The Tell, pt.1
—Derek, de verdad, me tengo que ir.
Esa era la tercera vez que se quejó Scott. Nos encontrábamos en la azotea del videoclub de Beacon Hills, vigilando los movimientos del alfa. Después del asunto de la bala mágica, Derek había insistido bastante en seguirle la pista, lo cual había supuesto levantarnos de la cama varias noches de instituto. Este fulminó a Scott con la mirada e ignoró su queja.
—Todavía es pronto.
Un coche estacionó ante la puerta del videoclub y todos supimos que era el de Jackson porque era el único Porsche del pueblo. Compartió unas cuantas palabras con Lydia antes de dejarla en el vehículo y entrar a la tienda.
—Escucha, tengo una vida que vivir, en la que no está incluido el tema sobrenatural —indicó Scott, hablando en voz baja— ¡Mañana tengo que ir a una reunión con mi madre porque no apruebo Química!
—¿Quieres aprobar o quieres morir?
—Si sigo suspendiendo, créeme, acabaré muerto.
Todas y cada una de las vigilancias habían acabado en una discusión que se refería a los estudios o a los Argent. Puse los ojos en blanco y alcé las manos en el aire, cansada de estar siempre en el medio. Al instante, dejaron de escucharse sus voces y me giré para ver qué había pasado.
—Oh, no —susurré, viendo como se habían quedado congelados.
Puse una mueca y me llevé una mano a la boca, mordisqueando una uña con nerviosismo. En los últimos días también había tenido varios accidentes con mis poderes y empezaba a preocuparme eso del descontrol.
El nuevo poder activo de bruja, inmovilización molecular (denominado por el grimorio), es herencia de una de mis tatarabuelas y es bastante difícil de gestionar. Por suerte, no era dañino, pero no había dejado de congelar situaciones aleatorias por una semana; lo peor era esperar a que todo volviera a su estado natural.
Esta vez lo que les devolvió en sí fue el grito de Lydia. Me apresuré a asomarme por el borde de la terraza, con Scott y Derek siguiéndome apresurados. Una gran figura salió despedida por la cristalera y corrió a refugiarse en el bosque mientras las ventanas del videoclub se derrumbaban. Tragué saliva con fuerza al ver lo lejos que se veía el suelo desde ahí y me alejé antes de que sintiera que se me oprimía el pecho.
—¿Deberíamos hacer algo? —preguntó Scott.
—Estamos aquí para averiguar quién es el alfa y por qué está matando a gente.
—Espera... —dije, recordando que Lydia no había venido sola— Jackson está dentro.
Miré a Scott, horrorizada, sintiendo como mi cuerpo comenzaba a temblar. Si le hubiera llegado a pasar algo, cuando yo estaba tan cerca, no me lo perdonaría jamás. Además, ya habíamos comprobado que el alfa no era para nada indulgente y su sed de sangre no difería entre inocentes.
—No puedes ir ahí abajo —negó Derek, cogiendo de mi brazo cuando pasé por su lado, y devolviéndome a mi posición anterior.
Solté un quejido y me retorcí bajo su agarre en un intento por soltarme.
—Solo voy a comprobar que esté bien, será un momento.
Él sabía perfectamente cómo me sentía al respecto cuando alguien inocente estaba en peligro: impotente, vulnerable e irritada. Me mordí el interior de la mejilla cuando me impidió que me moviera y lo fulminé con la mirada.