27 junio, 1930
Durante largos minutos lo único que logro escuchar es mi propia respiración acelerada. Tengo miedo, y es bastante tangible. Mis latidos cardíacos rebotan en mis oídos, aislándome del mundo externo y caigo de rodillas, gritando cosas que no tienen sentido y llorando como nunca lo había hecho. Estoy aterrado y es que a pocos metros de mí está mi hermano... ya sin vida.
¿Cómo pude? Me pregunto pero la respuesta es simple: El amor. Uno hace cosas locas por amor, y viendo a Frank acostado en la cama todo tiene sentido, y sé que quizás está mal que piense que vale la pena arrebatarle la vida a mi propio hermano por amor pero... a mí me hace bastante sentido. Y aun así, no puedo evitar sentir una culpa que me carcome el alma. Pienso en su esposa, en su familia, en nuestros padres... y con las manos en mi cabeza vuelvo a llorar.
No es posible... mi hermano.
Y en medio de la desesperación, la certeza de que Mikey posiblemente le dijo a nuestro padre o a su esposa que vendría a casa es todavía más inquietante. Alguien sabe que él está aquí y cuando no llegue a casa van a venir a investigar y... ¿qué voy a hacer? ¿Qué demonios voy a hacer?
Mi corazón parece estar a punto del colapso y aunque me repito una y otra vez la misma interrogante, mi cabeza no lanza respuesta alguna. La verdad es que no tengo ni la más mínima idea de qué hacer ahora. Temblando regreso a la cama y me recuesto bajo el brazo de Frank, abrazándome con él. Cierro mis ojos y poso la cabeza en su pecho, pero no escucho nada. Ni un solo latido.
— Frank... —suspiro, acariciando incansablemente su abdomen cubierto de yeso— Frank... ¿Qué voy a hacer?
Pero no hay respuesta, ¿y cómo va haber respuesta si Frank ya no está aquí? Yo mismo firmé el parte de defunción, yo lo vi en sus últimos momentos con vida y semanas después, yo mismo fui a sacarlo de su sepulcro. Desde el primer momento que Frank estuvo en esta casa... estuvo muerto. Todo, absolutamente todo fue producto de mi imaginación, mi mente enferma de amor y obsesionada con él. Su pobre cuerpo en descomposición estuvo en mi cama por más de un mes y aun cuando me sentía acompañado, él nunca estuvo conmigo. Nunca. Ni una sola vez.
Y aunque mis ojos están firmemente cerrados para no ver lo que hice, sé que mi hermano está a pocos metros de la cama, desangrándose. Muerto... mi propio hermano menor muerto por mi propia mano. ¿Cómo pude?
— ¿Cómo pude? —Pregunto en voz alta, pero no hay respuesta.
Mis ojos se llenan de lágrimas y con el grito atorado en mi garganta comienzo a llorar. Me siento estremecer, me siento al borde del colapso y no hago más que llorar. Llorar por lo que hice, llorar por mi hermano, llorar por Frank, llorar por mí mismo... todo está tan mal, todo está tan retorcidamente mal que simplemente no hay salida. Ya no hay salida. Todo está podrido.
— Tranquilo... —Es solo un susurro, pero a esa dulce voz le acompañan caricias en mi cabeza, y al apartar mi rostro veo a Frank sonriéndome. Luce tan bien como en las fotografías antes de morir. Es un espejismo quizás.
Con sus pulgares enjuga mis lágrimas y me sonríe, invitándome con un gesto de su mano a alzarme para besarlo en los labios. Y lo hago. Él responde a mi beso y luego nos fundimos en un apretado abrazo. Pero a lo lejos todavía puedo ver a Mikey en el piso, y entonces mi mundo perfecto vuelve a resquebrajarse.
Él mira en la misma dirección que yo, y suspira.
— Lo hiciste por mí —dice en voz baja—, lo hiciste por amor.
— Era mi hermano...
— Él iba a separarnos.
Frank se remueve a mi lado y se pone de pie, caminando hacia él. Está desnudo, pero no hay morbo en mí mientras lo observo. Se pone de rodillas para recoger el arma, y luego regresa a la cama, y recostándose a mi lado, la mueve entre sus manos, cargándola con un ágil movimiento de sus manos.
— ¿Qué haces? —Pregunto con un hilo de voz.
— Él iba a separarnos —repite Frank—, y no puedo... no podemos dejar que nadie nos separe.
— Tú estás muerto —murmuro con la boca seca, él asiente. — No... —mi mano va a arrebatarle el arma, y aunque la sujeta con fuerzas, puedo quitársela ponerle el seguro. Dejo el revólver a nuestro lado, sobre la almohada, y vuelvo a abrazarlo, escondiendo mi rostro en su pecho. Él acaricia mis cabellos, su tacto es tan suave que pronto la amenaza del sueño empieza a cernirse sobre mi cabeza.
— Te amo —dice Frank—, te amo...
— Yo igual te amo —respondo en un susurro—, pero esta no es la forma... tengo que afrontar lo que hice, lo que te hice a ti, lo que le hice a mi hermano... no soy una persona cuerda, Frank. Tengo un problema.
— ¿Y eso qué? —Él alza la voz— Nadie es normal estos días, Gee.
— Te amo —suspiro.
— Y por eso tienes que hacerlo... quiero que estemos juntos, juntos para siempre. No puedo... no quiero que nos separen, tengo miedo de lo que vaya a pasar contigo si tienes que enfrentar a la policía. Eres demasiado frágil, Gee. Te vas a quebrar, te van a quebrar. No quiero que te rompan... te quiero íntegro, quiero tu amor obsesivo, te quiero a ti, conmigo. Para siempre.
Miro a sus ojos y nuestras miradas se conectan durante largos minutos, él no miente. Él me quiere consigo, de verdad me ama, de verdad intenta protegerme. A tientas busco el arma y la pongo en sus manos, y embelesado veo como vuelve a cargarla. Cierro los ojos entonces, y apoyo mi cabeza en su regazo, listo para lo que venga.
— En la clínica —comienza él—, siempre escuchaba esta canción de Lee Morse... y cuando la cantaste para mí, cuando volviste a buscarme, supe que eras el indicado.
Lo miré extrañado, en mi mente había una voz que me decía que esto no era normal. Que estaba alucinando, que era producto de mi imaginación... pero aun así, no quería ver la realidad. Cerré mis párpados y suspiré.
— Cántala para mí —pedí, él rió— Por favor...
— Bien —murmuró, aclarando su garganta. Sentí el frío cañón del revolver pegarse a la piel de una de mis sienes, y cerré los ojos, intentando relajarme. Llevé una de mis manos a las suyas sobre el revólver, pero su dedo estaba firmemente sobre el gatillo, y cuando intenté forcejear para arrebatárselo, su dedo lo apretó. Y la bala perforó mi cráneo. No tuve tiempo para decirle que había cambiado de decisión, que ahora quería enfrentar lo que el destino tuviera preparado para mí. No alcancé a decirle que tenía miedo... lo último que pude escuchar fue la canción de Lee Morse, saliendo en susurros de sus secos labios sin vida.
What does it matter if rain comes your wayand raindrops patter along?
The rain descending should not make you blue
The happy ending is waiting for you
Take your share of trouble, face it and don't complainIf you want the rainbow, you must have the rain.
Happiness comes double after a little painIf you want the rainbow, you must have the rain...

ESTÁS LEYENDO
beyond ・ frerard
FanfictionA diferencia de lo que muchos piensan, la muerte no es el final para todo, al menos no es el final para el amor. Y eso es algo que el doctor Way puede dar por firmado, porque aunque la muerte le arrebató a su paciente favorito de los brazos, sabe qu...