Nanba es la prisión de máxima seguridad de Japón. Todo anda bien, con los presos del Ala 13, Celda 13 haciendo lo que les viene como siempre; hasta que un día llega un/a nuevo/a preso/a a la prisión. Todo parece normal. Se va adaptando y tal, hasta...
[Recomendación] Recomiendo leer este capítulo con alguna banda sonora que os llegue al corazón, puesto que es un capítulo especialmente emotivo.
Kuroki: Ahora mismo... Tienes los mismos ojos que mi padre...
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Los samurais han pasado a la historia por ser los gobernantes de Japón cuando existía el Shogunato. Estos honorables guerreros, maestros de la espada, la lucha y la estrategia, servían a los señores, personas de alto estatus en la sociedad. Sin embargo, a veces se daba el caso de un samurai que no servía a ningún señor e iba por libre. A estos eran llamados Rônin, y solían estar mal vistos por la sociedad de la época. Estos guerreros se guiaban por un alto código de honor y lealtad y se les conoce por el hecho de que llegaban a suicidarse si uno de estos dos anteriores era incumplido.
Los samurais desaparecieron con el tiempo, dando paso al sistema de gobierno actual por el cual se rige Japón. Sin embargo, sus códigos morales fueron adoptados por alguna familias provenientes de clanes de susodichos. Y aunque no lleven armadura y paseen por las calles montados a caballo, en estas familias se siguen enseñando el arte de la espada, el arco, la lanza y todos los códigos samurais.
Este es el caso de la familia de Kuroki.
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Mi madre siempre me contaba las mismas historias antes de ir a dormir. Honorables guerreros que se dedicaban a ayudar a los más débiles.
<<Como papá!>>, siempre decía yo.
Mi padre era conocido por ser uno de los pocos hombres que aún conservaba el espíritu samurai. Llevaba un dojo de kendo y también hacía pequeños trabajos como guardaespaldas u otras necesidades que la gente del pequeño pueblecito donde vivíamos no podían hacer por su cuenta. Quería ser como él de mayor. Quería compartir sus ideales. Era mi figura a seguir.
Mi madre murió cuando yo era muy pequeña. A día de hoy, ya la he olvidado. Mi padre me crió desde entonces. Me enseñó a luchar y a manejar una espada. Yo me quería convertir en él, y disfrutaba en cada lección nueva que me enseñaba. No recuerdo si fue duro para mi el no tener a mi madre cerca... Pero sé que mi padre lo superó muy rápido. O tal vez así fingió.