3| Desahuciados

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Las bajas temperaturas acechaban el área esa mañana. El ruido del césped húmedo bajo sus botas y el ulular de las aves era lo único audible. El cabello dorado lo llevaba detrás de sus orejas como un fino manto, y sus brazos cruzados pegados al cuerpo, protegiéndose del frío.

No podía dejar de observar, dándose lujo de detalle, del que ahora era su nuevo hogar. Todo lograba ser calmo y silencioso, y de no ser por los muros, el valle era precioso. Los edificios construidos con ladrillos y algunos tablones de madera, le daban un toque rustico pero hogareño a la vez. Creyó que, con algo de tiempo, lograría hacerse a la idea de vivir ahí.

Cuanta tranquilidad, ¿no? -dijo Alby mirándola de reojo-. Difícil de creer, pero no siempre fue así.

Ella lo miró extrañada.

Tuvimos días oscuros; perdimos a muchos por el miedo, el pánico.-su voz sonaba calma pero con cierta tristeza en ella-. Hemos llegado muy lejos. Se estableció el orden, creamos paz.

Todos dormían en ese momento, dejando el área desahuciado sin sus habituales murmuros. Aixa no pudo evitar pensar en la soledad que debió sentir el primer novato; sólo durante un mes entero, a la deriva de sus instintos.

Su piel se volvía áspera con el viento helado

¿Por qué estás contándome esto? - preguntó Aixa.

Porque eres diferente al resto, lo supimos en cuanto te vimos tendida en la caja. Eres curiosa, pero eres de los nuestros.- el moreno tomó su mano entregándole un pequeño puñal que el había llevado hasta entonces-. Tienes que saber lo que eso significa.

Aixa se dio la vuelta lentamente, encontrándose con una gran cantidad de nombres tallados sobre el muro de piedra. Cada uno de aquellos nombres era un joven más que se hallaba lejos de su hogar. Y no se trataba de uno o dos, si no de trentainueve adolescentes a los cuales se les había arrebatado su vida pasada.

¿Qué les pasó? -volvió a hablar al ver algunos nombres tachados.

Ya te lo dije. Tiempos difíciles, Greenie.

La rubia respiró hondo, apoyó la puntilla sobre la roca y comenzó a grabar su nombre en ella. Unos minutos después, allí estaba. Entre tanta gente, Aixa al fin formaba parte.

Se había vuelto una más. Otra clariana. Quizás, la que los salve a todos.

La baja temperatura no duró mucho tiempo en el Claro; al llegar al medio día, un calor exorbitante tomó lugar en el. La sombra de los árboles, eran el mejor de los lugares para estar en ese momento, pero ella, se encontraba sobre un taburete en una habitación de la finca, aprendiendo a como suturar una herida.

La aguja traspasaba la carne de Duke, uno de los carpinteros que se cortó intentando hacer su trabajo, con tal facilidad que dejaba a la chica impresionada.

El hilo negro se formaba en nudos alrededor de la laceración. Cinco puntos y habia quedado perfectamente suturado, o así lo veía la rubia. Sus manos temblorosas habían jugado en contra, pero aún así, el trabajo era casi impecable.

Está bien para ser tu primera vez. ―dio la enhorabuena Clint―. Muy bien, novicia.

Las chica sonrió ante el cumplido.

Seguido vendó la mano del pelinegro, donde no pudiera tocarse la herida ni volver a lastimarla. Había hecho un gran trabajo sin dudas.

Gracias, Aixa. ― espetó Duke antes de salir por la puerta.

𝖠𝗂𝗑𝖺 -𝖳𝗁𝖾 𝖬𝖺𝗓𝖾 𝖱𝗎𝗇𝗇𝖾𝗋-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora