La sonrisa de la maldad iluminaba aquel escenario de títeres. Todos esos seres, me observaban con sus grandes ojos inhumanos, dientes afilados como bestias y prendas lujosas cubrían sus pieles podridas en la avaricia y desesperación.
Un hombre enma...
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Grita la gente por la condición melancólica y desconsolada de mi filosofía, de mis palabras y pensamientos avanzados a la época en la que actualmente vivimos. Pero eso se da meramente a que yo, en vez de fabular un infierno futuro, como equivalente de los pecados de la gente he mostrado que hay algo de infernal allí donde está el pecado: en el mundo.
El mundo se viene abajo, pensé viendo de reojo la televisión encendida dando las noticias diarias, al fondo estaba Lay sacando los cuerpos de dos robustos hombres que sobrepasarían por el doble el peso de su cuerpo, sin embargo Lay era un chico fuerte... no, más bien la situación le ha obligado a ser fuerte.
Aquellos dos tipos era Mark Twin y John Pérez, habituales clientes de mi bar y conocidos por mi bolsillo por ser unos buenos alcohólicos que me dan buena ganancia, sin embargo la parte racional y sensata de mi cabeza me decía que esos dos hombres comenzaban a perder el rumbo de sus vidas.. bueno ¿acaso tenían vida? No estaba muy al tanto de las personas de mi alrededor, no desde que Chanyeol y Kai decidieron llevar a cabo su luna de miel junto a sus esclavos a Nueva York.
Pero ante todos soy un hombre de palabra y soy todo oídos, no me he ganado la confianza de las peores personas de estos barrios por mi cara bonita o por proceder de una familia adinerada. No, aquí todo tiene beneficios que se asocian a ventajas. Mark y John trabajaban en el gremio, sí durante muchas de sus borracheras habituales ambos jóvenes siempre acababan gritando lo duro que es trabajar como parte de ese digamos ''sindicato'' que vela por crear una sociedad estable y democrática a la vez que segura obviamente.
Arizona era de las poca ciudades que estaban logrando resistir a este ataque, sin embargo algo digamos sexto sentido, intuición femenina o mi olfato me decían que Arizona dentro de poco se iba a comenzar a desmoronar como el antiguo Imperio Romano, tan avanzado, tan reluciente de oro y victorias. Mark era nativo de américa, solo bastaba ver su pelo rubio como el oro, ojos turquesas y piel muy blanca casi ofendía el color de la leche; por otro lado John era según tenía entendido latinoamericano, probablemente de la resistencia de la Ciudad de México la última en quedar en pie.
Y aquella tarde, después de ofrecer mis deliciosas cervezas, vinos importados y algún que otro chupito a mis clientes habituales era hora de hacer lo que se me daba bien en mi oficio y a lo que en verdad me dedicaba.
—Atalos Lay, no muy fuerte pero si lo suficiente para que no escapen —murmuré sereno apagando el televisor y caminando hacía la puerta de mi local para cerrarlo desde dentro y correr las cortinas.
—¡Listo! —dijo el pelinegro, como de costumbre tan eficiente y rápido —¿juego de cuchillos?¿Veneno? o.. ¿Armas mejor?
— Trae un poco de anestesia y.. los cuchillos —si, sin lugar a dudas hoy era día de usar mi material traído desde japón ese que tanto hacía babear a Chanyeol.