III

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Ella decía que me quería, que me amaba
y que por mí todo lo daba,
su partida fue una puñalada,
antes era su todo y ahora soy su nada,
ahora me doy cuenta que tristes y vacías son estas madrugadas.

Los días se me hacen eternos
y sólo la dejo de pensar mientras duermo,
por más que me empeño en olvidarte me persigue tu recuerdo.

Ya no sé qué más hacer con este dolor que siento,
mi deber es olvidarte así tú no hayas muerto.
Mi corazón perdió su alegría
al enterarse que ella otros labios besaría.

Delirios de la mente de un no escritorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora