El verdugo volvió a empujar mi cabeza contra la madera. Pateó mis costillas al notar que hacía mi máximo esfuerzo por levantarme y escapar. Levantó el arma, y con su filo, rasgó la piel y carne de mi cuello.
El verdugo volvió a empujar mi cabeza contra la madera. Pateó mis costillas al notar que hacía mi máximo esfuerzo por levantarme y escapar. Levantó el arma, y con su filo, rasgó la piel y carne de mi cuello.