahí, perdido pero presente. Me gusta pensar en eso. Dicen que el aleteo de una mariposa puede generar un tornado en la otra punta del mundo. Suena loco, ¿cierto? Tan sólo el aleteo de una mariposa. En este instante deben de haber miles de millones de mariposas aleteando en todo el Universo. Miles de tornados que pueden generarse, en cualquier parte del mundo, en cualquier momento. Y eso es sólo el aleteo de una simple mariposa. Significa tanto. ¿Qué ocurre con nosotros entonces? ¿Con cada una de las pequeñísimas cosas que hacemos? Tienen que significar algo también. Al menos, yo creo que sí. Creo que nacemos, y luego morimos, y en el medio hacemos algo. Algo grande o pequeño, algo hermoso o desgarrador o, como en la mayoría de los casos, algo que es un poco de todas aquellas cosas. Eso es algo que queda. Luego de que nos hayamos ido, y de que nuestros hijos se hayan ido, y de que nuestros nietos se hayan ido. Quizá pintamos un cuadro. Quizá rompimos el banco de la plaza de la ciudad. Quizá le dimos diez dólares al vagabundo de la esquina, que hicieron que no se muriera de hambre ese día. Lo que hicimos desembocó en hechos. Hechos que, a su vez, de seguro desembocaron en otros hechos. Y así continuamente. Nunca se termina. No hay pequeñas historias, ni grades historias, hay una única historia que abarca todas las nuestras. En la que todas se unen. Los principios de la literatura siempre fueron pura porquería para mí. Las historias no tienen finales. Uno se limita a decidir dónde cortarlas.
Y, bueno, como les decía, no creo que tengan tampoco principios. Si quieren que comience a contar la historia de mi vida, debería empezar relatándoles el día en que nací. Pero quizá, mi historia comenzó antes, cuando mis padres decidieron que era buena idea mantener relaciones sexuales justo nueve meses antes de que yo naciera. Debería explicarles qué fue lo que le ocurrió al preservativo de la farmacia para que no funcionara esa noche. Quizá podría contarles cómo mis padres se conocieron. O cómo sus padres se conocieron. Y los suyos. Y entonces, tanto ustedes como yo, acabaríamos dándonos cuenta de que mi historia, así como la historia de todos ustedes, ha comenzado con los principios del mismo Universo.
Lo cual es una lástima, porque no creo estar tan segura de cómo es exactamente que se formó el Universo. Además, no creo que estén leyendo esto busca de una lección de ciencias. Aunque no sé por qué es que siguen leyendo esto, a decir verdad.
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Serendipia
Romance-¿Sabes lo que es una serendipia?- preguntó Ethan, dando golpes a la esquina de la hoja con la punta de su lápiz. Puse los ojos en blanco. No entendía cómo Ethan podía pensar en la escuela, y en las serendipias, y en todas esas estupideces. Yo sólo...