Yuta

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Sicheng durmió en su cama, junto a el. 

Cambiaron sus ropas por un pijama seco y durmieron. 

A mitad de la noche acerco su rostro al pecho del menor y escuchó a su corazón palpitar. De verdad creía que todo era un sueño, ¿Se podía llegar a ser tan feliz?

Comenzó a dejar besos ligeros por todo su rostro. 

—Duerme—le reprendió Sicheng susurrando.

—¿Me puedes abrazar?—pidió con una sonrisa.

El menor asintió y lo estrecho entre sus brazos. Su calidez resultaba reconfortante.

Dejo un beso en la punta de su nariz y se sorprendió a si mismo sonrojado.

—Duerme bien. 

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