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Confesión

Sebastian sentía que estaba cometiendo el mayor error de toda su vida. Y sin embargo allí estaba, afuera del supermercado donde trabajaba Michael, esperando la hora de salida del chico.

Durante el resto de la tarde no pudo sacarse de la mente el hecho de que algo malo le había sucedido a Michael, por lo que después de que Emily se puso a terminar un trabajo de la universidad, él alegó que daría un paseo y salió rumbo al supermercado.

Llevaba cerca de media hora esperando, sentado en la banqueta y observando de vez en vez la puerta automática del establecimiento, esperando ver la cabellera castaña de Michael salir de la tienda.

Una hora después, cuando el cielo estaba a unos cuantos minutos de oscurecer, Sebastian observó a Michael salir del lugar, por lo que se puso de pie casi de un salto y se acercó al chico que parecía altamente sorprendido por la presencia de Sebastian.

-¿Qué estás haciendo aquí?- cuestionó con un tono lastimoso, como si le costara decir las palabras, Sebastian había preparado mil y un palabras para decirle, durante la hora y media que estuvo sentado esperando, había planeado exactamente que preguntar y que decir.

Había pensado que le preguntaría si había sucedido algo malo.

Había pensado en preguntarle si podía ayudarle con eso que lo hacía sentir mal.

Había pensado en disculparse por si fue su culpa que él estuviera así.

Había pensado en muchas cosas, pero lo único que salió de sus labios fueron unas simples dos palabras...

–Me gustas.

Ambos chicos se quedaron sin respiración, aturdidos por la confesión dicha por Sebastian. Michael parpadeó varias veces, como si estuviera intentando controlar alguna lágrima furtiva, mientras su rostro se sonrojaba, abrió la boca varias veces para intentar hablar, pero enseguida la cerraba, sin decir ni una palabra.

-P-Pero la chica de hoy...- exclamó bajando la mirada, completamente avergonzado. Sebastian no pudo evitar sonreír con cariño y comprensión –Su nombre es Emily- Sebastian observó como el chico se estremecía al escuchar el tono de cariño con el que se refirió a la chica –Y es mi hermana menor- en cuando las siguientes palabras abandonaron sus labios, Michael levantó la mirada, con sorpresa y vergüenza plasmados en el rostro.

-E-Entonces- no pudo terminar la frase y se cubrió el rostro con ambas manos, completamente avergonzado. Sin poder evitarlo, Sebastian se acercó hasta que estuvo frente al chico y le dijo con una voz calmada y dulce.

-Me gustas, Michael- repitió y el cajero no pudo hacer más que sonrojarse y susurrar muy bajito –Tu también me gustas- Sebastian rodeó al tembloroso chico con sus brazos, abrazándolo y balanceándose de un lado a otro, como si bailaran.

Ambos soltaron una risa, mientras seguían abrazados en la entrada del supermercado.

Sebastian puede confirmar, que nunca se había sentido más feliz en toda su vida. 

El chico de la tiendaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora