1 - El maldito vestido

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 — ¡Sal de ahí! — Elizabeth está perdiendo la paciencia

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— ¡Sal de ahí! — Elizabeth está perdiendo la paciencia.

— ¡No lo haré! Me veo ridícula — chillo desde el baño. Tengo puesto un vestido demasiado corto que ella me prestó, y no me gusta para nada como me queda.

— Oh, claro que no. Déjame verte. — su mano empuja la puerta del pequeño cuarto, intentando abrirla, mientras yo forcejeo desde adentro — Oye, ¿desde cuando eres tan fuerte? — su voz demuestra la fuerza que está haciendo.

— ¡Desde que mis piernas se atoraron en tu maldita falda! — contesto molesta. No es contra ella, pero la situación me incomoda bastante.

La oigo reír desde afuera.

— De acuerdo, es inútil. Siempre hemos sido de la misma talla. Deja de hacer crecer tu trasero. — sus brazos dejan de empujar la puerta, y la oigo sentándose en su cama.

Su comentario no me ofende, es de los típicos de ella. Sé que lo dice sin ningún tipo de malicia. Sólo está diciéndome algo que es cierto con la intención de ayudarme, siendo tan directa como siempre lo ha sido. No recuerdo una vida anterior a su amistad, hemos estado siempre la una para la otra. Decir que es mi mejor amiga es poco, esto ya traspasa la amistad, como si fuéramos una sola persona.

Rendida, tomo el pomo de la puerta del baño y asomo la cabeza. Elizabeth está acostada boca arriba, con su celular en las manos.

— ¿Es muy necesario que vayamos? — pregunto poniendo mi mejor mirada inocente, aunque ya sabiendo la respuesta. Ella se sienta y pone sus ojos en blanco.

— Oh, Bec. No te perderás una fabulosa noche sólo por un vestido que seguro se encogió en la lavadora — se levanta y camina hacia su gran vestidor — te buscaré otra cosa, relájate.

Cierro la puerta esperando a que la siguiente prenda llegue. Estoy furiosa. ¿Por qué? No lo tengo bien en claro, pero ese maldito vestido me las pagará. Lo sacudo con frustración y me quedo mirándolo. ¿Cuando engordé tanto? Culpo a las papas fritas, ellas son las responsables por ser tan irresistiblemente tentadoras.

— Toma esto, seguro te quedará —me pasa una blusa negra y una falda a tono. Bien, ya conozco estas cosas, las he usado antes. La ropa de Ellie es también mía, y la mía también es de ella. Siempre compartimos todo, porque siempre hemos sido de la misma maldita talla que ahora está burlándose de mí. Respiro hondo, esto tiene que entrarme o enloqueceré.

Siento alivio cuando mi trasero encaja a la perfección en la bella tela negra. De pronto ya estoy de mejor humor.

— Oh, ¡Que bien luces! — la sonrisa de mi amiga adorna su rostro — sabía que eso te quedaría.

Elizabeth es una de las chicas más lindas de nuestro colegio, dicho por todo el mundo. Es morena y alta, delgada pero con buenas curvas, y tiene una figura esbelta. Luce como toda una modelo.

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