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Linda sonrisa 

El día de Sebastian no podía ser peor.

Por la mañana, su jefe lo regañó por una tontería que ya ni siquiera recuerda, y como penalización tendría que trabajar una semana sin paga.

Luego, Emily lo llamó informándole que sus padres habían intentado comunicarse con ellos. Esa situación fue la que más dolores de cabeza le causó, Emily y él habían prácticamente huido de casa por dos motivos diferentes.

Sus padres eran dos poderosos empresarios en la famosa ciudad de New York, y queriendo formar lazos con una empresa igual o más poderosa, habían decido arreglar un matrimonio, en el que Emily tendría que casarse con el hijo mayor del hombre que dirigía la otra empresa.

La chica por supuesto se negó, y Sebastian también, no iba a permitir que su hermanita fuera vendida y utilizada de esa manera.

Y bueno, Sebastian fue prácticamente echado de la casa cuando su familia lo vio teniendo una sesión de arrumacos con un chico en el sofá de la sala.

Desde entonces, ambos hermanos habían sobrevivido por su cuenta. Sus padres llamaban a Emily de vez en cuando, intentando convencerla de regresar y efectuar el matrimonio, pero la chica siempre se negaba.

En la tarde, cuando Emily se marchó a la universidad, él decidió salir a despejarse, y dado que no había hecho las compras de esa semana, aprovecho el paseo y fue al supermercado.

Tan preocupado y alterado estaba que paso por alto su disgusto por hacer las compras, pero hubo alguien que sí lo noto.

- ¿Te puedo decir algo?- Sebastian salió de su ensoñación dándose cuenta que se había formado en la caja de Michael, aun algo confundido asintió con la cabeza, el oji miel sonrió tímidamente –Sé que no nos conocemos, pero hoy pareces diferente, triste de alguna manera, ¿Podrías sonreír para mí?- pidió el cajero sonrojándose levemente. Si el corazón de Sebastian comenzó a latir como si hubiera corrido un maratón, está seguro que fue culpa de la inesperada acción, no porque el gesto le haya parecido tierno ni nada.

A pesar de sus dilemas mentales, trato de dedicarle una sonrisa al chico frente a él. A Sebastian no le gustaba su sonrisa, pues sentía que parecía más una mueca macabra que una sonrisa en sí, pero el rostro de Michael se iluminó y correspondió la sonrisa –Tienes una linda sonrisa, me gustaría verla más seguido- sin poder evitarlo, Sebastian sonrió nuevamente y dándole el dinero al chico, salió del supermercado pensando que él no era el único con una linda sonrisa.

Bueno, el día no había sido tan malo después de todo.

El chico de la tiendaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora