N E V I L L E [XXII]

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Advertencia: -

—En fin, espero que esta jornada sea de lo más agradable para ustedes y que tengan un estupendo día —Finalizó McGonagall dando pase al desayuno que todos estaban esperando desde hace ya casi una hora. Los ojos de todos los presentes se iluminaron ante tal suceso, hoy especialmente, el desayuno estaba más completo que nunca.

Por otro lado, Sveta Roximoff se encontraba en la mesa de los profesores, con un gran café en manos escuchando al viejo Hagrid, que le comentaba lo emocionado que estaba por las orugas gritonas de tres ojos que había conseguido para su clase del lunes. Pero una voz la hizo girar y dejar de escuchar a su compañero de trabajo, era Minerva.

—Sveta, hemos tenido un problema con la profesora de pociones, así que te acompañará Longbottom ¿Eso está bien? —La pelinegra asintió y cuando la mujer se fue hasta su asiento suspiró pesadamente haciendo reír a Rubeus.

—Oh, vamos. Sé que querías ir con Blair, pero Longbottom es un buen chico, no te fastidiará— Se llevó a la boca uno de sus caramelos de café con leche que sólo a él le gustaban.— Siempre fue un buen alumno, y muy valiente también.

A la rusa le hizo gracia la manera en la que Hagrid movió sus cejas, así que negó levemente con la cabeza y siguió bebiendo su café.

—No sé qué insinúas, pero mejor me iré a preparar que en cualquier momento partiros. Si me disculpas... —Dijo con su típico acento natal y con una sonrisa divertida se puso de pie y salió del gran comedor.

San valentín, una fecha que volvía locos a los adolescentes. Podía verlos a todos de la mano, riendo y dándose cariño, le hacía a acordar a sus años en Koldovstoretz, la verdad era que no se diferenciaba mucho de aquellos jóvenes, siempre había sido muy soñadora pero con los años se volvió una persona más seria y centrada, guiada por la lógica que le permitía saber que no existía un príncipe azul ni nada de aquel tipo de cosas. Sonrió con algo de melancolía al recordar sus años jóvenes y siguió su camino detrás de los alumnos, cuidando de que nadie se vaya por donde no debería hasta llegar a las carrozas, donde los pobres Thestrals las guiaban. Al subirse a una, uno de sus zapatos se resbaló por la humedad de la nieve que lo cubría todo aquel día y, por instinto, cerró sus ojos para recibir una caída pero no fue así. Se encontró sostenida por unos fuertes brazos y cuando abrió los ojos pudo ver a la persona que la había salvado. Un hombre de ojos verdes y barba de algunos días; Neville Longbottom. Sus miradas se vieron conectadas unos segundos que les fueron como minutos largos y lentos, aunque todo aquello se rompió cuando una voz les gritó a ambos.

—¡Eso, profesor!

—¡Potter! —Exclamó Sveta cuando pudo pararse recta, haciendo reír al hombre que tenía en frente. —Gracias... —El rojo de sus mejillas se notó más por el blanco del ambiente y de su piel, y cuando se dió cuenta de aquel calor tan vergonzoso, bajó la mirada cual adolescente.

Neville sonrió y con agilidad se subió a la carroza, tendiéndole la mano luego. Sonrió por dentro cuando sus manos se tomaron y con algo de impulso, ambos ya estaban sentados y moviéndose hacia el pequeño pueblo.

Ninguno dijo nada en todo el camino, sólo se dedicaron a mirar el paisaje y a pensar de qué podrían hablar con el otro. Ella no sabía nada de herbología ni él de transformaciones, y a pesar de aquello, el viaje no fue incómodo, los árboles cubiertos de nieve, las risas y el viento chocando con sus rostros les resultaba relajante de alguna manera.

Ambos caminaban lentamente uno junto al otro con sus brazos cruzados, a pesar de que estaban con varios abrigos encima aún tenían frío, y de ello fue de lo que se aprovechó el mayor, así que luego de pensarlo varias veces lo soltó "—Te gustaría ir a beber algo a las tres escobas? —" Y temió, porque ella no le respondió al instante sino que se quedó inmóvil durante unos segundos, analizándole y cuando se dió cuenta de ello sonrió más para ella misma y asintió en respuesta,  metiendo sus frías manos en los bolsillos de su saco.

Un agradable calor los cubrió al entrar al lugar, aunque también el bullicio ajeno. De todas maneras, minutos después se encontraban en una mesa, uno frente al otro con dos grandes tazas de chocolate caliente, riendo culposamente de una pobre pareja a la cual por un descuido, sus bebidas habían terminado en el suelo, e internamente ambos desearon que el karma no vuelva hacia ellos. Si bien habían empezado con risas, aquello dio paso a más temas de conversación sobre ambos, sus vidas antes de trabajar allí, la curiosa forma de jugar quidditch en Rusia, anécdotas de trabajo y hasta incluso la segunda guerra mágica. Sveta escuchaba cada palabra de Neville con asombro, si bien sabía que él había estado y que incluso había matado a la serpiente de Lord Voldemort, no sabía todo lo demás, lo que tuvo que pasar él mismo. Y él estaba por contarle como se había sentido al finalizar aquella horrible batalla en la escuela luego de beber su chocolate, pero no pudo, ya que una risilla adorable brotó de de su compañera; tenía un lindo bigote de crema por encima de sus finos labios, así que él se lo quitó rápidamente con la manga de su suéter, haciendo reír aún más a la rusa. Sin embargo, este le miró con una media sonrisa, y sin pensarlo una serie de palabras salió de su boca sin más, sin darse cuenta, fue como si sus pensamientos hubieran tomado el camino equivocado.

—Me gusta como ríes —Aquello fue suficiente para que Sveta girara su cabeza hasta la ventaba que se encontraba a su izquierda y mordiera su labio, preguntándose por qué era tan niña. Aunque él tampoco estaba calmo, bajó su mirada rápidamente hasta su taza sin saber por qué había dicho eso en voz alta, y peor...a ella. Si bien no habían hablado demasiado desde que empezaron a trabajar en el colegio, el chico siempre tuvo sus ojos en ella, y aquella charla junto con lo anterior en las carrozas, era de lo mejor que le había pasado últimamente. —Yo...no quise decir eso —Pausó y miró a su compañera con el ceño levemente fruncido.—Es decir, no es que no me parezcas linda, de hecho me encantas— Y quiso morir allí mismo, pero para ese entonces, había vuelto a hacer reír a Sveta, y él se había contagiado de ella.

—Ya, Neville —Le sonrió y cuando su nombre salió de sus carnosos y rosados labios su sonrisa se ensanchó más, pareciendo así un par de tontos enamorados al igual que el resto.


Harry Potter || One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora