XXXII

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Emerald estaba angustiado.

Vale, ¿Cómo no estarlo cuando tu amiga desapareció de la faz de la tierra? Habían pasado ya 96 horas desde la visita del señor Green y 72 desde que se enteró que Jasper también estaba desaparecido.

Y su mente vagaba en lo peor.

Sacudió los malos pensamientos de su mente, no quería preocuparse en vano, pero todo era demasiado sospechoso, lo suficiente como para que el pusiera manos a la obra.

Encendió un cigarrillo y aspiró su humo para intentar calmarse, dando resultados totalmente vanos, no podía relajarse si Peridot estaba desaparecida, porque solo habían dos explicaciones medianamente coherentes para ello.

La primera dictaba que la rubia había hecho algo demasiado malo y por eso había huido.

Improbable, porque estamos hablando de Peridot, la chica que lloraba cuando Emerald mataba lombrices porque "no se pueden defender si no tienen brazos y/o piernas", ¿Qué podría ser lo suficientemente malo para hacerla huir así?.

La segunda teoría dictaba que la rubia había huido con Lapislázuli porque había habido alguna pelea con el señor Terrence o estaban escapando de algo.

Pero algo no cuadraba, si se había ido entonces había cargado con dinero y habría comprado otro automóvil para no ser rastreada, pero el señor Green jamás había mencionado algo de que faltase dinero o parecido, así que sólo habían sido ellas.

Y hubo una probabilidad que le hizo quemarse por accidente con el cigarrillo y luego echarlo al piso apenas consumida la tercera parte.

La probabilidad de otro secuestro era algo que siempre le había arrebatado el sueño al de ojos verdes, por la simple razón de que a sus cortos 14 años vio a su amiga llorar y sumirse hasta tocar fondo, la vio con el abdomen hinchado por que ahora tenía otra vida de la cual preocuparse, y la vio llorar desconsoladamente cuando su padre la obligó a abortar, y si hablamos de la peor imagen, la de ella aferrandose al ataúd de su hermana se llevaba el premio mayor en cuanto a imágenes que lo aterraban, y lo último que quería en ese momento era que el mismo se viera abrazando un ataúd lleno de piedras, o con el pequeño cuerpo de la rubia dentro.

Empezó a caminar sin rumbo, no sabía dónde buscar, ya habían registrado el taller de Peridot y también la casa de Ocean City, solo había polvo en esos lugares, por lo que se determinó que ahí no habría nada, inclusive las cámaras de seguridad no habían arrojado resultados y no querían hacer esto público, ya que la última vez el señor Green había perdido dinero gracias a personas que dijeron tener a sus hijas.

Algo hizo click en la mente de Emerald, el sistema de seguridad de la casa de los Green tenía cámaras de vigilancia, y de cualquier modo Peridot siempre tenía una cámara apuntando al jardín de enfrente, ya que juraba que alguna vez allí vio un fantasma.

Cambio de rumbo, yendo directamente a la casa del señor Terrence, iba a buscar evidencias de quien se habría llevado a ambas, y cuando lo descubriera, la persona iba a pagar muy caro.

...

Peridot se encontraba en una habitación, tirada y viendo al techo como si fuera lo más interesante del mundo, su boca estaba entreabierta y su respiración iba demasiado tranquila, como si fuera la respiración de alguien moribundo.

Por su mente pasaban felices pensamientos, pero no lograban que sus labios se permitieran una sonrisa, dejándola solamente con la mirada perdida en la inmensidad de aquel techo, sus ojos no se despegaban de ahí, parecía una muñeca de trapo que había sido abandonada por su dueña.

Escuchó pasos cerca, pero no se molestó en ver de quien se trataba, daba lo mismo, solamente quería estar en esa posición hasta que su cuerpo dejase de funcionar completamente y empezara a descomponerse.

Vio una sombra cerca de si, pero sólo por un momento, dejaron algo en el suelo y se largaron, realmente no tenía ganas de indagar de nada, solamente quería pagar por lo que había hecho y luego de eso morir con la poca dignidad que le quedase.

...

Lapislázuli estaba temblando totalmente, no quería recordar lo que le habían hecho, porque empezaría a llorar nuevamente, y ya no quería ser la bebita que se escondía tras alguien más pequeña que ella, quería mostrarse fuerte, aunque fuera con un asunto así de delicado, caminaba con cuidado y mucho trabajo, cojeaba por lo ocurrido, y nuevamente evadio el pensamiento, quería mostrarse fuerte, como la pequeña rubia a la que se habían llevado de su lado dos días atrás.

Sus ojos se humedecieron, aquel recuerdo la hacía sentirse mal, odiaba ser débil, y que su debilidad la consumiera era algo que aborrecia, pero en este momento no podía sentirse de otra forma, su estómago estaba menos hinchado, y su cerebro estaba totalmente en cenizas.

El recuerdo de las palabras de Peridot resonaba en su mente, más aquel acto que hizo con su último ápice de conciencia, antes de sucumbir ante el cansancio y el dolor.

"—Sabes Lapis... quiero que me perdones— sus ojos eran poco visibles gracias a lo estrellado de sus lentes, pero su voz era lo suficientemente lastimera y sincera como para hacer temblar a la de cabello azul —lo único que quería era... redimirme, quería quitarme la culpa de encima, porque no sabes que es vivir con la culpa... No lo sabes, y no pretendo conseguir tu perdón a través de lástima, a pesar de que soy lo suficientemente mala y despreciable como para hacer este tipo de cosas— se aclaró la garganta, tragando el nudo que se estaba formando ahí —lamento no haberte ayudado en nada, siempre que quiero ayudar a alguien hago lo contrario, y no me parece justo que tu sufras... que ustedes sufran por cosas que claramente son mi culpa, así que no quiero que vayas a buscarme cuando te dejen libre, quiero que vayas y hagas tu vida lejos de esta maldita ciudad, quiero que termines tu carrera, que cries al pequeño o pequeña que tienes dentro y le des amor...— soltó una risa amarga y triste, estaba aprovechando que Lapislázuli no podría replicar nada de lo que dijera —en algún momento me imaginé que podría ayudarte, darle un hogar a esa criatura que llevas dentro, demonios, hasta imaginé que podríamos criarla— las lágrimas empezaron a salir de sus ojos con dolor, se veía su sufrimiento —te amo Lazuli, y si volviera a nacer, ya fuese en una familia pobre, o de clase media, ya fuese hombre o mujer... querría pasar mi vida a tu lado, se que no sientes lo mismo que yo, así que bueno, no puedo hacer nada, solo quiero desearles lo mejor y...— la morena lloraba en silencio, ahogando los pocos gimoteos que daba en aquella sucia mordaza cubierta de su saliva —se feliz—"

Sus sollozos se hicieron presentes, porque quería que eso solo fuera una terrible pesadilla.

No toleraba la cruda verdad de lo que le pasaba.

—¡Peridot!— el cenizo se levantó angustiado, sus ojos examinaban el lugar donde se encontraba, pero no veía nada, al parecer era de noche o algo parecido, porque sentía sus ojos libres y sabía que aún no estaba ciego.

Un agudo dolor se hizo presente en su cabeza, era el lugar donde le habían golpeado anteriormente, dolía demasiado, pero no lo suficiente como para ser más que una molestia.

—Debo salir de aquí, se llevaron a Peridot— su voz tembló totalmente, si lo habían derrotado lo más seguro sería que las chicas estuviesen en problemas más grandes de los que creían.

Intentó levantarse, pero tan pronto como puso los pies en el suelo y lo intentó un mareo lo llevó al piso, eso no era normal, ni siquiera cuando estaba demasiado ebrio, por lo cual simplemente intentó levantarse de nuevo, pero al cabo de unos segundos cayó al suelo, sus manos temblaron de furia, debía ser una bífida broma, debía ser una maldita broma cruel, porque no quería creer que era más que eso.

No quería ser un inútil que no podía hacer nada.

No quería ser un inútil al que le harían las cosas.

Y mucho menos quería ser un inútil que no pudiera ayudar a la pequeña rubia.

No quería ser una carga.

No si también lo sería para Peridot.

Los Rescatistas (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora