22 de junio, 1930
Una nueva canción estaba comenzando cuando apagué el motor y nunca llegué a descubrir de cuál se trataba, pero en aquél momento era lo que menos me importaba. Tenía el mejor ánimo del mundo, y era bastante notable. Guardé las llaves en mis bolsillos y bajé del auto, cerrando la puerta a mis espaldas. El estacionamiento estaba casi vacío, y es que la gente acostumbraba a ir a la tienda mucho más tarde en el día. Mi interés estaba en las verduras, así que cuanto antes mejor.
Lo primero que recibí al entrar fue una sonrisa por parte de la joven vendedora, y correspondí del mismo modo. Fui hacia el área de los vegetales y con ninguna prisa en lo absoluto comencé a escoger las cosas que quería llevar a casa. Estaba tarareando una canción cuyo nombre no conocía cuando un par de voces familiares cruzaron la puerta. Alarmado alzo la vista, y me encuentro con la mirada de la madre de Frank. La hiel sube de inmediato hasta mi garganta.
— ¡Doctor! —Exclama al instante, abandonando el brazo de su esposo para acercarse a saludarme. Él sigue sus pasos, con la compostura usual en un hombre de su estatus social.
— Señora Iero —Digo, intentando lucir sereno.
Ella parece no notar mi nerviosismo porque luego de un corto intercambio de miradas decide que un saludo verbal no es suficiente y se acerca a darme un abrazo. Se siente tibio y agradable, y quiero seguir abrazándola pero pronto se aparta. Y vuelve a mirarme desde la distancia que había tomado en un primer lugar.
— Puede llamarme Linda, doctor —dice ella, acomodando su cabello.
— Buenos días, señor Way —el señor Iero me saluda, y con un gesto de la cabeza correspondo a su saludo. Su gesto es severo, aunque siempre lo ha sido.
— Sé que quizás está ocupado. Pero no me perdonaría nunca si no hago esto —dice Linda— ¿Le gustaría ir a beber un café con nosotros? Me encantaría charlar de tantas cosas con usted, doctor...
Su mirada suplicante es idéntica a la de su hijo, y estoy bastante seguro que mi corazón se saltó un latido al encontrarme con esos ojos. Bajo la mirada a mi bolsa de compras y la dejo en donde estaba, sacudo mis manos y luego simplemente asiento, dedicándole una sonrisa tímida. En mi cabeza no hay formas de negarme a eso, y siento también bastante curiosidad de lo que ellos tengan para decir. Por otro lado, no puedo simplemente decirle que no tengo tiempo que perder porque su hijo está esperándome en casa... Así que sin más remedio salgo de la tienda en pos de sus pasos, juntos y en silencio cruzamos la calle y avanzamos durante media calle en dirección al sur hasta encontrarnos con una pequeña y bonita cafetería. Hay vidrios en cada pared, y muchas flores en el exterior. Es un bonito lugar... quizás algún día Frank pueda acompañarme a beber juntos un café, ¿Por qué no?
Tomamos asiento cerca de la puerta, junto a uno de los enormes ventanales. Puedo ver la tienda y parte de la ciudad desde ahí, incluso a lo lejos puedo ver la colina en donde sé, se encuentra mi hogar. Pero no hay tiempo para melancolía; Frank sabrá entender que sus padres me retrasaron así que simplemente vuelvo a mirar los ojos de Linda, y acepto el café que me invita cuando la mujer a cargo de tomar nuestros pedidos se acerca a la mesa. El silencio se mantiene flotando entre nosotros, y solo se difumina cuando los tres tenemos una humeante taza de café en frente. La primera en hablar es Linda. Aunque es lo usual, su esposo no es la persona más habladora del mundo, o al menos eso noté las veces que nos vimos a la cara en el pasado.
— Dentro de tres días van a ser dos meses desde que se fue... —Suspira.
«No se fue, él está conmigo...»

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beyond ・ frerard
FanfictionA diferencia de lo que muchos piensan, la muerte no es el final para todo, al menos no es el final para el amor. Y eso es algo que el doctor Way puede dar por firmado, porque aunque la muerte le arrebató a su paciente favorito de los brazos, sabe qu...