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Jack comenzó a abrir nuevamente los ojos, preguntándose qué hora sería. Se fijó en el móvil que siempre dejaba en la mesilla de noche al lado de su cama, mas esta vez no estaba allí. Se incorporó en la cama, bostezando, para luego mirar a la puerta. Recordó de manera vaga lo que vio adormilado, y se encontró bastante confuso. No se acordaba de lo que había dicho aquella figura, mas si de sus rojos ojos... ¿O eran rosas? Ya desvariaba.

Mientras trataba de poner su mente en orden, la puerta se abrió, a lo que los orbes cielo de Jack se posaron en quien entraba; Mark. Había encendido la luz, lo cual hizo que el irlandés cerrase sus ojos con fuerza.

— Demasiada luz... —Dijo, volviéndose a tumbar y tapándose la cara con las mantas.

— Levanta, bello durmiente, te he traído algo para que comas —El hawaiano se acercó con la bandeja que traía

Seán se sentó nuevamente, tratando de acostumbrar sus ojos a la luz, mirando al moreno, el cual tenia una suave y agradable sonrisa en el rostro.

— ¿Qué hora es? —preguntó el menor.

— Alrededor de las siete —respondió—, has dormido bastante

Mark puso la bandeja sobre las piernas del contrario para dejarle que comiese él solo, luego, avisó que estaría en la sala de estar por si quería ir con él un rato y ver alguna película o lo que fuera, le daba igual. Jack asintió, y poco después que el otro le dejo nuevamente en su soledad, prodeció a alimentarse. Ahora se encontraba mejor, si señor, le debía una buena al pelirrojo.

Momentos mas tarde la bandeja se encontraba vacía, exceptuando el plato, vaso y cubiertos. Hacía tiempo que sus labios no probaban algo tan bueno, su estomago estaba muy agradecido. Se levantó y fue hacia la puerta con la bandeja. Abrió ésta, se encaminó a la cocina. El pelirrojo se encontraba mirando televisión, parecía que no se había percatado de su presencia en ningún momento. Prodecio a lavar lo que había ensuciado para que no tuviera que hacerlo él, ya que le había hecho de comer después de todo.

Bostezó, le había vuelto a entrar el sueño. No lo calificó como algo fuera de lo normal, pues era natural que te despiertes y quieras seguir durmiendo, pero tenia una sensación de cansancio tan repentina y pesada que podría dormirse ahí mismo, de pie.
Terminó de fregar los trastes y se dirigió al sofá, sentándose al lado del hawaiano.

— Mark, de verdad... –bostezó una vez más– ...muchas gracias por la comida, aunque no era necesario.

Sus párpados se volvían más pesados...

— No es molestia, después de todo, somos amigos. —Decia de manera amable.

La vista se le nublaba...

— Todo estará bien... —susurró el pelirrojo.

Cerró los ojos y...

— ...mi dulce Seán.

...todo se volvió negro.






















Los ojos cielo del irlandés se abrieron de manera lenta y pesada, ¿qué había pasado? ¿Dónde se encontraba ahora? Miró a su alrededor. Esa, definitivamente no era su habitación. Se encontraba en dentro de cuatro paredes pintadas de un rojo oscuro, fuerte, tumbado en una cama de una plaza con sabanas de la misma gama de color. Se reincorporó en la cama, buscando alguna pista de donde podría estar. Miró la única ventana de la habitación; tenía rejas. Podía verse el cielo nocturno a través de los cristales. Se encontraba confuso, teniendo en mente que lo ultimo que hizo fue dormirse en el sofá después de lavar el plato, vaso y cubiertos que había utilizado.

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