8 - WTF

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Estoy apoyada en una pared de ladrillo mirando hacia el piso

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Estoy apoyada en una pared de ladrillo mirando hacia el piso. Hayden está en la misma posición que yo, pero en la pared de enfrente. El callejón en el que estamos metidos es muy estrecho, por lo que solo una corta distancia nos separa. No estoy segura de qué es lo que estoy haciendo todavía aquí, ni de por qué no me he ido aún. El problema es que no soy capaz de irme, de alejarme de él, porque es la única pista que tengo sobre el paradero de Ellie. Lo sé, no está dispuesto a decirme nada, pero de todas maneras, este hombre sigue siendo mi única posibilidad si quiero encontrarla. Él lo ha dejado claro; ninguna autoridad me ayudará, todos están aliados al supuesto grupo de Hayden.
Por más que desee salir de aquí, siento que si me marcho es muy posible que no vuelva a cruzármelo, por lo tanto perderé toda oportunidad de volver a ver a mi amiga. Estoy tan desorientada que no sé ni qué hora es, ya debería haber llegado a casa, seguro mis padres se preguntarán dónde diablos estoy.

Oh, sólo estoy en un callejón con un extraño secuestrador, nada de lo qué preocuparse.

Me duele la cabeza, el estómago, y estoy mareada. Esta situación me está enfermando, no creo poder aguantar mucho más. Me encuentro absorta en mis pensamientos, con la mirada vacía y lejana, muy aturdida.

Siento los ojos de Hayden sobre mí, pero ni me molesto en mirarlo.

¿Por qué sigue aquí? Lo que yo necesito parece no importarle en absoluto, por eso no entiendo por qué razón no se ha marchado. Hace ya un rato que nos hemos quedado en silencio, observándonos de vez en cuando, pero sin nada que decir. Él podría estar ayudándome, pero en vez de eso, solo me regala miradas tristes, serias, y otras tan frías que ni siquiera me permiten descifrar qué es lo que piensa.

— Oye, yo... — su voz profunda interrumpe el vacío silencio. Alzo la vista para encontrarme con la suya, que es increíblemente hipnotizadora — ...¿Por qué es que sigues aquí? — no lo dice de mala manera, supongo que será solo curiosidad. Yo me pregunto lo mismo.

No puedo evitar reír ligeramente.

— La verdad es que no lo sé — hago una pausa, y pienso — No creo poder alejarme de ti tan fácilmente.

— Oh, ¿Es que ya te he enamorado? — dice con voz arrogante.

¡¿Cómo se atreve a decir eso, con la gravedad de la situación?!

¿Por qué será que se lo toma tan a la ligera?

Me asusta lo frío que es.

— ¡No puedo creer las cosas que dices! ¿No entiendes lo que has hecho? — estoy furiosa, por su culpa — ¡No te perderé el rastro hasta que me devuelvas a mi amiga! ¡Y no me importa que la policía esté contigo! — al nombrar a Elizabeth la angustia comienza a subir por mi garganta, y para cuando quiero darme cuenta, ya estoy llorando otra vez. En el corto tiempo en que nos conocemos, este hombre me ha visto llorar más veces que mi propia madre.

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