8| El juego de Aixa, las reglas de Max

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(Sueños 3/3)

    Desde hacía algún tiempo, las pesadillas se habían apoderado de la mente de Aixa. Imaginaciones, voces y recuerdos que le jugaban malas pasadas. Sueños en los que se ahogaba sin importar cuanto nadaba, en los que quedaba atrapada sin importar cuánto corriera, en los que veía como sus amigos desaparecían.

Cómo toda su vida desaparecía delante de ella.

Y empezaba nuevamente, sin cesar, dejándola al límite de la irracionalidad.
Y eso era justo lo que estaba pasando por su cabeza en ese instante. La exitación de un escenario en el que su vida corría peligro lograba que su pecho sintiera presión.

Pero debía soportar.

Un poco más.

Por él.

La rubia abrió sus ojos de repente al sentir como el aire parecía no llegar a su lugar debido. Una gruesa bocanada fue su regalo bendecido en ese momento, sin embargo, viciado y denso no lograba ser suficiente, causando que la presión sobre su pecho duela un poco más.
El calor de una seca habitación la acogió de repente, dándole las esperanzas de que estaría bien.

Al igual que la primera vez en la que despertó en un habitáculo como ese, la blancura era extrema. No había siquiera un rayón sobre las paredes. Pero a diferencia, no estaba conectada a un montón de cables.

Un hermoso vestido blanco la mantenía tapada. Con las mangas hasta los codos y de largo algunos centímetros sobre su rodilla. Detalles bordados al rededor del cuello lo volvían todavía más delicado.

De un salto se bajó de la camilla, sus pies descalzos chocaron con el suelo frío pero, por primera vez, nada le causó. Buscó a su alrededor zapatos, pero no halló. Le resultó extraño, pero ya nada la sorprendía. Tampoco entendía que había sucedido tras hablar con Costa, ¿En qué momento cambió su atuendo? ¿En qué momento huyó del área?

La puerta no omitió ruido alguno al abrirla, su cristal permitía la vista fuera, enseñándole aquel corredor de alfombra que ya había caminado veces atrás.

Sigilosa detallaba el lugar. Todo se veía artificial en comparación del área, las luces, las paredes, las personas. No había naturaleza en su menor expresión. Se preguntaba cuánto faltaba par volver a reencontrarse con sus amigos. Ya no soportaba la idea de quedarse en ese lugar.

¡Ax! ― llamó una voz familiar que se dirigia a ella desde la puerta a su izquierda. Al darse la vuelta encontró a Thomas justo bajo el umbral.

¡Tommy!

La alegría de verle se le dibujó en el rostro.

También él vestía de blanco. Con una camiseta a los codos y unos tejanos, pero tampoco llevaba zapatos. Supuso que era extraño pero no le dio importancia.

¿Hasta cuando seguiremos encontrándonos así?

Empieza a gustarme esta costumbre. ―aseguró acercándose a ella.

Una sonrisa boba se formó en sus labios como si no pudiera evitarlo.

¿Y ahora qué?

𝖠𝗂𝗑𝖺 -𝖳𝗁𝖾 𝖬𝖺𝗓𝖾 𝖱𝗎𝗇𝗇𝖾𝗋-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora