Prólogo

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    ─ C U A N D O    T O D O    C O M E N Z Ó ─

    Las bajas temperaturas eran todo en aquella habitación de grandes azulejos blancos. Un sinfín de ruidos molestos la rodeaba, desde las manecillas del reloj que no se detenían a su pesar, hasta las gotas de suero que, tras un largo recorrido, acababan en la aguja insertada en su antebrazo.

Deseaba no estar allí. Lo deseaba más que nada, porque sabia lo que vendría luego. Se sentía tan vulnerable que, siquiera le alcanzaba la voz para sollozar.

Tenía mucho frío. La mayoría de su cuerpo dormido, casi hipotermico. Sólo contaba con una bata médica que le alcanzaba poco arriba de las rodillas, haciendo que la piel se le erizara.

Su cuerpo estaba inmovilizado, y pesaba como si fuera de algún material extraordinariamente pesado. En especial, para alguien tan pequeña como ella.

Con las muñecas y los tobillos sujetos a la camilla, que se mullia bajo el peso del cuerpo, intentaba zafarse sin exito alguno. Una camilla que sólo era una feliz distracción de el peligroso instrumento con el que contaba debajo.

Mi nombre es Aixa, tengo 16 años.- repetía en su cabeza-. Fui parte de un experimento no autorizado por Cruel, realizado en manos de Teresa.

Los párpados de sus ojos insistian con cerrarse, pero ella no iba a permitirlo. No podía darse el lujo de volverse otra pieza en el juego de Ava Paige. No, no ella, no después de ver lo que le habían hecho a sus amigos.

Debía recordar, debía ser fuerte. Pero sobre todo, debía saber la verdad; se lo debía.

Realmente se lo debía.

¿Dónde está Thomas?¿Qué le han hecho? ¡Quiero verlo!

Un dolor punzante comenzó a arrimar en su cuello, era insoportable. Escalofríos recorrieron su cuerpo como descargas eléctricas, y el grito ahogado corrió de sus labios con desespero. Jamás creyó que tal dolor fuera posible.

Y en ese instante sintió una culpa que cargaría en sus hombros hasta el momento que lo olvidara ¿Como fue posible que accediera a tal tortura para con sus amigos, su hermano y la persona que amó?

Tenía las manos manchadas de memorias de jóvenes inocentes. Adolescentes, niños. Y ahora, pagaría por ello; por haber confiado en la doctora Paige.

Las manos de una chica, de cabello pelirrojo y estrictas facciones estáticas, en conjunto a las de un muchacho moreno sostenían sus hombros con fuerza para que no se moviera y, así, la máquina bajo ella pudiera hacer su trabajo.

¿Dónde está él? ¿Qué le han hecho?

La cobriza, cansada del forcejeo, accedió a hablar y contarle sobre el chico. No importara cuanto supiera, en unos minutos su memoria estaría totalmente borrada. Sus recuerdos, su historia, todo. En cuanto la voz de la joven comenzó a hablar, un dolor insoportable pareció adentrarse en los odios de la rubia, quién se resistía a desmayarse y darse por vencida. Sentía que las finas agujas le llegaban al cerebro.

El sujeto A2 ha sido enviado a las pruebas del laberinto. Aixa, tu causaste todo esto.

Esas palabras causaron una dolorosa presión en su pecho que era indescriptible. 

¿La habia olvidado? ¿Y todo lo que vivieron?

No.─ susurró ─. ¿Le han hecho daño? ¡Ustedes no podían llevárselo! ¡No fue su culpa, yo lo hice! ¡Yo lo hice!

Como si toda la fuerza de su cuerpo hubiera vuelto en esa milésima de segundo, comenzó a removerse en la cama, rezando que tuvieran piedad de su vida. Que tuvieran piedad de Thomas, de su hermano, de todos ellos.

Los agarres en sus muñecas comenzaban a volverse rojizos tras el constante forcejeo por zafarse de ellos. Al igual que el de los enfermeros.

―¡Mi nombre es Aixa, tengo 16 años! - gritó con la poca voz que aun guardaba- ¡Por favor, no! ¡Por favor!

El dolor aumentaba a cada instante que sucedía. Pero entonces se detuvo, cuando ella no pudo resistir más, todo eso se detuvo.

Pero ahí el verdadero pánico llegó. Le quedaban unos pocos minutos antes de que todo en ella quedara olvidado. Todo. Antes de que Aixa, la legendaria chica de cabellera rubia y ojos azules, la que había comenzado todo, dejara de ser Aixa.

El suave tacto de una caricia en su frente, limpió las gotas de sudor frío que corrían por ella. Y la vió, a la doctora, la mujer en quien erróneamente habia confiado su vida, estaba delante de ella, con una sonrisa triunfante que le causó un cosquilleo en el estómago.

-Sujeto A0, - recitó la doctora a su acompañante, quien se hallaba junto ella- recibió el neutralizador con éxito. Preparenla para ser trasladada a la prueba número uno.

La pelirroja que estaba a su lado asintió y se retiró de la sala, dejando a la chica junto a la mayor de sus pesadillas.

― Lo siento, hice lo correcto para todos. - susurró la mujer.

¡No fue su culpa! ¡Yo lo hice! ¡Dejadlo, por favor! ¡Cancelen las pruebas!

Cada vez su respiración se volvía más y más lenta, al igual que su pestañear. Pero antes de que perdiera la conciencia, Aixa murmuró unas palabras que hizo que allí, en ese preciso momento, toda la historia cambiara.

Tenía que hacerlo. Por ella, por él, por Maxine.

Me convertiré en su pesadilla, porque ustedes han convertido mi vida en una. Lo haré.

Sabiendo que no resistiría a los minutos siguientes, la rubia giró su cabeza donde no pudiera verla, dejando que una única lágrima corriera por su mejilla. Su mandíbula temblaba, estaba realmente asustada.

No quería olvidarlo. Ni a sus amigos. Pero ya no habia otra salida. 

El zumbido estrepitante del que tanto había oído hablar, tomó protagonismo para ella logrando aturdirla. Tenía ganas de vomitar por el olor a desinfectante del lugar y de gritar, pero ya no había más voz.

Unos momentos después el frío, el dolor, la furia se habían esfumado de su diminuto cuerpo. Ya no estaba allí. Sus ojos se cerraron y sus muñecas dejaron de hacer fuerza, ya era tarde.

Sujeto A0, "El experimento"

𝖠𝗂𝗑𝖺 -𝖳𝗁𝖾 𝖬𝖺𝗓𝖾 𝖱𝗎𝗇𝗇𝖾𝗋-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora