Capítulo 4: Los Fantasmas Que Escuchan Y Ven

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Cuando desperté, una noche profunda cubría el cielo, mire a mi alrededor para ver donde me encontraba esta vez, ya no sentía miedo, después de todo lo he vivido y aprendido poco a poco el miedo se había transformado en curiosidad, después de analizar mis alrededores descubrí que estaba en lo alto de una pequeña colina, desde ahí pude ver una ciudad que se alzaba frente a mis ojos, una ciudad que parecía hecha de luces.

Camine por un sendero para bajar la colina, podía notar en el ambiente un olor fresco como la lavanda que llenaba mis pulmones, con una suave brisa que lo acompañaba. Con un paso lento y tranquilo llegue a la base de la colina, parecía que estaba en un parque; un parque vació, así que seguí un camino rocoso, lleno de árboles, flores y arbustos, ver la naturaleza de esa forma era algo gratificante.

Después de recorrer el camino, me encontré con una reja, estaba abierta de par en par así que la cruce y me dirigí hacía las luces. En el camino al centro de la ciudad no me encontré con nadie, las calles estaban desiertas y poco iluminadas, cubiertas de casas viejas y de materiales pobres, estaba en lo que parecían las afueras de la ciudad. Estas afueras eran tenebrosas, ya que la poca luz que había combinada con la soledad daban como resultado el escenario perfecto para una película de terror.

Mientras avanzaba, el olor de lavanda que minutos antes había alegrado mis pulmones era lentamente sustituido por un aroma no muy agradable, era una especie de combinación de suciedad y grasa, pensar en que era lo que generaba el desagradable olor me distrajo del obscuro camino y sin darme cuenta estaba a solo un par de calles del centro de  la Ciudad de Luces, el punto del cual la ciudad competía con el cielo por el derecho de iluminar la noche.

Al llegar al centro mis ojos quedaron maravillados, decenas de edificios rodeaban una bella plaza principal. Cada edificio estaba completamente cubierto de pantallas o luces de neón y en los edificios más grandes, ambas, la luz que estos emanaban era de todos los colores que existen iluminado así la plaza y a noche. Después de recorrer con la mirada cada edificio dirigí la vista a la plaza, había bancas, jardineras y plantas pero lo más notable era un árbol; un árbol colosal casi tan grande como los edificios y como mínimo, igual de brillante totalmente cubierto con pequeñas luces que bailaban en millones de colores.

Me acerque a la plaza, esperaba encontrarme con alguien o algo que me explicara que hacía aquí, al llegar note que a pesar de las muchas personas que me rodeaban, ninguna me notaba, cuando un hombre camino directamente hacia mí me prepare para el golpe esperando que así me notara, pero pasó a través de mí como si yo no estuviera ahí. En ese momento sentí lo que los fantasmas sienten.

Continué caminado con tranquilidad por la plaza donde note de nuevo ese horrible aroma de suciedad, a pesar de esto, las personas lucían felices, las risas llenaban inundaban el ambiente con dulzura, incluso yo caminaba por la plaza con una sonrisa en el rostro mientras observaba a las luces bailar por doquier.  Pero poco a poco mientras más observaba y más escuchaba a las personas notaba poco a poco la realidad.

Los hombres y mujeres, parecían felices a simple vista, cualquier persona que solo echara un vistazo lo diría,  pero vestían harapos, casi todos tenían el rostro hundido y a pesar de sus risas lucían una expresión trise. Decidí seguir a un par de hombres, el primero, alto y con una barba desaliñada vestía unas prendad gastadas, el segundo era más bajo pero notablemente más joven, su playera estaba llena de agujeros al igual que sus pantalones. Ambos hombres reían jovialmente mientras mantenían una conversación animada.

-Las luces brillan más esta noche, estoy seguro- decía el hombre joven

-Jeff, las luces brillan la misma intensidad cada noche, ya te lo e dicho más de una vez, solo que esta vez son más luces amarillas- contestó el otro

Después ambos soltaron una carcajada, no entendía del todo porque, aún así decidí seguirlos un poco más.

-Y dime Jack, ¿Viste el partido de ayer?-

-¡Claro! Nuestro equipo de luces jugó excepcionalmente-

-Como siempre lo hacen-

-Así es, oye ¿ese verde es nuevo?-

-Me parece que si ¡qué hermoso es!-

Así se extendía la plática, por muchos minutos más, los hombres no hablaban de nada pero reían, no decían nada pero se entendían. Se acerco a otros grupos, a mujeres, hombres, niños y ancianos y en todos, se repetía el mismo patrón.

Mientras la noche avanzaba, la luna era opacada por los brillos de la ciudad, pero pareció darle a Eiden una nueva claridad. Las personas se volvieron transparentes y ahora en su pecho podía notar una llama, en la cual rostros se formaban, moviéndose al son del fuego.

Se acerco a una mujer, por su rostro podía pensar que en algún momento esta mujer fue muy hermosa, sin embargo ahora tenía bolsas negras en los ojos y una sonrisa forzada pegado a este, sin ningún rastro de la mujer que alguna vez fue. En cambio las llamas de su pecho mostraban un rostro gritando, ligeramente podía escuchar los sollozos de esté, gritaba e intentaba escapar, sin embargo el rostro real de la mujer permanecía inmutable con esa horrible sonrisa en el rostro.

Así continuo por horas, observando y escuchando los rostros de fuego, viendo como las almas de los hombres sufrían, contenidas. Las luces, eran la mayor afición de esta gente, parecía distraerlos y mantenerlos entretenidos, absortos en ese estado de felicidad perpetua en el que se encontraban. Los hombres tienen miedo del conocimiento, prefieren seguir a las masas y fingir ser felices a en verdad serlo, por que si hombre adquiere conocimiento, piensa y si piensa actúa.

Cuando la luna se oculto y os primeros rayos del comenzaban a formar el amanecer, las personas empezaron a marcharse, como si se les hubiese dado un orden, rápidamente la plaza quedo casi tan desierta como el parque en el que desperté, y ahí entendí que mi tiempo se agotaba, aunque ya no importaba, ya lo había comprendido.

Hoy fui un fantasma, entre cientos de personas fui invisible, aprendí a observar y escuchar, a marginarme y ver a través de las mascaras que la gente acostumbra a usar, aprendí a ver sus almas.

Pero sobre todo entendí que los humanos hablamos y hablamos, pero no decimos nada


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