Cuando la trampilla de la ventilación estuvo abierta fui el primero en entrar, cayendo por un pequeño oyó que tal solo estaba a dos metros del piso, al caer en la superficie de un oscuro, pero realmente espacioso cuarto, pude notar que había caído en un pequeño colchón de almohadas, me pareció sumamente raro, pero pasé por alto este pequeño detalle, para después gritar la señal a Wonderland para que esta también bajara, mientras tanto yo intente buscar un interruptor. Uno que encontré al fondo de una de las paredes de este cuarto y, aunque fuera un cuarto relativamente grande, estábamos hablando del cuarto donde se invocaron a más de un millón de demonios que secuestraron a cada habitante de toda América, de solo pensarlo un escalofrío recorrió mi cuerpo. Estando a punto de encender la luz de la estancia, un estruendoso sonido hizo que saltara en mi lugar.
- ¡Auch!, eso enserio dolió.- Chilló Wonderland, yo solo solté un suspiro.
- Me asustaste.- Exclamé mientras golpeaba con suavidad mi mano en mi frente, pasando un poco el susto.
- Lo siento.- Se disculpó mientras dibujaba una sonrisa avergonzada en su rostro, yo solo suspire y encendí la luz, aunque todos los clubes de ocultismo fueron realmente espantosos por sus figura y pinturas basadas en espectros, demonios, apariciones, fantasmas e infinidad de cosas más, esto superaba todo; Definitivamente este cuarto se pasa de bizarro.
Frente a mí se encontraba una silla barroca fabricada con extremidades humanas cosidas entre sí, la columna era la que le daba formal espaldar de la silla que estaba hecho con costillas, los reposabrazos eran los huesos del antebrazo, las patas de la vulgar silla eran las tibias y los fémures de alguna desdichada persona, toda la silla era recubierta por piel de todos los colores decorada por dientes y ojos. En las paredes habían garabateado símbolos raros con la misma sustancia que hacía de sangre para mantener vivos a los demonios y otros con sangre humana, además de esa espeluznante, asquerosa, putrefacta y grotesca silla habían unas repisas calcinadas y recubiertas con carne humana por partes, de cada libro se asomaba algo que verdaderamente no me gustaría averiguar qué es. Atrás de la silla se encontraban venas que colgaban del techo como cuerdas que sujetaban pequeños focos. En la pared de al lado había una estrella de cinco puntas la cual todavía escurría sangre. A mi lado habían unas mesas con objetos por los cuales, si los encontraran en tu casa, te catalogarían como un psicótico peligroso para la sociedad: En una de las mesas (Ambas bastante antiguas) reposaban una pila de libros muy antiguos de títulos muy raros, había otro libro abierto en el centro de la mesa, a su lado había una jeringa con una aguja MUY grande llena de un líquido de un color similar al del anticongelante, en la misma mesa también habían unos frascos llenos de ojos humanos y de animales, orejas, dedos y clavos oxidados, todos sumergidos en liquido de embalsamar separados en diferentes frascos. En la otra mesa habían mescladas herramientas quirúrgicas, de carpintería y jardinería extendidas sobre una lona verde menta muy suave todas manchadas de sangre. Dije un palabrota al ver al lado de las mesas un contenedor abierto con partes de niños, bebes congelados e incluso fetos humanos en otros frascos al lado de los restos que ciertamente si te quedas mirando mucho rato hacen que te entren las arcadas más fuertes que sentirás en toda tu miserable vida. Parecía que los horrores que habían en este cuarto realmente perturbador nunca acabarían cuando vi a una mujer muerta colgada en la pared, a esta le habían mutilado las piernas, sus brazos se hallaban sin piel ni carne (Seguro había sido con lo que habían "decorado" la repugnante estancia) solo sus manos tenían que por si no fuera poco tenía los dedos destruidos y le faltaban las uñas, ella se encontraba abierta desde la garganta hasta el vientre, la piel se mantenía sostenida por cuatro cuchillos atravesando contra la pared la piel del estómago de la mujer, sus tripas y entrañas se regaban por el suelo que tenía debajo mientras que otras aún colgaban de ella, en su rostro habían cortado una sonrisa en su boca mientras que el sitio donde sus ojos deberían estar fueron desalojadas dejando enmarcado en el rostro de la pobre una inminente expresión de horror que por más que el habitante del inmundo cuarto la hubiera querido corregir no pudo. Menudos horrores los que me he llevado hoy; En un día tan bonito. Como si fuera poco, para terminar de darle un toque de "sutilidad" al cuarto de las pesadillas de toda persona con un gramo de respeto y piedad por la humanidad había con en el muro que teníamos delante, al que la silla le daba la espalda se podía leer una inscripción bastante peculiar diría yo:
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