De hace sólo unas horas de que estaba ahí y ya detestaba aquel lugar.
No era como pintaba en las películas, la realidad era una muy diferente.
Las paredes blancas de aquella pequeña habitación lo estaban mareando.
La tela azulada que llevaba de daba un poco de picor y no paraba de rascarse la espalda.
El hecho de estar desnudo y no llevar ninguna prenda debajo de ese pedazo de tela lo incomodaba bastante.
Tardaría su tiempo en acostumbrarse.
El no supo qué hizo para merecer esas desgracias.
Toda tu familia muerta de una forma horrible y tú metido en un hospital psiquiátrico de un país que estaba al otro lado del mundo.
Vaya situación se había metido.
Aún se acordaba que hacía pocos días el estaba en su casa feliz, disfrutando el amor de sus seres queridos y preocupado por encontrar un trabajo relacionado con el baile.
Desde que había entrado por esa puerta, no había soltado ninguna palabra de su boca.
Quería gritar, correr, escapar, pero sabía que todo sería en vano.
Estaba aburrido, no sabía qué hacer.
Tenía tangas ganas de hacer muchas cosas, pero al estar ahí ese deseo era bastante limitada.
Quería cantar, bailar, hasta drogarse.
No sabía porqué, pero la energía se le había subido al cuerpo.
De repente se escuchó desde fuera un fuerte crujido y un grito de dolor.
Alarmado, pegó su oreja en la puerta para escuchar. Era un muchacho curioso, además no tenía nada que hacer.
Hacía rato que la enfermera que se encargaría de él debería de haber parecido. Al parecer, estaba tardando más de lo que debería.
Justo unos minutos después la puerta se abrió y Hoseok retrocedió disimulando. Ante él, apareció una alta silueta que pertenecía al doctor.
—Disculpa, la enfermera acaba de tener un accidente, ahora te vamos a asignar una suplente.
Éste aún callado asintió suspirando.
Él aún no perdía la esperanza, de salir de ahí, de vivir feliz y formar su propia vida.
Volvió hacia su cama e intentó dormir un poco, estaba aún muy cansado de lo que pasó y quería relajarse un poco.
Se acordó de su madre, de su dulce y hermosa madre.
Añoraba su suave voz, su caliente tacto, la comida deliciosa que le preparaba cada día.
Poco a poco los recuerdos aparecían en su mente así hundiéndose en un sueño.
Pero la puerta otra vez se abrió molestando al asiático.
—Disculpa la tardanza... ¿Hoseok? —Murmuró una voz femenina que se le hacía conocida.
Este volteó con ganas y se llevó una agradable sorpresa. Al final no todo era malo en ese hospital.
Reconoció de inmediato a la chica de tez morena, hermosa y con un llamativo punto rojo en la frente.
—¡Pooja!
Se acercó hasta ella para abrazarla, ella un poco aturdida le correspondió el abrazo.
Él no creía que se volvería a encontrar con la chica que le ofreció su casa a un desconocido con pintas de mendigo, y menos que sería su enfermera.
—¿Tu eres el paciente? Esto no me lo esperaba —soltó mirándolo de arriba a abajo— no creía que te volvería a ver en un lugar como este.
Hoseok sonrió.
Pooja no dejaba de observarlo, lo estaba analizado, admirando la belleza de aquel coreano con la cara similar a la de un caballo. Lo consideraba sexy.
Sus pequeños ojos, sus pómulos, su fina nariz alargada, su recta mandíbula, labios finos.
Estaba admirando a la luz del sol que salía la ventana todo lo que no pudo ver aquella vez bajo la oscuridad y la escasa iluminación de las farolas.
Sin duda ellos se reencontraron a causa del destino, nada era casualidad.
La bandeja que Pooja tenía en sus manos y lo puso encima de una mesa, se acercó hasta él y se asentó a su lado.
—Yo soy tu amiga, a mí me puedes contar todo y hablar conmigo de lo que quieras.
La mirada sincera de ella le daba confianza, seguridad.
—Pero antes te tienes que tomar esto...
Apuntó al contenido de la bandeja, un bote de pastillas azules.
—Oye... Pero...¿Qué trastornos tengo? ¿Por qué estoy aquí? No estoy muy cuerdo pero...
Hablaba lento, arrastraba las palabras. Le costaba bastante encontrar las palabras exactas para comunicarse, una lengua con la que jamás habló y de conocimiento escasos ahora tenía que escucharla todo el tiempo y usar sus habilidades con el idioma.
La miró fijamente con desesperación.
Tomó con temor una pastilla del bote sin dejarla de mirar y la tragó a duras penas.
El efecto tardaría en llegar, así que aún estaba ansioso por saber su respuesta.
—La razón por la que estás aquí es porque padeces de...
La puerta se abrió nuevamente interrumpiendo a la chica.
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pastillas »j-hope
Action❝ eres más adictiva que mis pastillas, querida ❞ • heterosexual. • no se admiten copias ni adaptaciones. • lenguaje y escenas explícitas, con contenido sexual y violento tanto verbal como físico. • acción, mafia, angst, suspense, thriller psicológic...