Los descubrimientos nunca son buenos.

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Mientras repasa la lista de hombres de su vida: su padre, Will y Dylan, Thomas da cuenta que ninguno de ellos es precisamente fácil de tratar. Siempre ha tenido preferencia por las cosas difíciles y cada vez está más segura de ello, como aquella vez que terminando la secundaria decidió coger también las matemáticas en bachillerato, sabiendo que no eran precisamente su fuerte y ahora se encuentra en una situación parecida porque piensa elegirlos a los dos: para toda la vida, que no es precisamente poco tiempo según parece.

Cuando el ascensor se abre, la oscuridad que lo recibe lo congela en el sitio. Ha decidido ir a la sala de operaciones en busca de Will y de Dylan, pero ni siquiera está Ki ni ninguno de los miembros de la élite de El Claro.

- Creo que después de todo ha sido mala idea – masculla, mientras sale del ascensor.

Alguna parte de su conciencia le grita que haga caso de las palabras de Will y vuelva a su cuarto para esperar la llegada de Dylan. Pero Thomas detesta que le den órdenes, y la actitud de Will había sido lo suficiente extraña para querer averiguar lo que pasa.

Su piel se eriza, la temperatura de la habitación baja de repente.

- Así que tú eres la nueva puta de Dylan.

Da un brinco en el sitio y se gira sobresaltado al oír aquella voz tan gélida como la habitación. No ve a nadie, el miedo comienza a circular por su sistema nervioso. Vuelve  a girar sobre sus talones y apenas puede ahogar un grito de espanto al encontrarse con unos ojos rojos a centímetros de su rostro. Trastabillea hasta que da con el filo de una mesa.

- ¿Quién eres? – pregunta sin querer escuchar la respuesta.

Los ojos desaparecen y una sonora risa se escucha por la vacía habitación, un escalofrío recorre su espalda.

- Soy quien te lo arrebatará, mortal.

- ¿Arrebatarme? – repite.- ¿A quién?

- ¿De verdad necesitas que te lo diga?

Thomas entorna los ojos para tratar de visualizar algo más aparte de los ojos rojos que vuelven a aparecer, pero sólo es capaz de distinguir una figura femenina.

- Dylan es bastante mayor para decidir por sí solo, él sabe perfectamente lo que quiere – responde.

- No, no lo sabe – desaparece de su lado y vuelve a aparecer sentada en la silla de Ki.- Primero aquella mundana inútil y el crío bastardo, y ahora tú.

Thomas traga saliva disimuladamente, siente los brazos engarrotados a ambos lados de su cuerpo y sus manos, que presionan con fuerza la esquina de la mesa sobre la que se apoya.

Duda sobre qué le molesta más: no saber quién es aquella mujer o la familiaridad que parece tener con Dylan. ¿Una antigua amante, quizás?

Además, la manera que ha usado para hablar de Britt y del pequeño es simplemente intolerable, ¿por qué tanto desprecio?

- Él los amaba – responde, desafiante, subiendo los ojos para encarar los de aquella mujer o lo que fuera.

- ¿Igual que ahora te ama a ti? – pregunta mordaz.

Thomas siente que su confianza baja un punto.

- Todos los humanos sois tan fáciles de engañar – sisea en su oído.

Cierra los ojos.

- Me molestas.

Siente algo afilado acariciar su pómulo derecho. Thomas cierra los ojos lentamente, concentrándose para que su respiración siga siendo normal.

Un ángel en el infierno #DylmasNewtmasAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora