Si tu jefe es un desordenado, desconfía... o no.

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Debe admitir que su sorpresa había sido más que mayúscula cuando, al llegar aquella noche a su casa y abrir el correo, Oficinas O'Brien solicitaba sus servicios. Aún así, una duda ronda su mente mientras cubre el camino hasta llegar al lugar, ¿debe darse por contratado o se estaba dirigiendo a una entrevista de trabajo? No sabe qué pensar ya que en el correo tan solo estaba escrita la hora y la dirección del lugar para la reunión.

Contiene el aire mientras atraviesa el oscuro callejón que lo lleva hasta las oficinas que realmente no están demasiado lejos de su apartamento, pero que se encuentra en uno de los barrios más lujosos (y oscuros) de Nueva York.

Así que cuando aquel martes, en pleno atardecer, Thomas se planta delante de la desgastada fachada y mira las letras que indican la función de la persona que trabaja en su interior, no puede más que soltar un profundo suspiro desde lo más profundo de su alma. Está nervioso, siente el corazón latirle en los oídos y su respiración es irregular, ¿para qué mentir? Es un cambio demasiado brusco.

Gira el picaporte con suavidad y al abrir la puerta se encuentra con una serie de escaleras que ascienden, le sorprende no poder ver dónde acaban por la oscuridad del pasillo (¿es que no tienen dinero para luces?). Masculla y saca el móvil para usar la linterna y subir las escaleras una a una poniendo mucho cuidado en dónde pisa hasta que se topa con una puerta a su izquierda.

- Bingo - sonríe, en la puerta puede leerse 'O'Brien, detective privado'.

Está a punto de entrar cuando en un arranque de curiosidad se gira hacia su derecha e ilumina el resto de las escaleras que quedan, frunce el ceño al ver que terminan en otra puerta. ¿Una vivienda? Se encoge de hombros y prefiere no pensarlo.

Sus nudillos tocan con suavidad para llamar la atención del ocupante, pero se encuentra repitiendo el gesto una segunda vez sin obtener ningún resultado.

- Con permiso – se detiene abruptamente al abrir la puerta y encontrarse de lleno con el estado de la oficina.

¿Qué diablos ha pasado allí?

- Es como observar el desastre después de un huracán... - su acento británico resuena en cada sílaba debido a la sorpresa: documentos, libros, envases de comida e incluso algunas prendas de ropa que llenan el suelo y los sillones.

Sin embargo, se detiene un momento a observar la decoración. Los muebles son de madera y tienen aspecto antiguo, al igual que las cortinas y la tela de los sillones. Las paredes están cubiertas por estanterías llenas de libros. En la pared del fondo, justo enfrente del gran ventanal bajo el que hay un escritorio, crepita débilmente una chimenea. Es un lugar donde, salvo por el caos, el tiempo parece haberse detenido en aquellos despachos del siglo XIX, como los que describe Sir Arthur Conan Doyle en sus novelas de Sherlock Holmes.

- ¿Señor O'Brien? – llama, abriéndose paso hasta otra puerta.- Señor O'Brien – vuelve a llamarle mientras abre la puerta encontrándose con una habitación aún peor que el recibidor.

Siente que empieza a sudar frío, ¿dónde se ha metido?

Da la vuelta al escritorio y se pone frente a un hombre sentado en un gastado sillón de cuero cuyo rostro tiene oculto por una gorra, él puede notar que ronca levemente.

Le observa sin saber exactamente qué hacer, ¿le despierta?

¿Aquel es su jefe? ¿Futuro jefe? Deja caer los hombros, ¿qué esperaba encontrarse? Con el lugar hecho un verdadero desastre no debería haber esperado que el hombre que allí pudiera trabajar fuera más o menos cuidadoso... pero, desde luego, lo que menos esperaba es que aparentemente tuviera una edad similar a la suya.

Un ángel en el infierno #DylmasNewtmasAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora