3 ❝ o p o r t u n i d a d ❞

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Ya hacía un día que había llegado a Estados Unidos, era tan despistado que no se dio cuenta en qué ciudad había aterrizado.

Un detalle que también olvidó fue el idioma, Hoseok poseía el nivel básico de escuela y un poco más que le había enseñado su amigo Namjoon.
Pero por lo menos podía defenderse.

Aun no sabía dónde quedarse, qué hacer, como conseguir dinero para sobrevivir, ya que el dinero que poseía no le iba a durar para siempre.

Aún aturdido, decidió dormir en un banco, no quería gastar tan rápido los ahorros que Namjoon tanto sufrió para conseguirlos.

Gracias a dios, en el pueblo que estaba no hacía tanto frío, pero aún así como era de noche, escalofríos recorrían su cuerpo.

De repente sintió un toqueteo es su espalda, alguien lo estaba despertando.

Algo somnoliento y desorientado, volteó para ver quién estaba llamando su atención.

Era un pastor alemán que enseguida le empezó a lamer la cara. No reaccionó mal, le recordaba al perro que tenía en su infancia. Una tímida sonrisa salió de su rostro por primera vez después de todo lo sucedido.

—¡Disculpa! Rex te despertó —sonó una voz femenina a sus espaldas con un acento muy extraño— es muy juguetón.

Divisó entre la oscuridad y la poca iluminación de las farolas a una mujer de estatura media, tez morena, un punto rojo en la frente y unos dientes blancos que contrastan con el color de su piel.

—¿Hola? —Dijo él, también poseía un acento extraño.

Se acercó hasta Hoseok sonriente, se la veía de buen humor. De manera extraña, a la mujer le llamaba la curiosidad aquel asiático de cara alargada.

—Nunca te he visto por aquí ¿Acabas de llegar verdad? —Preguntó sentándose a su lado.

A Hoseok le pareció raro que una chica le empezase a hablar a un desconocido con pintas de mendigo en las tantas de la noche, aún más el hecho de querer también entablar conversación.

Pero le restó importancia, quería olvidar y desconectar por un rato.

—Acabo de llegar de Corea del Sur...

—¿En serio? ¡Yo soy de la india!

Jamás había visto a una persona con tanto entusiasmo, se parecía tanto a él que hasta le dio miedo. Esa mujer era un rayo de luz.

Pero él era la "esperanza" en persona, aunque haya sufrido lo insufrible, su personalidad alegre no desapareció.

—Seguramente no habrás encontrado un lugar donde quedarte, es que aquí no hay muchos hoteles —se acarició el mentón pensativa— Puedes quedarte en mi apartamento, vivo sola... Claro si quieres.

Hoseok la miró extrañado, nunca se había encontrado con una mujer tan rara en su vida.

—¿Invitas a un completo desconocido a tu casa cuando ni siquiera te ha revelado su nombre? —El normalmente no solía desconfiar, pero que ella le propusiera eso no era normal.

Ella frunció el ceño por un momento, pero enseguida sonrió otra vez.

—Mi nombre es Pooja singh, encantada.

El perro estaba sentado en sus pies durmiendo tranquilo.

—Igualmente, yo soy Jung Hoseok —se lo pensó un momento— disculpa, estoy muy agradecido pero no puedo aceptar tu amabilidad.

Ella comprendió, se mordió el labio inferior por su imprudencia, algo que le pareció sexy a Hoseok.

La mirada de él, de un momento a otro se posó en sus pechos. Los tenía de un buen tamaño, pero enseguida desvió la mirada. Recordó a Namjoon, seguro que si él estuviera con el en ese momento hubiera dicho que tendría las tetas de una actriz porno.

Se fijó en la vestimenta, no era como la de las americanas, si no que típico indio.

—Bueno...¡Espero que nos volvamos a encontrar!

Llamó a su perro y se fue desapareciendo por el horizonte.

Como el sueño se había ido, había decidido dar una vuelta por el pueblo para conocerlo mejor.

Las casas eran pequeñas, las calles estrechas, todo era muy diferente a Seúl.

Entró a un bar que aún estaba abierto. Aunque el pueblo estaba desierto, aquel antro estaba lleno de hombres cuarentones medio borrachos.

Se sentó en la barra y espero a que el barman lo atendiera.

—Dame lo más fuerte que tengas.

A pesar de haber tenido ese encuentro agradable, aún estaba roto por dentro.

Los recuerdos de esa noche estaban aún vivos en su memoria. La sangre, las heridas, las mutilaciones, los desmembramientos. Todo eso lo habían dejado más que traumado.
Sin duda necesitaba ayuda psiquiátrica.
Se estaba pudriendo en una terrible depresión, las ganas de vivir cada vez eran menores.

Hundiéndose en el alcohol, balbuceando cosas en coreano. Sin duda Hoseok había llamado la atención en ese antro. Era inusual que un asiático con pinta de haber salido de un manicomio empezase a beber en ese bar y diciendo cosas en un idioma imposible de entender para ellos.

pastillas »j-hopeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora