XXXIV

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Lapislázuli despertó mareada, quiso levantarse, pero unas correas que la sostenían a la camilla junto con varios sueros conectados en sus muñecas la hicieron cambiar de idea, se sentía totalmente débil, su cuerpo dolía y tenía la boca seca.

-Despertaste- aquella voz sonó totalmente seria y apagada, en el pequeño sofá para visitas estaba el pequeño de ojos magentas, veía a Lapislázuli, la ausencia de vida y emociones era recalcable en su mirada, cosa que hizo estremecer a la mayor, detalló mejor al menor, no sabía que un niño podía verse en esas condiciones, desaliñado, con los dientes amarillentos, ojeras prominentes bajo sus ojos, manos rígidas, la piel más pálida de lo usual, todo indicaba que el pequeño llevaba ahí mucho tiempo, o al menos el suficiente como para tener encima el estrés de una ama de casa con 5 hijos.

Asintió, esperando algún reclamo del pelinegro, aquel que se veía irritado, pero sólo sonrió, una sonrisa amplia, limpia, sin dobles intenciones, una sonrisa sincera, muy parecida a la que había visto casi diario desde que había estado embarazada... embarazada... sonrisa... sinceridad...

-¡Peridot!- exclamó alto tratando de zafarse, Steven se levantó y fue a tratar de calmarla, no le costó mucho, la peliazul estaba débil, demasiado como para causar tantos problemas.

-Lapis, Lapis, calmate- su voz serena y sería volvió a sonar, tranquilizando poco a poco a la morena -vas a lastimarte, así que deja de moverte-

-¿¡Qué hay de Peridot!?- preguntó exaltada, quería saber que era de la pequeña rubia, debía saberlo para poder estar más tranquila.

-Lapis, no han dado con ella, llevan ya tres semanas buscando- y con esas palabras perdió todas sus fuerzas, se quedó quieta, estática, ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Cómo la habían encontrado? ¿Dónde estaba realmente?.

-¿Cuánto he estado aquí?- musitó lentamente, como si dudase de sus palabras, el pequeño se alejó de ella, pudo percibir su propio aroma, apestaba como mil demonios, entendió el porque del acto del menor.

-Tres semanas- la voz de alguien que entraba a la habitación hizo mirar a ambos, una mujer de unos 40 años de edad, piel morena oscura, cabello lacio y de color negro junto con unos ojos tan oscuros como un abismo.

-Doctora Maheswaran- fue lo que salió de los labios del pequeño, a sus pies empezó a corretear el pequeño perro que respondía al nombre de Pumpkin, la mujer hizo un gesto de desagravio, porque realmente no le agradaban los animales.

-Veo que ya despertó, Steven, sal un momento, tengo que hacerle un chequeo a la chica, y llévate al perro, por favor- hablo la mujer, el niño asintió rápidamente y salió, llevándose al pequeño perro que saltaba y corría como loco.

La mirada seria que le dio la doctora cuando Steven se fue solo significaba algo.

Habían malas noticias.

...

-Emerald, debes descansar, no te hará bien seguir así- Skinny se encontraba persuadiendo al de ojos verdes, quien tenía un aspecto horrible.

Sus ojos estaban totalmente inyectados en sangre, tenía círculos negros alrededor de estos, y para rematar sus pestañas se cerraban con demasiada facilidad, su cabello estaba totalmente desordenado, presa de sus manos ansiosas que pasaban por el en un intento de relajarse, sin conseguirlo, varias canas estaban apareciendo, y no hacía falta alguien que le dijera que su cabello lucía grasoso y lleno de mugre.

Su piel estaba pálida y amarillenta, más de lo normal, había adelgazado, y era notorio por los oyuelos que habían surcado sus mejillas y por la manera en que sus claviculas de remarcaban.

Su ropa estaba manchada de suciedad, mocos y otros fluidos y por supuesto comida, no sólo eso, también estaba desaliñada y mal puesta, básicamente una de las peores versiones del castaño.

-No Skinny, no puedo ver como estas tan malditamente tranquilo con esto, estamos hablando de que volvieron a secuestrar a Peridot, en este momento podría necesitarnos- su voz estaba cargada de ira y estrés, trató de calmarse, pero no podía, no iba a descansar hasta que la rubia por fin estuviera a salvo.

O hasta encontrar su cadáver, lo que pasara primero.

...

-¡Ah! ¡Sigue así perra!- la rubia sólo estaba tendida en aquel colchón, tratando de respirar, sus ganas de existir se estaban extinguiendo poco a poco, cada nueva embestida que sentía dentro de ella reducía sus deseos de seguir viviendo.

Pero ya no protestaba.

Simplemente se quedaba tirada como una muñeca, dejando que abusaran de ella, no le importaba el ardor que sentía en la vagina, tampoco el sabor extraño y desagradable en su boca, y siendo sinceros, les mentiría si dijera que le prestaba atención a su ano, que ya no le permitía ni sentarse por tanto que habían abusado de el.

Sintió como el preservativo que se encontraba en su interior se llenaba de un líquido caliente por tercera vez, anunciando que probablemente el tipo ya no la torturaria más por el momento.

No se equivocó, el tipo ya estaba exhausto, así que solamente tomó su ropa y luego de cambiarse salió de aquella habitación, el otro no tardó en acompañarlo, ambos estaban cansados y habían disfrutado, así que ya no tenían nada que hacer ahí.

La chica quedó ahí, acostada, nuevamente viendo al techo como si hubiera algo más interesante que sólo una pintura blanca que se caía a pedazos.

"¿Así se habrá sentido alguna de las chicas que no salvamos?" Se preguntó, pero luego de unos segundos soltó una carcajada que resonó por aquel lugar, una carcajada cargada con la sorna que sólo podía tener su subconsciente.

"-Ya abre los ojos, jamás salvaron a nadie, hiciste lo mismo que ellos, solo que en lugar de explotarlas sexualmente lo hacían laboralmente, así te sentías menos culpable de toda la mierda que has hecho-"

"-Pero aún así, las salvaba-"

"-¿Enserio? Porque yo siempre vi a una mimada que se quejaba cuando algún idiota subía con los pies sucios a su auto-"

"-Eso es mentira-"

"-Claro, como digas chica-que-no hace-nada-por empatía-sino-porque-se-siente-mal-consigo-misma-"

"-¡Claro que hice algo por empatía!-"

"-Nombra una sola cosa y me retracto-"

"-Yo... está la vez que... tal vez cuando...-" no, no encontraba respuesta, quería encontrar algo para ganarse esa discusión contra si misma, pero no, no había nada, y el peso de la culpa volvió a caerle encima, y lo que siempre había pensado volvió a hacerse presente en su mente.

"-Soy un asco de ser humano-" quiso llorar, pero las lágrimas ya no le salían, se estaba quedando sin lágrimas, o por lo menos sin agua en su sistema para seguir gastando.

...

Jasper se despertó algo aturdido, no recordaba nada de las últimas semanas, cosa que se le había hecho muy extraña, ¿Porque no recordaría lo que había hecho el día anterior?.

-Me duele la cabeza- su voz rasposa llenó el lugar, estaba totalmente sólo en su habitación, y lo más sospechoso es que no percibía en sí mismo el olor a alcohol o alguna droga.

"-Debo estar mal de la cabeza-" sus ojos buscaron algo para mitigar el dolor, en vano, la última tira de aspirinas que le quedaba estaba totalmente vacía, volvió a recostarse, quería seguir durmiendo, pero si se lo permitía seguramente se le haría costumbre y se volvería flojo.

Y aquel cuerpo de físico culturista que tenía no era por levantamiento de tarro ni carrera de canales.

Una punzada fuerte inició en su sien y le recorrió la cabeza, debía ir por algo para el dolor, porque era simplemente inaguantable.

No sabía que demonios había bebido y/o consumido, pero debió estar fuerte, de otro modo ¿Porque estaba totalmente borrosa su memoria y tenía un dolor de cabeza de tres resacas?.

Los Rescatistas (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora