Capítulo 6. UNA LARGA ESPERA

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Me dejé guiar por Wonderland a una gran biblioteca, esta tenía en el frente una inscripción con letras metálicas que ponía (y por gracioso que suene, yo no podía leer, supe qué decía porque Wonderland al ver que me quedé viendo esta inscripción se encargó de la tarea de leerlo para mí):

"Biblioteca departamental Jorge Garcés Borrero"

Al entra vi que no era tan grande (la típica ilusión óptica de "es más grande por fuera que por dentro"), el primer plano de esta era un gran vestíbulo de un considerable techo alto, una anchura razonable y ni hablar de cuan larga era, en la parte izquierda se encontraba lo que al parecer era una galería de arte experimental con las paredes de cristal llenas de esculturas bien trabajadas o en proceso de moldeado y cuadros de colores vivaces e infinidad de formas, unas pulcras y elegantes escaleras que bajaban al sótano y subían a los otros pisos, una cabina, supongo, que de información con papeles y documentos regados por el escritorio y el suelo y unas escaleras de madera que subían a otra sala mientras que al lado derecho se encontraba otra cabina con una abertura en la que se podían ver unos estantes con bolsos y maletas, al lado de esta había una puerta de cristal que llevaba a la biblioteca y al lado se hallaban unas mesas y sillas en frente de una plaza enorme con un tablero de ajedrez enorme en el centro.

Mientras Wonderland forzaba una puerta (se le notaba muy cansada como para tumbar la puerta de una patada) yo ojeaba unos dibujos de las esculturas del salón de arte pegados a un muro de panel yeso apoyado a la pared, de repente mientras miraba el papel que tenía lo que podría ser un gato café recordé algo, sin embargo, esta vez el recuerdo era claro y se veía todo, como si eso estuviera pasando justo ahora: la vi a ella el recuerdo era borroso, (además ahora no la reconocería cuando la viera ya que solo era un recuerdo de cuando yo tenía diez años y ella nueve) puede ver que esta biblioteca no solo era lo que era, también un era un museo de ciencias, lo recordaba perfectamente, por eso era que por fuera se veía tan grande; epifanías oportunas en medio del apocalipsis.

Cuando Wonderland logró abrir la puerta me hizo una seña con la cabeza para que la siguiera. Ambos nos adentramos por un pasillo con unos ventanales que daban paso a la luz a la par que dejan ver la plaza con el tablero de ajedrez con las piezas ubicadas de tal manera que daban a entender que un juego había sido empezado antes de la desaparición de toda la población. Cuando por fin nos detuvimos ante otra puerta de cristal, estaba abierta, entramos, Wonderland se puso a revolotear entre unos estantes buscando algo, yo mientras tanto me dediqué a pasar mis manos curioso por encima de unos ordenadores ubicados en fila contra la pared. Ya estaba comenzando a pensar de nuevo en mis soldados cuando de un grito, Wonderland llamó mi atención pidiendo que fuera a donde ella se encontraba, así lo hice, cuando llegué ella me enseñó un libro un poco grueso de cubierta café dañada y malgastada por los años, sus páginas eran amarillas y la letra era hecha a lápiz, sin duda, un diario. En el contenía mucha información sobre los demonios y sobre este apocalipsis, leímos un poco y logramos averiguar que esto no había sido un hecho "natural" si se podía llamar así, esto había sido a causa de algo o alguien por no tan obvias razones, ni Wonderland ni yo entendíamos porqué alguien cometería semejante atrocidad y entre todas la preguntas que se le ocurrían a mi mente, la única que fui capaz de formular fue:

- Y... ¿Dónde está él?- Pregunté comprendiendo que el dueño del diario era el viejo que hizo de profesor para Wonderland.

- Murió de viejo- Dijo y dejó el libro en mis manos haciendo que me preguntara qué era lo que un libro así hacía en una biblioteca para luego sentarse en un pequeño balcón que había en la ventana.- Él era como un padre para mí, la verdad era la única persona que me ayudó a recordar un poco, cuando desperté hace cinco años, desperté en aquel cuarto en el que dormimos, no recordaba mi nombre ni si tenía familia o amigos ni alguna persona a la que recurrir, la verdad solo recordaba en qué fecha había nacido y como no tenía recuerdos de nada más asumí que mi nombre era aquel que se encontraba escrito en aquella pared, unos días después de estar metida en ese apartamento él llegó, me dijo que había estado inconsciente por dos meses, y que debía tener cuidado con los demonios, porque si me asesinaban, todo el mundo... Todo el mundo iba a morir, por alguna razón le creí ciegamente y desde ese día comenzó a entrenarme, hasta el día que murió, desde allí me mantuve fiel a mi entrenamiento.- Hizo una pausa- Todo lo que hay aquí- Señaló el diario- Es sobre demonios, vine aquí varias veces a intentar distraerme cuando no encontraba zombis que matar y fue cuando lo encontré, lo leí varias veces pero no encontré nada útil- Dijo mientras suspiraba profundamente y cerraba los ojos.

- Entonces si no había nada "útil" según tú, ¿Porqué me trajiste aquí?- Pregunté confundido.

- Lo hice porque pensé que podías lograr descubrirlo, después de todo eres un soldado ¿no?- Respondió dejándose caer en la barandilla de aquella ventana.

Abrí aquel diario, encontrándome con extrañas figuras echas a lápiz, cada una con datos diferentes, sobre cada una de las espacies de demonios, raramente no decía como asesinar demonios, solo hablaba sobre como volverlos mas lentos , como hacer que desaparecieran por cierto tiempo, etc. Me fije en las ultimas paginas, en ellas decían que la única forma de eliminar a todos los demonios era encontrando el lugar de invocación y destruirlo. después de leer aquel diario, di un gran suspiro, en aquel diario no decía donde se encontraba aquel lugar de invocación, lo único que decía era que este se encontraba en una gran biblioteca ocultista, pero la pregunta donde estaba?, después de todo debían haber unas quince casas ocultistas en este país, pero tal vez no era en este país si no en otro, después de todo no solo era en Colombia el apocalipsis, si no en un gran continente.


efecto mariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora