Capítulo 3: El cielo.

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Una mañana más despertando con una nueva tocada diferente de Mozart, habían pasado un par de semanas y Dean parecía comenzar a acostumbrarse a aquello porque ya estaba despierto tan solo unos minutos después.

Su plan había ido de maravilla, no le dirigía la palabra a Castiel fuera de la habitación más que algún saludo, él había captado su indiferencia y dejó de intentar acercarse. Eran como completos extraños excepto en rugby.

— Iré a desayunar —Avisó luego de cambiarse.

— Qué temprano —Dijo mientras realizaba una extraña pose casi imposible para las personas comunes y corrientes.

Dean de detuvo frente a la puerta, era verdad, solo no quería pasar más tiempo en aquella habitación con él, pero no tenía por qué darle excusas.

— Ajá.

Se limitó a decir y dejó la habitación.

— Dean —Le saludó una muchacha de largos cabellos castaños, tomando su brazo con una amplia sonrisa al verlo fuera de la cafetería.

— Lisa —Le sonrió de vuelta.

Tomó a la muchacha en brazos, cargándola como una princesa, ella estalló en carcajadas haciendo que algunas personas de alrededor de girarán a observarlos. Entraron así a la instalación y él la dejó en el suelo de vuelta con delicadeza.

— El sábado hay una fiesta —Lo miró mientras hacían fila para la comida, era bastante corta por lo temprano que habían llegado—. Por inicio de año.

— ¿Ah si? —Empujó su bandeja hacia ella sobre la barra, acercándose lo más posible— Supongo que llevaré a la muchacha más linda del instituto.

Ella rió y luego frunció el ceño de inmediato.

— ¿Quién es ella? Me pondré celosa, Winchester.

— Oh, Braeden, no tienes ni idea.

~~

— Hey, novato, buena jugada—Castiel le dio una palmada en el hombro mientras se retiraba el protector dental.

— Gracias.

Ambos se sentaron sobre la banca, agotados y con sus cuerpos cubiertos de cristalinas gotas. Castiel no parecía un mal tipo, pero cuando comenzaba a pensar en eso recordaba casi instantáneamente cómo fue que lo conoció y se le pasaba.

Los otros miembros del equipo comenzaban a llegar y el cambiador se llenó de voces y conversaciones. Crowley fue el último en ingresar y saludó a Dean con un golpe de puños, le dedicó una pícara mirada al haberlo encontrado sentado en la banca junto a Castiel y el rostro de Dean se transformó en asco. ¿Por qué pensaba que pasaría algo entre ese pequeño demonio y él? Ew, no.

La parte más incómoda del día había llegado, los muchachos comenzaban a desnudarse sin pudor alguno para dirigirse a las duchas comunes, él no había tenido muchos problemas con desnudarse frente a otros hombres, pero con Castiel era diferente, una sensación de poder ser acosado lo invadía por unos segundos todos los días, pero nunca pasaba nada.

Hasta ahora.

— Squirrel, ¿a qué mujerzuela llevarás mañana a la fiesta?

— No la llames así —Se quejó entre dientes—. Braeden.

— Uh, todo un bombón —Comentó un rubio al otro lado de las bañeras.

— ¿Por qué no llevas a nuestro Castiel aquí? Él no tiene pareja—Agregó Crowley, acercándose peligrosamente. Varios muchachos rieron, otros soltaban gritos de aceptación.

Él se limitó a mirar a Castiel, quien no le devolvía la mirada, pero se estaba riendo. Pudo notar sus mejillas de un leve color carmesí, pero no sabía si se trataba de un sonrojo o simplemente porque el agua estaba caliente.

— Largo de aquí, Crow—Rió forzosamente tratando de sonar como si fuera una broma y este lo dejó en paz.

Una vez que todos los miembros del equipo habían dejado el cambiador, Castiel lo cerró con la llave que le confiaba el entrenador. Sí, hasta era el favorito del profesor a pesar de que Crowley era el capitán.

Dean y Crowley estaban sentados en las graderías de la cancha cuando Castiel se acercó a ellos.

— Ya llegó el novio, creo que mejor me voy—Bromeó, poniéndose de pie, ganándose un golpe en el hombro por parte de Dean—. Nos vemos mañana, muchachos.

Ambos se despidieron del mayor con un movimiento de manos, caminando en el anochecer hacia el edificio de dormitorios.

— Oye—Se detuvo, tomando el brazo del más alto antes de ingresar a su habitación—. Tengo algo que mostrarte.

Y antes de que pudiera responder, estaban subiendo más escaleras de las que le era posible contar, nunca había subido hasta el piso más alto de aquel edificio y no era muy grato para sus cansadas piernas. Llegaron al último piso jadeando, Castiel volteó con una gran sonrisa frente a la puerta de metal que daba a la azotea, rebuscó dentro de su mochila y un llavero con muchas llaves apareció frente a sus ojos, ¿él era una clase de amo de llaves o algo así?

Luego de unos segundos, la pesada puerta estuvo abierta y un cálido viento de tarde de verano golpeó sus rostros.

El cielo estaba en aquella hermosa transformación de no decidirse entre celeste, rosado, naranja, rojo o amarillo. Una que otra estrella se asomaba en las partes más oscuras

— Wow...simplemente, wow.

Era increíble la vista que obtenían desde ahí arriba, el edificio era unos pisos más alto que el de las mujeres por lo que era posible ver todo el campus por un lado, y por el otro lo que parecía un bosque con luces a lo lejos. Las personas caminaban bajo sus narices con tranquilidad, la mayoría estaba camino a sus habitaciones o la biblioteca, pero ellos estaban ahí, en silencio, contemplando la nada y todo al mismo tiempo.

— Sabía que no habías venido aquí antes—Rompió el silencio con una voz grave y calmada sin quitarle la mirada al paisaje—. Quería ser el primero en mostrártelo.

Dean parpadeó, confundido. ¿Había escuchado bien sus palabras? Lo miró, pero sus azules ojos estaban puestos en el ahora azul cielo. Parecía concentrado, como si de alguna manera quisiera capturar todos esos colores en una imagen mental, como si quisiera guardarlos para poderlos ver en otro momento con la misma intensidad. Una sonrisa apareció en su rostro sin que se diera cuenta, mantuvo el silencio, volviendo a mirar el cielo.

¿Aquel era el mismo Castiel que había conocido su primer día ahí? Era casi increíble pensar en eso, quizás lo había juzgado demasiado pronto.

Carry on [Destiel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora