S E V E R U S [IV]

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Severus Snape.
Advertencia: triste.

"Querida Anthea. Sé que ya no quieres hablarme, y tal vez esta sea la última vez que lo hagamos, por ello, quería pedirte, y rogarte, que nos veamos mañana en el Caldero Chorreante a las 19.30. Por favor, antes de yo pelear para mi señor y tú para la Órden del Fenix, necesito verte.

Te ama, Severus."

Anthea leyó la carta una y otra vez antes de entrar al viejo bar en Londres. Estaba nerviosa, ¿Y cómo no? No veía a su amado desde hace casi seis meses, lo extrañaba, claro que lo hacía pero ambos habían elegido caminos distintos, y no había vuelta atrás.

Al entrar no se sorprendió de que el lugar esté casi vacío; ya nadie salía de sus casas con tanto mortífago rondando por ahí, no era seguro para nadie. Se acercó con temor y nervios hasta la mesa en donde Severus Snape se encontraba. Cuando este la miró ella juró haberse quedado sin aire por unos segundos. El rostro del pelinegro ya no era el mismo; tenía unas grandes ojeras, estaba aún más pálido de lo normal, más delgado e incluso sus ojos mostraban una profunda tristeza y un gran dolor. Dolor que no provenía nada más ni nada menos de haber terminado su relación con la maravillosa Anthea.

—Severus... —Murmuró. Escuchar su nombre salir de los carnosos y bellos labios de la castaña le hizo sentir calidez en su pecho. Se acercó más a la mesa y llevó su mano hasta el rostro de su contraria, pero ella sólo se alejó, le hacía daño. La persona que juró amarla por siempre y no lastimarla la estaba dañando.

 La persona que juró amarla por siempre y no lastimarla la estaba dañando

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—Anthea... no puedo soportar esto, ¿No lo ves? —Cubrió su rostro con ambas manos en señal de frustración. —Estoy sufriendo tanto, te necesito tanto. Vuelve conmigo, por favor.

Ella sólo negó mientras unas lentas y grandes lágrimas caían de sus ojos, sabía que iba a doler, pero no se esperaba aquello.

—No, Severus. Basta, me destruirás de nuevo, por favor, deja de decir esas cosas... —Limpió sus ojos con las mangas de su suéter.

—No, Ann, podemos estar juntos, debemos hacerlo —Le rogó apretando los puños para no llorar como ella. Hacerlo lo mataba por dentro, revivía las cicatrices de hace seis meses.

—¿Cómo, Severus? ¿Cómo? ¿Uniéndome al señor oscuro? —Rió amargamente a la vez que negaba con la cabeza sin dejar de llorar. —No, lo siento —Se paró de la mesa y lo miró por última vez y se giró para irse. Le dolía, les dolía a ambos.

...

Las lágrimas no paraban de salir de los negros ojos de Severus Snape. El pecho le dolía, su cabeza, todo su cuerpo dolía. Cuando la vio en aquella sala de San Mungo con la mirada perdida apretó los ojos.

—¿Qué te han hecho, cariño? —Se acercó a ella y pasó su mano por el suave cabello de Anthea, una Anthea perdida en el mundo, perdida en su cabeza.

Harry Potter || One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora