Capítulo 8: De Carbón a Diamante

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Desperté cómodamente en una cama iluminado por los rayo del sol naciente, estaba tapado con unas cobijas de lana, por un momento creí que estaba en mi casa, por un momento...cuando observe la habitación a mi alrededor era un lugar hogareño, había fotos de muchas familias, de niños jugando y riendo, era una habitación acogedora.

Me levante y salí de la habitación tranquilamente, toda la casa era igual que aquel cuarto, era rústica, amigable y sobre todo hogareña, la casa estaba hecha de ladrillo y madera, entre a otras habitaciones pero eran todas iguales a la que me desperté, camine por los otros cuartos y no encontré nada más, después descubrí unas esclareas y baje por ellas.

Abajo había una pequeña concina cubierta de losas blancas, también me encontré con una sala de lo más hermosa, había tres sillones de cuero uno para una sola persona otro un poco más grande, deberían de caber dos personas con facilidad y ambos rodeando a un tercer sillones mucho más grande, este tenía de frente una chimenea, que por algún motivo estaba encendida. Seguí caminado por la casa hasta que tope con una puerta de madera, todo parecía tan tranquilo en ese lugar que ni si quiera pensé en no abrirla. Al hacerlo lo vi.

Dentro el suelo estaba cubierto por aviones, barcos y tanques, todos ellos de madera, las paredes están decoradas con dibujos y pinturas infantiles. Y en el suelo había un niño, era de no más de 6 años y estaba muy concentrado armado un pequeño avión. Después de estar unos minutos observándolo el niño pareció notar mi presencia.

-¡Hola soldado!- dijo el pequeño con una voz alegre y saludando como si saludara a algún general de una guerra.

-Hola pequeño-

-Puedes llamarme Rob-

-Está bien Rob- me acerque un poco y me senté a su lado – ¿Qué tienes ahí Rob?-

-Es un avión Ingles de la Segunda Guerra-

No pude evitar sentir un escalofrió ante las imágenes que volvieron a mí de mi no tan agradable encuentro con el Diablo.

-Muy bien- termine diciendo.

-Pero esto es muy cansado y difícil- dijo Rob quejándose- Aparte tengo muuuucho que quiero que veas, vamos vamos-

Rob se levantó y yo con él, después me tomó la mano y me guio fuera de la habitación hasta la puerta principal de la casa, salimos por y bajamos por las escaleras del porche, hasta el jardín delantero.

Fue corriendo hacía una pelota blanca, la tomo y me la lanzó.

-¡Vamos! ¡No dejes que caiga!- me gritó el pequeño

Comenzamos a jugar con la pelota y continuamos así por un buen rato, hace mucho que no me divertía de esa forma y la jovial risa del niño era muy contagiosa.

Cuando la pelota cayó por quinta ocasión Rob la dejó tirada y se acerco a mí.

-Nunca olvides divertirte Eiden ¡Es para lo que esta la vida!-

El niño después de decir estas palabras corrió hacia la casa, lo seguí un poco más lento y escuche como las risas subías las escaleras, así que yo también lo hice. Al subir noté que una de las habitaciones tenia la puerta cerrada, esperaba encontrarme con el mismo modelo de cuarto en el que yo desperté, sin embargo lo que vi fue un suelo cubierto de ropa, posters de músicos y bandas en las paredes, todo el lugar era un desastre.

De pronto del baño salió un joven, tendría aproximadamente unos 15 años, no más, tenía el pelo del color de carbón y una mirada melancólica.

-Hola- dije amablemente

-Hola- me contestó con desinterés

-y tú eres...¿El hermano de Rob?-

-Vamos, pareces más listo de lo que eres, yo soy Rob-

Sueños Del Alma De Un Hombre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora