capítulo 9

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Una semana después.

—Hija mía, mañana regreso a trabajar en Roma, pero te irás a casa de  mi hermano Brito a Australia. No me gustó la idea, Pero no me importaba nada más, ¿Que es lo peor que puede suceder? Más mal de lo que me han hecho, es posible.

                                  (5 abril 1998)

"Hija, Yo te visitaré tan pronto como pueda, no olvides que trabajo mucho para darte lo mejor,— padre quiere lo mejor. Viendo mi estado, lo mejor es mi madre y se ha ido. Aparentemente a él no le ha afectado en lo más mínimo.

—Lo mejor sería una familia, que ya no tengo, si es por mí, déjame morir, porque creeme, es lo que más quiero. Así termina la desdicha.

Las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos. Mi padre intentó consolarme, lo empujé y respondí al  llamado de mi vuelo."

                               (19 abril 1998)

"Daniela, zora! — mi tío es un cerdo, llega tamado todos los días,  y trae mujeres a la casa. Ayer me golpeó por dejar platos sucios. Me tiene como esclavo, ni siquiera voy a la escuela.

—Daniela—abrió la puerta de mi habitación, me tomó por el cabello, estaba drogado.

—No me golpees por favor—Hubiera preferido ser golpeada, y no ser una víctima de lo que quería hacer.

Se subió a mis caderas y, tristemente, me violó. lo peor fue que no solo fue esa vez, sino, siempre que llegaba drogado. Cuando no me violaba me golpeaba. Habían pasado más de tres meses desde aquel  accidente y algunas heridas aún no sanan.

Ayer destruyó todo, incluido mi diario, un diario que por 100 noches, todas las noticias que contenían eran malas desgracias. Algunas páginas permanecieron intactas, los tomé, comencé a ordenarlas y luego leer mi historia  y tomé una decisión.

En su habitación, ví su arma, la  tomé, estaba cargada de balas. La puse debajo de mi camisa, iba a  suicidarme, pero no dejaría una rata  viva, podría hacer el mismo daño a otra chica.

Tengo miedo, pero es la única forma de salir de esto. Estaba en la cocina, cuando siento unos brazos alrededor de mi cintura en forma de abrazo, me giro automáticamente y, con los ojos cerrados, disparo uno, dos, tres, cuatro.  , cinco, sis, siete, ocho, nueve, dieciocho veces. Todas las veces que me violó.  Pero cuando abro mis ojos..

—Papá! —con un hilo de voz—¿que he hecho? —Ya me había vuelto inmune a las lágrimas, pero una fuerte desesperación abrazó mi alma.

Desesperadamente pasé mis manos por  mi cabello, con el cuchillo que cortaba las verduras, recorte mis venas una y otra vez, salí descalzo a través del gran bosque perdida sin nadie, sangrado y llorado.

El diario de las 100 nochesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora