4| Correr para vivir

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El cabello dorado, que usualmente llevaba libre de ataduras, permanecía oculto en dos firmes trenzas boxeadores sujetas desde las raíces. Sus brazos, cubiertos por la única sudadera que poseía; y sus botas acordonadas con fuerza bajo los pantalones musgo.

En paso ligero se encaminó a la finca escapando del frío matutino. El vapor se escapa de sus labios al respirar, mientras maldecía por no aceptar la chaqueta que Newt le ofreció rato atrás. Admiraba como los rayos de sol se filtraban por entre los árboles, y se perdían al chocar con los muros; justo en ese limite, la claridad se volvía una neblina espesa, recubierta de hiedra, que imposibilitaba la vista fuera de las aberturas.

─Un laberinto.─ pensó asombrada, interesada en la construcción que la rodeaba. Pero sabía, que de solo intentar pisar fuera, Alby la tomaría de las greñas y con algo de ayuda la llevaría al trabajo de constructores como castigo. La última vez que allí trabajó, Gally se encargó de vociferar a los cuatro vientos, qué más clavos terminaron en los dedos de la rubia antes que en la madera.

La puerta se cerró detrás de ella al momento que un aroma cálido, como a pan recién horneado tal vez, corrió a su encuentro. Su trance sobre laberintos y clavos terminó enseguida. El bullicio igual a una banda sonora de jóvenes hambrientos. Ubicados cerca al ventanal, los cuatro varones desayunaban entre risas. De inmediato se encaminó a ellos con una sonrisa de verles.

¡Hala! -susurró Minho al ver a Aixa frente a la mesa.

Newt rápidamente pasó un dedo por la comisura de sus labios fingiendo quitar algo de ellos. El asiático arrugó las cejas al sentir el toque de su amigo sobre sus labios.

Límpiate que estás babeando, tonto Shank.- bromeó haciendo que el grupo riera, recibiendo además un golpe en el brazo por parte del pelinegro.

La rubia se acomodó en medio de Sartén y Thomas, entretanto llenaba su taza con el café preparado en una jarra al centro de la mesa. Tras un sorbo tomó una tostada del plato cercano, pero antes de que pudiera devorarla, preguntó:

¿Dónde está Teresa? ― preguntó al no verla por la habitación ni ninguna mesa cercana.

Creímos que vendría contigo.- asumió el cocinero.

Siquiera la he visto.

Ni nosotros.

Aixa se llevó la comida a la boca, un silencio sin respuestas se había formado entre ellos.

Quizá ya esté con Zart.- sugirió Thomas.

Los escasos rayos de sol que llegaban hasta la oculta cabaña, se filtraban por la desgastada ventana de láminas, calentando a los jóvenes disuadiéndolos del invierno que azotaba al Claro justo detrás de las viejas paredes de madera.

Sin embargo, la mayoría de tareas a las que estaban sometidos eran bajo el frío casi polar.

¿Tu no deberías estar afuera? -volvió a curiosear al líder de corredores tras sorber de su bebida caliente.

Es mi día libre.─ su voz sonó alardeante.

¡Enhorabuena! Yo no he tenido uno de esos... jamás.

Tu trabajo no se podría comparar con el mío.- aseguró.

La rubia vaciló un momento en lo que buscaba que decir. Una tierna sonrisa torcida se formó en su cara, dejando expuestos unos profundos hoyuelos.

Déjame salir y te daré el mérito. -desafió haciendo reír a su amigo.

Minho movió su cabeza con desaprobación.─Deberás esforzarte aún más.

𝖠𝗂𝗑𝖺 -𝖳𝗁𝖾 𝖬𝖺𝗓𝖾 𝖱𝗎𝗇𝗇𝖾𝗋-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora