Pese a eso, a la decisión que tenía ya planteada en mi cabeza, no lo habría hecho de esta forma, sin comida ni un plan y en el estado en el que estaba. Habría calculado cada mínimo detalle. Probablemente escapándome en un carruaje cogiendo los caballos del establo –los menos usados para que nadie se hubiera fijado– y yéndome a los confines de donde fuera menos aquí.