Capitulo XIII ¿Dónde estamos?

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La desesperación aumentaba, en un instante todo se llenó de agua, maletas, mochilas, papeles, todo flotaba por todas partes, también los gritos, y el temor eran dueños de la circunstancia, los pilotos despertaron con susto muy desesperados y salieron trastabillando de la cabina.

¡¡¡MORIREMOS!!! ¡¡¡ALGUIEN AYÚDENOS!!! Las voces de angustia sonaban por todo el avión, completamente todo se seguía hundiendo y por mi mente pasaban recuerdos y cosas que pude haber hecho antes de morir y que ahora nunca sucederían, en un instante todo quedó en silencio para mí, todo corría en cámara lenta a mi alrededor, solo pensaba ¿Por qué no pude hacer más?

Nunca encontraría a Leikan, mi madre nunca sabrá que la quise mucho pese a que su actitud a veces no fuera la mejor conmigo, no pude salvarnos.

Repentinamente salí de mi ensimismamiento, algo o alguien tiró de mi chaqueta hacia atrás, giré a ver y era Hope quien me halaba hacia atrás y adelante para que volviera en sí.

— ¡Vamos Axel no me dejes así! — repetía Hope, escuchaba su voz amortiguada como atrapada en un frasco.

No tenemos donde ir, ni que hacer solo... moriremos aquí sin poder hacer nada —, decía sin esperanza aun dentro de mis pensamientos.

— ¡NO TE RINDAS POR FAVOR! ¿¡SE TE OCURRIÓ DARLE EL GUSTO A ARES!? — me replicaba muy desesperada.

Al escuchar eso mi corazón se encendió, pero aun así mi esperanza era diminuta.

— ¡NO!, nunca haré eso, pero no tengo idea que hacer — dije con un poco de ánimo.

Hope me miró y algo en su mirada fue distinto, ya no parecía ser la misma chica que conocí antes del día de mi cumpleaños, tomó mi brazo me sacó de la cabina y para mí el trauma fue peor al ver lo atormentados que estaba todo el mundo, Hope temblaba de la ira e impotencia. Una vez más estaba sintiendo lo mismo que sintió el día que murió su madre, el fuego de la rabia que ardía en sus ojos, me recordaron los ojos de Ares, súbitamente de un momento a otro el agua dejó de subir y el avión al parecer se impulsó de alguna manera hacia la tierra firme de algún lugar, luego, Hope se desplomó encima de mí y los dos caímos al suelo.

Me percaté de la mirada de embelesamiento que todos tenían, al igual que yo debían estar atónitos por lo que acababa de pasar. La mayoría de los pasajeros y yo, permanecimos en desconcierto aproximadamente nueve o diez minutos, los gritos habían cesado, el silencio dominaba y el ambiente era de quietud, pero no una buena quietud. Cuando Hope despertó de su desmayo me miraba intrigada.

— ¿Qué... que sucedió? — me preguntó.

Negué con la cabeza al no tener ni la más remota idea de lo acontecido. Nos levantamos despacio, el dolor del golpe seguía recorriendo mi espalda, y el ardor en mi pecho por el rasguño del monstruo, Hope y yo nos sujetábamos del tridente mientras caminábamos accidentadamente por el pasillo, intentaba mirar por todos lados buscando mi mochila militar o tan siquiera mi arco y mi carcaj, necesitaba recuperar algo.

Mi corazón se rompió al ver que algunas personas yacían boca abajo e inmóviles con maletas encima de ellos, la tristeza me invadía, en mis ojos las lágrimas empezaban a formarse, y aunque en silencio aun, muchos hacían lo mismo, al igual que yo esas personas que permanecían inertes allí, tenían familias, amigos, hasta conocidos que los apreciaban, incluso algunos de ellos pusieron lo mejor de sí, para procurar ayudar a los desconocidos que viajaban con ellos, ya con eso se ganaron el afecto de esas personas y un respeto profundo en mi corazón. Me propuse contener las lágrimas porque según dicen los hombres no lloran... pero tengo la certeza de que ese dicho no es nada verídico.

En Busca Del Hijo De La Guerra (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora