Capitulo XIV No estamos solos

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Nada más iniciar la búsqueda por el lado derecho de la isla descubrí que el teniente Villalobos era algo desconsiderado, algo que por supuesto a las mujeres no nos gusta ni lo más mínimo, mucho menos a mí que poco a poco he aprendido a ser una chica independiente, desde que mi madre murió hace tan solo unos meses atrás, dependo absolutamente de mi misma, trabajo cualquier quehacer decente que se les ocurra, lavo, plancho, cocino, limpio casas, he cuidado niños, y muchas cosas más, solo para poder comer y tratar de pagar el arriendo de la casa donde vivía. No estudio ya que me gradué de la secundaria a los dieciséis años, estoy adelantada gracias a que aprendí muchas cosas en todos mis viajes con mi madre.

Pero basta de mí, debo enfocarme en lo que estoy haciendo ahora mismo; Mientras observaba lo que había a mi alrededor divisé muchas cosas, una de ellas además de los árboles era una ciudad que se encontraba a una distancia considerable desde la isla donde permanecemos nosotros, además de la ciudad un gran puente de concreto que atravesaba en medio del agua, por lo que pude prestar atención encima del transitaban distintos tipos de transporte.

Dentro de la isla encontramos cabañas y muchas estructuras a medio destruir, el mandón del piloto nos ordenaba que las revisáramos en caso de que encontráramos algún animal para comer, o quizá algo que nos sirviera para comunicarnos con alguien de la ciudad que se veía más allá de la isla.

No encontramos nada dentro de aquellas estructuras salvo objetos que pudieron haber sido utilizados por los antiguos pobladores en el siglo pasado, había vasijas de barro y otras cosas tales como las que se utilizaban hace setenta u ochenta años.

Conmigo estaba una chica de unos veintidós años, poseía una piel color caramelo, su cabello era negro rizado y vestía con botas de cuero café, una falda larga color gris un poco rasgada y un sweater cuello de tortuga a juego con su falda.

Entramos en una de esas antiguas cabañas, solo estuvimos allí unos minutos pero parecieron horas, nos quedamos absortas observando lo que parecían ser huesos humanos regados por todo el suelo de una de las habitaciones.

Sinceramente me asusté un poco, quizás en esta Isla hacían vudú en aquellos tiempos o algo por el estilo, o tal vez las personas de aquella ciudad vendrían a practicar hechicería aquí, lo cual no era una buena señal tampoco.

La chica parecía estar algo nerviosa, cuando vio una araña dentro de lo que parecía una arcaica bacinica, gritó de tal manera que supuse había visto un fantasma, un zombi, o no sé, un Karpoi quizás, esas cosas sí que asustan (créanme yo los he visto), no una pequeña araña que pudo haber medido unos diez centímetros a lo mínimo.

— ¿Podríamos irnos ya señorita? — me preguntó repentinamente

Si, ya está oscureciendo y aquí no hay nada que nos sirva de algo — respondí mirando el cielo que se tornaba de un tono naranja.

Nos reunimos con el grupo entero en el punto desde donde se podía ver la lejana ciudad, todos estábamos allí y ninguno pudimos encontrar nada para comer, supuse que seguramente tendrían un plan B para que pudiéramos alimentar a todos los sobrevivientes.

Por un momento pensé en Axel, no sabía si habría reposado desde que lo dejé en la playa, de pronto recordé que quizás en el avión habría quedado algo para alimentarnos y hasta para hidratarnos, sin embargo caí en cuenta de que tampoco hubimos planificado como hidratarnos, ya empezaba a sentir sed y posiblemente los demás también, pero no habían pronunciado ni una palabra acerca de eso.

— ¿Nadie encontró nada? — preguntó el teniente Villalobos

Buscamos minuciosamente, pero no logramos avanzar, en el recorrido no vimos ningún tipo de animal excluyendo a los insectos que nos picaban en la piel, además también tenemos sed y supongo que todos los buscadores del otro grupo e incluso los lesionados también — Respondía Jorge el primer voluntario.

En Busca Del Hijo De La Guerra (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora