Capítulo 2

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-¡Laura!

Una pequeña bola de papel impacta contra mi cabeza. Al instante, levanto mi cabeza del pupitre y miro a mi alrededor. Nadie parece haberse dado cuenta de que estaba durmiendo. Suspiro agradecida por ello.

Segundos después, el timbre suena. Le sonrío a Ed agradecida porque me haya despertado antes de que la clase terminara y el profesor se diera cuenta de mi estado.

-Pueden ir saliendo. Dejen la prueba en mi mesa.

Me levanto de mi silla y agarro mi prueba de examen.

-¿Te espero? -le pregunto a Carlos.

Está escribiendo el último problema muy precipitadamente. Asiente sin levantar la cabeza y, poco después, se levanta con rapidez de su silla.

-Terminado -susurra, con una sonrisa de satisfacción.

-¿Le has puesto el nombre? -pregunta Ed. Los dos sabemos lo despistado que es nuestro amigo.

Este, tras pensarlo un poco, asiente.

Caminamos hacia la mesa del maestro y colocamos nuestras pruebas. Primero Carlos, luego Ed y, por último, yo.

-Señorita -oigo llamarme el profesor una vez que voy a salir por la puerta.

Me giro.

-¿Sí, profesor?

-Váyanse -les dice a Carlos y Ed-. Quiero hablar con usted.

-Tengo clase ahora -le informo con nerviosismo.

-No importa. Luego le acompañaré a la clase para explicarle lo ocurrido.

-Te vemos ahora, Laura -dice Ed.

Asiento y ellos dos sales por la puerta. Me quedo de pie, en el centro del aula, expectante por lo que me tenga que decir. Estoy nerviosa, muy nerviosa, y no sé por qué. Este hombre es la tentación hecha person+a y ahora me encuentro sola con él, sin nadie más a nuestro alrededor.

-No ha hecho nada de la prueba.

Suspiro cuando me dice esas palabras. No sé qué me esperaba, ¿que me acorralara contra la pared y me besara? Aunque tampoco hubiera estado tan mal.

Niego con mi cabeza, mientras aparto esos pensamientos indebidos de mi mente.

-No sabía cómo hacerlo, profesor -digo, sincerándome.

-Conozco a las personas como tú. Se creen que pueden venir a mi clase y no hacer nada más que reírse y molestar a los demás. No voy a consentir... -suspiro, conociendo el discurso que va a soltarme y lo interrumpo, no dejándole seguir.

-Si cree que soy así está usted muy equivocado. Con el debido respeto profesor, no soy de esas personas. Me intento esforzar lo máximo en las clases pero matemáticas no es mi fuerte. Si quiere suspenderme directamente puede hacerlo ya. Soy nefasta en la asignatura.

Me mira durante unos instantes dubitativamente y, luego, asiente.

-¿Nunca se ha apuntado a clases particulares? -suspiro, si él supiera la de clases particulares que he visitado a lo largo de mi existencia.
-Montones, solo que la metodología de las personas que me enseñan en las clases particulares y la del profesor siempre son diferentes lo que hace que, con lo torpe que soy, me lie aún más. Por ello ya me he rendido.
-Bien, a lo mejor, cuando empecemos con el tema, puedo ayudarle dándole algunas clases en el recreo. Al no cambiar de metodología, quizá, le resulte más fácil.
-¿Lo dice en serio? -pregunto con interés y sorprendida por su oferta.

Él, mi profesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora