La Habitación Sin Fin

4. El Amo del Todo

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El terror se había liberado en cuestión de minutos, y con la misma velocidad, cada habitante de la ciudad se dispuso a enfrentarlo. Para los mayores aquello era volver a vivir la pesadilla pasada; la primera vez que aquel demonio pisó Konoha y casi la destruyó por completo. Sí, pronto se cumplirían dieciséis años de eso... Y para los jóvenes era como si cualquier otra guerra que sus ojos hubieran presenciado, no tuviera comparación con el infierno que ahora veían.

Vampiros y Licántropos buscaron someter al zorro, pero sus diferencias pesaron cuando comenzaron a pelear entre sí. El Hokage estaba muerto y no había nadie a quien ambos bandos reconocieran como máxima autoridad. Esa mezquindad, les costó a muchos la vida. En segundos, el zorro ya había acabado con más de la mitad de la población.

Y cuando por fin parecía que comenzaban a actuar como equipo, cuando Obito activó el Sharingan de su único ojo para controlar al zorro, y cuando Yamato, el hijo de Orochimaru, lo sometió por medio de largas y poderosas columnas de madera, un nuevo peligro apareció.

Otra nube de vapor salió de la nada y de ella emergió un toro con tentáculos de pulpo. Liberó al Zorro y con sus extremidades sacó de combate a los vampiros y lobos que lo enfrentaban. Lanzó a Obito por los aires perdiendo el control del Sharingan y un rugido con más ira surgió de la bestia de nueve colas. Ahora fue el toro quien lo enfrentó enredándose con sus tentáculos, pero el zorro era más fuerte, sus colmillos se encajaron en el cuello del toro y se movió de un lado a otro para arrancarle la carne. El otro lo golpeó con sus enormes patas delanteras pero las colas del zorro se enredaron en ellas. Y luego, tras un instante de forcejeo, una serie de cadenas luminosas rodearon al zorro forzandolo a soltar al toro. Otra vez estaba sometido.

Desde abajo, Tsunade no pudo creer lo que veía. Aquellas cadenas con resplandor amarillo eran una de las cualidades únicas del Clan Uzumaki, y actualmente no quedaba nadie que pudiera usarlo. De hecho, el Clan había desaparecido hacía tres años con la muerte de sus últimos dos miembros, y ninguno de ellos tenía la gracia de aquella habilidad. ¿Quién podría ser ahora el usuario de aquel poder tan conveniente?

Por muchos años, la rubia se había lamentado su suerte. Si por lo menos hubiera contado con un Uzumaki que tuviera ese poder... su manada se hubiera hecho del control total de la bestia y con su ayuda, habría aniquilado a los vampiros quedándose por completo con Konoha... Pero incluso si lo tuviera, plantear esa estrategia al Consejo, era muy arriesgado. Aunque se tratara de un poder sin límites, todos comprendían que si no se podía controlar, ellos mismos terminarían siendo aniquilados por esa bestia. Para el Consejo, el riesgo era mucho mayor que las probabilidades del éxito.

Sin embargo, en estos momentos ya no importaba, porque las cadenas se comprimieron poco a poco hasta hacer que el zorro se redujera de tamaño y sus colas desaparecieran. En tan sólo dos minutos, el paisaje de la ciudad volvió a la calma con la desaparición del enorme toro también. Por alguna razón el peligro había pasado, y ni ella ni la gente de Fugaku tenían el mérito de la hazaña.

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Desde la cima del Monte Hokage, la ciudad se extendía tan majestuosamente que incluso devastada, era hermosa. La vieja Chiyo la contemplaba con indiferencia. <<La desgracia siempre alcanza a los oídos sordos...>> Lamentablemente, esta no era la primera vez que algo similar le ocurría. Cincuenta años atrás, también fue testigo de la desaparición de una pequeña aldea en el País de la Tierra, cuando la gente tampoco escuchó su advertencia y el Gran Mono de cuatro Colas la arrasó por completo. <<Si dejaran de temer a lo que no se puede evitar...>> A su lado estaba Roshi, mirando hacía la misma dirección con ojos de enfado mientras limpiaba con la mano su espesa barba.