Capítulo 9: Muchas estrellas y helados de chocolate sin tomar

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Besar a Ethan era como estar debajo del agua. Y no sólo porque hacía que resultara difícil respirar. Todos los sonidos y sensaciones exteriores se me hacían borrosas y lejanas, como si no existieran realmente. El universo entero y todo su contenido parecía estar comprimido y concentrado en el punto en el que nuestros labios se unían.

No estaba segura de cuánto tiempo hacía que estaba besándome. La cabeza me daba vueltas y había perdido la noción del tiempo por completo. Sentía que nuestro beso había durado una eternidad y un instante a la vez.

Supuse que estábamos besándonos desde hacía mucho porque sentía los labios cálidos, como si estuvieran ardiendo, y el cuerpo blando como una gelatina.

No creí que hubiera en el mundo nada tan bueno como besar a Ethan. Sentía el roce de su piel acariciando mis brazos y mi cuello, dibujando el contorno de mi cuerpo por encima de la ropa. Jamás había sido tan consciente de que tenía piel. Tenía tanta piel, en todas partes de mi cuerpo. Cada milímetro de ella parecía estar formado por miles de terminaciones nerviosas, que su contacto encendía como una corriente eléctrica. Mi cuerpo parecía despertar allí donde él me tocaba. Era una idea absurda y disparatada, pero se me ocurrió que mi cuerpo había sido creado para que él lo tocara.

Y fue una situación extraña. Odiaba mi cuerpo. Lo detestaba, como no creía que detestara ninguna otra cosa. Sin embargo, en ese momento, Ethan lo estaba acariciando. Y todo lo que Ethan acariciaba parecía ser hermoso. Inclusive yo.

Me arqueé ligeramente bajo el peso de su cuerpo. No estaba muy segura de cómo, pero había acabado recostada sobre el suelo, con Ethan sobre mí. El pasto me rozaba, haciéndome cosquillas en la espalda, mientras Ethan seguía besándome. Los movimientos de sus labios eran dulces pero firmes sobre los míos. Por momentos sus besos eran perfectamente controlados y por otros, parecían sumidos en la desesperación. Yo sólo me concentraba en intentar seguir el ritmo e intentar hacer que el mundo no diera tantas vueltas. No me iba demasiado bien en ninguna de las dos cosas. De vez en cuando, no podía evitar sonreír. Pero eso no parecía molestarle a Ethan, que continuaba besándome de todas formas. Pensé en que era algo curioso, e incluso increíble, la forma en que los labios humanos parecían haber sido hechos para coincidir.

Ethan se separó levemente de mí, y me miró por unos segundos. No pude controlarme, y un gemido de queja se escapó de mis labios. Casi por instinto, enrosqué mis brazos detrás de su cuello y tironeé para que volviera a acercarse a mí. Él sólo sonrió y pasó su lengua por el exterior de mi boca rápidamente, haciendo que un cosquilleo me recorriera toda la columna vertebral.

Hice un esfuerzo sobrehumano para no concentrarme mucho en lo que Ethan estaba haciendo. Intenté por todos los medios pensar en otra cosa, en cualquier otra cosa. Era algo difícil de hacer. Pero tenía que hacerlo. No quería que me gustara demasiado.

El sonido agudo de mi celular rompió el silencio de la noche como si estuviera acudiendo en mi ayuda. No pude evitar sentirme profundamente agradecida con el aparato y, al mismo tiempo, detestarlo con todo mi ser. Me pregunté cómo era posible, pero no tenía sentido intentar encontrarle alguna lógica. Mi interior ya estaba desordenado cuando Ethan no estaba besándome. Y, cuando lo hacía, era un auténtico caos.

-Deja que suene- murmuró Ethan contra mis labios. Su voz parecía más un ruego que una orden.

Sus palabras eran seductoras. La forma en que se inclinó, acomodando su cara en el hoyo de mi cuello para comenzar a besarlo lentamente, lo fue aún más. Sentí el roce de su lengua contra la piel de mi hombro y un sonido gutural se escapó de mis labios. Con mucha dificultad, conseguí incorporarme, haciendo que él se incorporase también. Me miró como si acabara de clavarle un cuchillo en el estómago o algo parecido.

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