Héroe sin capa
Sebastian trabajaba en una oficina, si bien no era el mejor trabajo del mundo, era suficiente como para que él y su hermana pudieran sobrevivir. Sebastian odiaba su trabajo, porque era aburrido y no era para nada lo él se había imaginado como el trabajo de su vida.
Usualmente únicamente tenía el turno matutino, pero ese día, uno de sus compañeros se reportó enfermo, por lo que su jefe le pidió si podía cumplir con las horas que le correspondían a su compañero. Sebastian aceptó, algo de dinero extra no les vendría mal, así que mensajeando rápidamente a Emily, avisando que llegaría tarde a casa, permaneció en la oficina.
Eran cerca de las nueve cuando Sebastian finalmente pudo salir y encaminarse a su casa. A pesar de ser relativamente temprano, las calles estaban casi desiertas y la ciudad parecía haberse convertido en un lugar oscuro y tétrico.
Con algo de nerviosismo Sebastian apresuró el paso, y al doblar una esquina, observó a un par de idiotas intentando asaltar a un pobre chico al que habían acorralado en un callejón.
Repitiéndose mentalmente que no era su problema, siguió avanzando, no había andado más que un par de pasos, cuando dio media vuelta y se adentró al callejón. Golpeó en el rostro a uno de los tres hombres que estaban molestando al chico.
Estaba en clara desventaja, tres contra uno, pero a pesar de eso, estaba aguantando bastante bien, y en un momento el chico que había estado a punto de ser asaltado intentó ayudarlo provocando que uno de los hombres tropezara y se golpeara la cabeza quedando aturdido.
Sabiendo que estaban llamando demasiado la atención, los tres hombres comenzaron a correr fuera del callejón dejando a Sebastian y al otro chico completamente solos.
-Gracias- murmuró el chico, y Sebastian enseguida reconoció su voz, por lo que se giró bruscamente, encontrándose a Michael, de rodillas en el suelo y respirando agitadamente.
-No fue nada- respondió dedicándole una sonrisa, a pesar de lo fuerte que fueron los golpes, Sebastian no sentía dolor, sabía que había hecho lo correcto, y la tímida sonrisa de Michael era la única prueba que necesitaba para convencerse de ello.
-¿Cuál es tu nombre? Es curioso que te vea casi todas las semanas y nunca te lo haya preguntado- exclamó el oji miel y Sebastian sintió una oleada de nerviosismo y esperanza golpearlo por completo –Sebastian- respondió de manera calmada, todo lo contrario a como realmente se sentía.
-Bueno Sebastian, gracias otra vez por salvarme- dijo el chico poniéndose de pie y ofreciéndole la mano como forma de presentación. Si Sebastian sintió una corriente eléctrica recorrer su cuerpo cuando su mano hizo contacto con la de Michael, él lo ignoró completamente.
-No fue nada, Michael- el aludido sonrió y se ruborizo levemente, no hacía falta preguntar cómo era que conocía su nombre.
-¿Nos vemos mañana?- exclamó el oji miel con cierto tono bromista en su voz, y Sebastian no pudo hacer otra cosa más que asentir con una discreta sonrisa –Ve con cuidado- advirtió antes de que el chico saliera del callejón, Michael se giró y le dio un asentimiento de cabeza antes de marcharse.
En la soledad del callejón, Sebastian sonrió sin poder evitarlo, pensando que finalmente la buena fortuna parecía haberse puesto de su lado.
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El chico de la tienda
Storie d'amorePara Sebastian, el hacer la compra de la casa era una tarea que siempre le había fastidiado. Pero no podía quejarse o decir algo al respecto, porque cuando se mudó a la ciudad de Seattle en compañía de Emily, su hermana pequeña, ambos se habían divi...