Capítulo 23

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Miro mis tatuajes mientras me levanto de la silla. Han quedado bastante bonitos. Me encantan.

Ángel entra en la habitación y me mira con una sonrisa mientras se apoya en el umbral de la puerta. El tatuaje, al final, no ha dolido demasiado. Un leve pinchazo seguido.

-¿Vamos? -pregunta.

Asiento y me dirijo hacia él.

-Espera, voy a pagar. -murmuro.

-No es necesario. Ya he pagado. -informa y pasa su brazo por mis hombros.

Cruzamos la puerta de salida y, una vez que estoy fuera, le miro con el ceño fruncido mientras me detengo.

-No me gusta que pagues mis cosas. -le aclaro.

Él se encoge de hombros y me mira con una pequeña sonrisa. Agarro el dinero de mi bolsillo y se lo tiendo.

Él niega mientras me lo devuelve.

-Es otro regalo de cumpleaños, tómatelo como eso.

Bufo y él ríe mientras nos dirigimos al coche.

-¿Vamos a tomar algo? -pregunta.

Le miro y asiento. Un rato con él no va a hacer nada malo.

Cuando llegamos al bar, nos sentamos en una mesa de la terraza.

-Gracias por todo. -agradezco.

Él niega y me sonríe.

-¿Quieres agradecérmelo de una buena manera? -pregunta. -Explícame qué ha pasado para que no quieras que tengamos nada.

Suspiro y le miro, sorprendida. No me esperaba eso.

-Te lo he explicado. Podemos perder mucho por una tontería.

-No me parece una tontería lo que teníamos, Laura. -murmura.

-Te voy a ser sincera. Me estaba enamorando, Ángel y sabía que tú no ibas a sentir lo mismo por eso no quería involucrarme más.

Me mira durante un instante, abre la boca para hablar y, luego, vuelve a cerrarla.

-Sí, será mejor que no tengamos nada más entonces. -murmura.

Muerdo mi labio mientras siento mi corazón estrujarse. Aún, en el fondo de mí, creía que él podría decir "yo también me estoy enamorando de ti, sigamos juntos" pero la realidad me ha golpeado en la cara fuertemente, como siempre.

Inútilmente, me empeño en hacerme ilusiones y crear secuencias en mi cabeza que, aunque sé que nunca van a ocurrir, me empeño en pensar que, quizás, algún día, tendré la suerte de que pasen.

Tras terminarnos nuestras cosas en un silencio incómodo, él me lleva a mi casa. En el camino a su coche, dejo el dinero en la guantera sin que él se de cuenta de ello. No quiero que me pague nada y menos ahora que no somos nada. Aunque, ¿a quién miento? Nunca hemos sido nada.

-Muchas gracias por todo, Ángel. -susurro.

Un nudo se ha instalado en mi garganta y tengo ganas de llorar.

-No hay nada que agradecer. -dice él y me entrega una pequeña sonrisa.

¿Por qué me suena esto a una despedida? Odio las despedidas.

-Adiós.

Salgo lo más rápido del coche y, una vez fuera, dándole la espalda al coche, permito que las lágrimas se deslicen silenciosamente por mis mejillas.

Cuando entro en mi casa, cierro la puerta con rapidez y corro hacia mi habitación antes de que mi madre me pueda ver llorando. ¿Cómo se lo voy a explicar lo que me ha ocurrido?

Tengo claro que me mataría si le contara que me he besado con mi profesor de matemáticas y que, además, también he dormido con él.

Días después, el nerviosismo llega hacia mí por la entrega del examen de matemáticas. Ni siquiera sé por qué estoy nerviosa, tengo muy claro que voy a suspender. Desde que dejé las clases particulares con Ángel básicamente no entiendo nada.

Cuando llega la clase de matemáticas me encuentro con los dedos cruzados, deseando que se le hayan olvidado los exámenes en su casa o que se los haya comido el perro de la vecina pero, cuando comienza a repartir unos papeles, mis expectativas se rompen.

Cuando llega a mí, evita mirarme mientras me entrega el examen. Un dos resalta en la parte de arriba: en color rojo, grande y rodeado. Para no llamar la atención, sí señor.

Suspiro y Ed me mira con una mueca.

-Lo siento. -dice.

-No tiene importancia, estoy acostumbrada. -le quito importancia.

Y, hasta ahora no la tenía pero, por primera vez, me siento fatal al haber suspendido un examen de matemáticas. Siento que le he decepcionado. Y sé que no debería de ser así.

-Mi madre me apuntará a particulares hoy mismo. Vaya asco. -exclamo y apoyo mi cabeza en el hombro de Ed.

-Señorita, le he devuelto el examen para que lo observe, no para que se tome la clase de descanso. Usted más que nadie debería de hacerlo con la miseria de nota que ha sacado. -exclama. -Esperaba más de un dos de su parte.

Todas las miradas viajan hacia mí y siento la vergüenza correr por mi rostro. Mis ojos se empañan, ¿cómo ha podido decir mi nota en medio de toda la clase?

Me levanto con rapidez de mi sitio y, lo más rápido que puedo corro hacia la puerta. Luego, salgo de allí corriendo hacia los baños. Una vez frente al espejo apoyo mis manos en el lavabo y agacho mi cabeza, dejando las lágrimas correr por mis mejillas.

¿Por qué me ha hablado tan mal delante de toda mi clase?

Una mano acaricia mi coronilla. Sollozo sin levantar la cabeza y, poco después, unos brazos bastantes conocidos me envuelven.

Apoyo mi cabeza en su pecho mientras aspiro su olor y sigo llorando en el pecho de Ángel.

-Lo siento, pequeña. -murmura. -Sé que he sido un idiota ahí dentro.

Sollozo de nuevo y mis manos se aferran a su camisa. Todo lo que está pasando entre Ángel y yo me está superando.

Todo sería más fácil si él no hubiera entrado en mi vida.

-En serio que he intentado aprobar. -murmuro con la voz entrecortada.

Ángel me atrae aún más hacia él.

Aspiro su olor mientras el llanto va cesando. Poco después, estoy más tranquila.

-Escúchame. -dice mientras me separa de él, con sus manos sobre mis hombros. -He sido un idiota ahí dentro pero, mierda, me está superando esto de que no nos podamos ver, Laura.

Mi respiración desaparece en cuestión de segundos.

¿Por qué me tiene que decir eso?

-Te necesito más de lo que quisiera.

Sus dedos acarician mi mejilla y yo cierro mis ojos, disfrutando del contacto. Suelto un suspiro.

-Voy a besarte. -murmura.

Poco después, sus labios se pegan a los míos. Muevo los míos al compás de sus labios, disfrutando de esto.

Es un beso suave que, en poco, se convierte en uno exigente y pasional.

Agarra mi cintura y me sienta sobre el lavabo, luego sus manos suben desde mi cintura, por dentro de la camiseta, hasta estar en mi espalda.

Suspiro sobre sus labios y él baja sus besos hacia mi cuello para luego seguir con el nacimiento de mis pechos.

Gimo cuando él comienza a succionar y luego comienza a subir sus besos de nuevo, hasta acabar en mis labios.

-Debemos volver a clase. -susurra sobre mis labios.

Asiento y vuelvo a atrapar sus labios con los míos para luego bajarme del lavabo.

No sé qué acaba de pasar, solo sé que necesito que se repita.

Él, mi profesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora